jueves, agosto 02, 2007

EL FOTOGRAFO QUE INCOMODO A FIDEL CASTRO

El fotógrafo que incomodó a Castro


Por Wilfredo Cancio Isla
El Nuevo Herald

No le faltaron advertencias oficiales ni consejos de colegas, pero Cristóbal Herrera Ulashkevich reconoce que a la hora de transmitir al mundo sus polémicas fotos del gobernante Fidel Castro pesó más el orgullo profesional que el instinto de conservación.
Como fotorreportero de la agencia Associated Press (AP) en La Habana, Herrera atrapó en imágenes dos momentos cruciales del declive de Castro: el desmayo que sufriera durante un acto multitudinario en el municipio habanero del Cotorro el 23 de junio del 2001, y su estrepitosa caída en la Plaza Che Guevara de Santa Clara, el 20 de octubre del 2004.
Las fotos de Castro desvanecido ante los micrófonos y luego derrumbado en el suelo frente al monumento al Che Guevara aparecieron en los principales medios de comunicación del orbe, catapultando el reconocimiento profesional de Herrera. Pero también marcando definitivamente su destino como desterrado del país donde nació hace 36 años.
''Estoy condenado forzosamente al destierro'', relató durante una entrevista con El Nuevo Herald. ``El gobierno cubano me impidió regresar al país, sin ofrecer explicaciones''.
Herrera se encuentra con su familia en Miami desde el pasado mayo, tras viajar desde Costa Rica a México para cruzar la frontera y solicitar refugio político en Estados Unidos.
''No nos quedaba otra opción'', manifestó el fotógrafo, que vino acompañado de su esposa y la única hija del matrimonio, Victoria, de dos años. ``Este es el precio de hacer fotoperiodismo en Cuba''.
El fotógrafo fue contratado por la oficina de AP en La Habana en enero del 2000, luego de asistir a un taller internacional para fotógrafos jóvenes en Amsterdam, Holanda, auspiciado por la organización World Press Photo (WPP). Hasta ese momento laboraba como fotorreportero de la legendaria revista Bohemia.
Su primera asignación con AP fue la cobertura del caso de Elián González desde Cárdenas, la ciudad natal del niño balsero que desató una batalla legal y política entre Washington, La Habana y la comunidad exiliada de Miami. Pero pronto fue designado para cubrir actos públicos con la presencia de Castro.
Así llegó el día de la tribuna abierta, a pleno sol, en el Cotorro. Herrera considera que fue un hecho providencial que en esa ocasión estuviera estrenando una cámara fotográfica, lo que lo motivó a estar muy activo en la cobertura periodística.
''Cuando [Castro] llevaba como tres horas hablando, le acerco el foco y veo que tiene la cara muy roja, sudando mucho, y empieza a desafinarse, como apagándose'', rememoró. 'Entonces alerté a José Goitía [fotógrafo de AP] de que el tipo `se iba del aire' de un momento a otro''.
La mayoría de los fotorreporteros presentes perdieron el instante del desplome de Castro. Herrera recuerda que un colega de la agencia AFP se acercó para recomendarle que no enviara la foto ''por el bien de su familia'', mientras que Goitía le dijo que dejaba esa responsabilidad en sus manos.
Agentes de la Seguridad del Estado lo abordaron cuando abandonaba el lugar para transmitir las primeras imágenes del incidente. La sugerencia tenía un tono impositivo, tratando de impedir que el envío saliera rumbo a las oficinas de AP en Nueva York. ''Fue un momento muy tenso'', indicó. 'La generalidad de los casos es que los corresponsales entran por el aro y siguen la recomendación de los `segurosos', pero en esta ocasión les tocó un joven medio loco y romántico, con más orgullo profesional que cordura''.
Una hora después del histórico desvanecimiento de Castro ante miles de manifestantes, la fotografía estaba en los principales espacios noticiosos del mundo.
''Cuando pasé la foto, le dije a la gente de AP en Nueva York que si ocurría algo me consiguieran una plaza en Serbia o Afganistán'', ironizó. ``Fue una suerte que antes había pasado unas cinco fotos del desmayo para la laptop, pues cuando llegamos a nuestras oficinas en La Habana, misteriosamente las computadoras borraron las tarjetas... Creo que perdí como 600 fotos que tiré ese día''.
A partir de ese momento, el equipo de seguridad personal de Castro y las autoridades del Centro Internacional de Prensa (CIP) reforzaron los controles sobre los corresponsales de agencias extranjeras acreditadas en la isla. También la prensa internacional comenzó a seguir con mayor insistencia los pasos del anciano gobernante, cuya salud mostraba ya evidentes señales de deterioro.
