sábado, octubre 27, 2007

CUBA-VENEZUELA

Cuba-Venezuela


Por Américo Martín

En su reciente visita a Santa Clara, el presidente Chávez despertó una vez más la curiosidad general al anticipar que Cuba y Venezuela eran ya un solo gobierno y un solo país. ¿Qué lo movió a soltar eso? Que no se trata de un capricho pasajero lo demuestra un reciente documento emanado del gobierno venezolano, que lleva por título: ''Lineamientos generales del plan de desarrollo económico y social de la nación 2007-2013'' Se aprecia en él que la revolución está en la disyuntiva de internacionalizarse o perecer.

Es la primera vez que en un texto oficial se proclama el objetivo de intervenir en otras naciones. Reconoce francamente la intención de ''fortalecer los movimientos alternativos en Centroamérica y México'', ''incentivar grupos de solidaridad en territorio gringo'' y ''consolidar el eje Cuba-Venezuela-Bolivia en el ALBA para emprenderla contra los TLC''. El remate natural de semejante voluntad estratégica es, en palabras de Chávez, la formación de un solo gobierno. Aquí cobra sentido el ALBA, nunca concebido como mercado normal, sino como pacto político-ideológico. Pero nace atado al ingreso petrolero y a las dificultades económicas de Venezuela. Es su flanco vulnerable.

Permítaseme un ejercicio especulativo. Fidel sería presidente, Chávez presidente en ejercicio y Raúl, Correa, Evo, Ortega y Jorge Rodríguez prefectos de las provincias de Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela. Más confiable para el convaleciente caudillo un Chávez amarrado emocionalmente a él, que en un Raúl tentado por el diablo de la apertura.

Habría que preguntarse cuáles poderosas razones llevarían a Cuba a convertirse en lo más cercano a una provincia venezolana. En su discurso del 17 de diciembre de 2005 en la Universidad de La Habana, Fidel Castro reconoció que el capitalismo podía regresar a la isla si no se hacía algo para impedirlo. No habló con el aplomo de siempre, sino con honda angustia. Castro, sometido a su larga convalecencia, trata de impedir que siga avanzando la apertura con privatizaciones masivas de empresas estatales, conforme al modelo chino.

El 26 de julio, en un dramático discurso, Raúl Castro anunció cambios estructurales. Reconocía sin proponérselo que el yugo impuesto a los cubanos es un bestial e inútil ensañamiento. Su discurso dio inicio a una ardiente polémica plagada de acusaciones brutales. Los ''autogestionarios'', que quieren eliminar la tarjeta de racionamiento y fortalecer a los trabajadores por cuenta propia, llaman burócratas neocapitalistas a los tradicionales. Y éstos replican definiendo a los autogestionarios como superrevolucionarios de fachada y neoliberales en contenido. El asunto se está yendo de las manos. ¿Cómo impedir que el capitalismo y la perestroika se asienten en la isla? Cuba está cruelmente empobrecida. La revolución ha matado sus fuerzas productivas y se sostiene sobre bayonetas. Pero bien decía Talleyrand a Napoleón: ``Sire, las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse sobre ellas''.

A Fidel Castro le viene al pelo la propuesta de Chávez. Un solo país, una confederación, cual la Unión Soviética de los viejos buenos tiempos. Lo que no encaja es el rechazo de la amplia mayoría de venezolanos al sistema fidelista. Tampoco los cubanos se ven alborozados. El único entusiasmado es Chávez. Raúl no pasó de saludar los 14 convenios firmados en Santa Clara, farfullando que acentuarían la ''integración'' cubanovenezolana. Pero ''integración'' no es ''gobierno''. MERCOSUR, la CAN y el MCC lo demuestran.

El intercambio comercial de los dos países podría llegar a 3,000 millones de dólares. Venezuela tiene dinero, pero no es confiable. Su sectores industrial y agrícola declinan. Chávez ha construido una economía de puertos, adicta a las importaciones, de modo que no puede apuntalar por mucho tiempo la economía de sus aliados. Obviamente la tesis de los dos en uno es un alucinante disparate.
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Fragmento escrito por Carlos Alberto Montaner tomado de
http://www.firmaspress.com/129.htm

¨Américo Martín fue un joven revolucionario venezolano que en la década de los sesenta intentó repetir en Venezuela la experiencia cubana. Fue a La Habana, se entrevistó con Castro, forjó lazos políticos y regresó a su país decidido a emular al máximo líder. Poco después creó y dirigió un frente guerrillero, alcanzó el grado de comandante, y, finalmente, acabó en la cárcel. Indultado a los pocos años, todavía bajo los efectos de la influencia marxista, tras terminar la carrerra de derecho y convertirse en un brillante abogado, aspiró sin éxito a presidente, fue diputado, y pasó por la política con una honradez absoluta que ni sus enemigos ponen en duda. Mientras discurría su accidentada vida, Américo Martín se fue alejando del comunismo en un recorrido perfectamente previsible: primero socialista de izquierda, luego socialdemócrata, y, finalmente, liberal. La experiencia práctica y mil buenos libros lo habían convertido en una de las personas más lúcidas de su país. ¨