CONTRA EL OLVIDO
Por Orlando Márquez Hidalgo
Cuando el vicepresidente cubano Raúl Castro se refirió el pasado 26 de julio a la insuficiencia salarial como medio de “satisfacer todas las necesidades” de los trabajadores, indicó también que tanto el “dirigente” como el “trabajador de fila” deben “identificar con precisión y valorar con profundidad cada problema… para enfrentarlo con métodos más convenientes”. Ciertamente el asunto es de todos.
En las actuales condiciones, constituye todo un reto para los especialistas tratar de rediseñar la vida de los ciudadanos para hacerla más digna y placentera, o más fácil. Modernizar las instituciones y reformar las estructuras no es nunca una tarea fácil, sobre todo cuando los manuales, el funcionarismo y la burocracia han tenido, y tienen, un peso tan grande en la toma de decisiones, y en la misma ineficiencia. O en la incapacidad de responder de forma apropiada a elementales reclamos.
Hace unas semanas recibí una carta del doctor Joaquín Rodríguez Borrego, médico que reside en Santa Cruz del Norte. He aquí la carta:
“La cuestión que se aborda en esta carta concierne tanto al que suscribe como a veinte firmantes, pero también por extensión, a cientos si no miles de médicos y estomatólogos y bien pudiera anunciarse así: En el rincón del olvido.
“En tiempos, trabajé en un ya desaparecido policlínico laboral, sito en el casco histórico de este municipio. En el consultorio, a más de las historias clínicas y tarjeteros de vacunación, había dos cajuelas. Una, contenía los análisis de laboratorio clínico recién recibidos. La otra, más añeja, era una especie de almacén, atiborrada de análisis que habiéndose extraviado habían aparecido y de otros que nunca habían sido recogidos. Poéticamente, nuestras enfermeras solían llamar a esta cajuela ‘el rincón de los recuerdos’. Pasaron los años y cosas vimos después –y seguimos viendo aún– que nos hacen sospechar que también existen en la vida otros rincones –del olvido– mas no precisamente para papeles caducos, sino para gente y, más concretamente, médicos y estomatólogos.
“Corría el año 2000 y tanto los que prestamos servicios médicos en Etiopía y otros países del Cuerno Africano, como otros que lo hicieron en Nicaragua, un buen día nos enteramos que a los actuales cooperantes se les remuneraba con una suma de cincuenta CUC mensuales. Acordamos entonces –el que suscribe y otros veinte médicos cooperantes “veteranos”, por así decirlo– enviar una carta dirigida al Consejo de Estado, en la que fundamentalmente se expresaba que ‘Estimando que era este un bien merecido estímulo… nosotros consideramos que sería consecuente y justo hacer esta medida extensiva a los profesionales que en décadas anteriores desempeñamos una labor idéntica en dichos países del Tercer Mundo’.
“Al cabo de aproximadamente un mes, recibimos una comunicación del jefe de Atención a la Población –René Montes de Oca Ruiz– en la que se nos hacía saber que nuestra solicitud ‘había sido transferida a la consideración del Ministerio de Salud Pública’. Así las cosas, decidimos esperar pacientemente la respuesta de nuestra propia instancia. Pasaron los días, las semanas y los meses recibiendo, al cabo… la callada por respuesta. Nueva apelación al Consejo de Estado, que nos sugirió entonces que nos dirigiéramos directamente a Salud Pública –que a todas luces olímpicamente había pasado por alto el traslado de nuestra petición, no obstante proceder del propio Consejo de Estado– ya que (text.) ‘es el que tiene la competencia para analizar su solicitud y ofrecer la respuesta que corresponda’. Han transcurrido desde entonces siete años y no parece si no que el mutismo de Salud Pública tiende al infinito. Por tratarse de una cuestión de sociedad, dirijo a usted estas líneas y queda de usted, su hermano en la fe de Nuestro Señor” (a continuación aparece la firma del doctor Rodríguez Borrego y los nombres de los otros veinte médicos que suscribieron la carta del año 2000).
Está claro que, desde aquí, no es posible responder al reclamo cabalmente, pero algunos comentarios sobre un tema tan sensible es posible ofrecer. Comentarios de un simple ciudadano atento al actual capítulo de la nación cubana. Nada más.
Ante todo, entiendo que el propio concepto de “internacionalismo” ha cambiado sustancialmente. Tal internacionalismo en los años 60s, 70s y 80s, constituía parte de un “contrato ideológico”, por llamarlo de algún modo. Cuba aportaba al mundo bipolar la fuerza de una solidaridad basada fundamentalmente en un voluntarismo ideológico dirigido a demostrar ciertos beneficios reales logrados por el Estado socialista, capaz de competir en índices salud y educación con el mundo capitalista desarrollado. La fuerza del “internacionalismo proletario” caló bastante hondo en muchos profesionales cubanos, en un momento en que se creía ciertamente en la “amistad indestructible” entre Cuba y “los hermanos países socialistas” y en la “irreversibilidad del sistema socialista”. Claro que para muchos médicos, ser “internacionalista” era el “mérito” imprescindible para el Lada, o para discutir el derecho a la vivienda, pero es verdad que se creía fuertemente en el hermoso gesto solidario. Y el mayor beneficio para el Estado cubano era moral, o político a escala internacional, no económico. La solidaridad y el prestigio ganado así por el Estado cubano era más que suficiente, la compensación económica venía de la URSS, fundamentalmente. Apenas alguien pensaba en generar y acumular riquezas para el país.