Las transmisiones televisivas en vivo --con la presencia de Castro-- comenzaron a retrasar la salida de las imágenes al aire por 10 segundos. El cerco de seguridad en torno a su figura se hizo más hostil hacia la prensa extranjera. En otras dos ocasiones, en el Palacio de las Convenciones de La Habana y en una tribuna abierta, Herrera dice que el gobernante tropezó en escalones, pero tenía ya permanente un guardia personal que lo sujetaba por la espalda, a la altura del zambrán, cada vez que subía o bajaba una escalera.
''Cuando se produce el acto en Santa Clara [en el 2004], la mayoría de los fotógrafos se fueron a transmitir las imágenes a sus agencias tan pronto terminó el discurso'', explicó Herrera. ``Teníamos poco espacio y estábamos muy mal situados, pero yo me quedé a esperar que bajara de la tarima y de pronto el hombre se me desaparece del visor... Ya estaba tirado en el piso''.
Según él, sólo otros dos fotógrafos lograron imágenes de ese momento: un veterano integrante de la prensa oficial, y el fotorreportero de una agencia extranjera, quien consultó con la Seguridad del Estado si podía transmitirlas o no.
''La Seguridad se me tiró encima, pero yo les dije que tenía algo fuera de foco, nada que sirviera'', recordó Herrera. ``Me quedé sin moverme del lugar para no despertar sospechas y cuando nos íbamos, logré transmitir con la laptop desde un matorral, a 50 metros entre el monumento al Che Guevara y el parqueo. Goitía me protegió simulando que orinaba, mientras yo, agachado, ponía la foto en un attachment [archivo adjunto] para enviarla por correo electrónico cuando llegara a La Habana''.
La osadía de Herrera puso fin a su acceso a las coberturas de alto nivel por decisión de los funcionarios del CIP, encargados de la atención a la prensa extranjera. También profundizó su apatía hacia el discurso oficial y los mecanismos de control del sistema.
''En esos cuatro años me convertí en un desafecto del régimen'', confesó. ``No resistía ni a Fidel Castro ni a [al presidente venezolano] Hugo Chávez; los discursos me parecían una burla a la inteligencia de la gente, y estar frente a [el canciller Felipe] Pérez Roque era como asistir a la actuación de un payaso mentiroso. Comencé a hacer las cosas con oficio, pero no con corazón''.
Una mañana de diciembre del 2004, cuando cumplía una asignación periodística relacionada con la disidencia interna, se le acercaron dos hombres que lo identificaron por su nombre y le sugirieron que debía tomar unas vacaciones fuera del país.
''Estaba claro que [el gobierno] no me querían allí y que no tenía otra alternativa que irme'', manifestó. ``Los papeles y los trámites se solucionaron de inmediato, lo que dejaba aún más claro de dónde venía la orden''.
Herrera viajó con su esposa a Costa Rica el 23 de diciembre del 2004 en una visita familiar a su suegro. Desde San José operó como fotorreportero de AP para Centroamérica y el Caribe, hasta que en marzo del 2005 trató de regresar a La Habana para ocupar una plaza de la agencia que había quedado vacante.
De acuerdo con las regulaciones migratorias cubanas, los ciudadanos nacionales pueden salir temporalmente por 11 meses sin perder su derecho a residir en la isla.
''Pero mi caso estaba marcado'', indicó Herrera. ``La Embajada de Cuba en Costa Rica me dijo que el permiso para entrar debía reclamarlo desde La Habana, lo cual era un absurdo''.
Todas las gestiones hechas en Cuba fueron infructosas. El nacimiento de Victoria condicionó por un tiempo la permanencia del matrimonio en Costa Rica hasta que decidieron venir a Estados Unidos.
Graduado del Instituto de Diseño Industrial de La Habana en 1996, Herrera se dedicó inicialmente a la publicidad y la moda antes de ejercer como fotorreportero de Bohemia.
Pero desde mucho antes había comenzado a acumular fotos que se integrarían posteriormente a su proyecto Cuba Dura, dedicado a testimoniar la vida cotidiana y las dramáticas contradicciones del socialismo en la isla.
Cuba Dura fue su carta de presentación para la beca Joop Swart Masterclass de WPP que presentó en Amsterdam en el 2000, y cuenta actualmente con más de 600 fotos.
''Es una propuesta visual que pretende demostrar el carácter surrealista del comunismo en Cuba'', manifestó Herrera. ``No es sólo una ambición profesional, sino también un intento personal por entender mis raíces y la actitud de mis padres, un cubano y una rusa, que viven en Cuba y ambos siguien defendiendo las ideas comunistas, aunque con diferentes matices''.
Las fotografías de Herrera pueden verse en www.cristobalherrera.pintarte.org