La situación hoy es bien distinta. El “internacionalismo” de hoy continúa aportando dividendos morales y también políticos en la arena internacional, pero el contrato es económico, también los beneficios. El país exporta servicios cuando envía médicos, ingenieros y otros profesionales y técnicos al exterior. Y estos profesionales saben que es este el único modo hoy de adquirir el auto –ahora un Daewoo o un Peugeot–, todo el mobiliario de la casa, tal vez la misma casa, y una entrada económica que no lograrán dentro del país en mucho tiempo. Por otro lado, la URSS y el CAME son historia, y el ALBA... ¿Alguien puede garantizar que la unión estratégica de cuatro naciones que dependen del petróleo de una, no va a desaparecer como desapareció otra aparentemente más poderosa? Más vale no olvidar la historia y procurar el empuje propio.
Volviendo a la carta en cuestión, honestamente pienso que es poco probable que el reclamo de los 21 médicos reciba una respuesta positiva a su solicitud. “Quizás la mayor dificultad para responder a tal reclamo no sea económica”, me dijo un economista cubano con quien comenté este asunto. “Pagar 600 CUC al año tal vez no sea lo más complicado, si se tratara sólo de médicos, pero qué hacer cuando reclamen las enfermeras, los ingenieros, los maestros, los constructores”. Y los médicos que nunca fueron “internacionalistas” por la causa que fuere, añado yo. Pienso que la solución no está en pagar hoy 50 CUC mensuales a alguien que prestó tal servicio cuando no esperaba recibir por ello beneficio económico.
El reclamo del doctor Rodríguez Borrego y sus colegas, puesto por escrito, es el mismo que bulle en la mente de la mayoría de los trabajadores cubanos de hoy ante la insuficiencia del salario. Hay otros muchos problemas que afectan la vida diaria de los ciudadanos, pero este del salario es fundamental, urgente, diría que no admite dilaciones. Porque tal “insuficiencia salarial” rebota sobre la alimentación del trabajador y su familia, su capacidad real de movilizarse dentro de la ciudad o más allá, sus posibilidades de vestirse y calzarse, pagar la electricidad o satisfacer ciertas necesidades espirituales, como unas vacaciones de real esparcimiento y sana distracción para él y sus hijos, que siempre dependen de él, o de ella, de modo que las vacaciones sean algo más que tres o cuatro semanas sin ir al lugar de trabajo.
Pero la solución no puede estar en imprimir más “chavitos” para repartir, o en pagar miles de pesos que, llegado cierto momento, podrían crear otros males económicos. La solución está en crear riquezas y crecimiento económico. Lo ha dicho muy bien el vicepresidente cubano: “…cualquier incremento de salarios o descenso de precios… solo puede provenir de una mayor y más eficiente producción o prestación de servicios que permita disponer de más ingresos”.
Un lenguaje duramente realista cuando se ha vivido tanto tiempo del Estado providente y paternalista, y de maldecir la palabra “riqueza” al tiempo que se esperaba por la generosidad de la riqueza de otros. Queda claro que tener el mayor número de médicos o de maestros per cápita no es suficiente.
Pero la carta de los médicos y los siete años sin respuesta revelan, además, otro detalle importante. Los 21 médicos, al remitir su carta, manifestaban su confianza en las instituciones mencionadas. Pero no recibieron respuesta, y la que recibieron no respondía su reclamo. Y esto denota una seria debilidad institucional: la ausencia de canales efectivos para responder a las necesidades ciudadanas, o al menos a este tipo de necesidad ciudadana. Ignorar la demanda no la elimina, solo la enquista y la acumula. Aunque la respuesta no satisficiera positivamente la demanda, era necesaria. De hecho, es aún necesaria. Ninguna institución, ningún Estado, puede darse el lujo de ignorar “olímpicamente” las demandas ciudadanas. No se trata solo de la debilidad moral que subyace en el desencuentro entre el derecho de los últimos y el deber de los primeros, sino de la separación efectiva que genera entre unos y otros. Sin confianza en las instituciones no hay sentido de pertenencia, sin sentido de pertenencia se pueden vivir el sacrificio y la espera, pero no se comprenden, ni se asumen. El individualismo, o el abandono, entonces es cuestión de tiempo, o de oportunidad.
De modo que la sociedad cubana de hoy demanda a un tiempo mesura e inteligencia, tanto como acciones y transformaciones concretas que se puedan ver, experimentar y hasta comer y abrazar. Y voluntad para dejar los manuales decimonónicos, único modo de responder a nuestras necesidades presentes de forma coherente. La carta olvidada de los médicos demuestra que las dificultades económicas son solo la punta del iceberg, hay otras que están en el núcleo mismo del andamiaje social. Por eso habló también el vicepresidente cubano de “cambios estructurales y de conceptos”. Y sí, se puede... y se debe.
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