miércoles, octubre 03, 2007

MORATINOS Y EL SÍNDROME DE LA HABANA

Moratinos y el síndrome de La Habana



Por Frank Calzón

El Síndrome de Estocolmo es el nombre de una condición psicológica que se manifiesta cuando los rehenes se identifican con los secuestradores. Mientras más dura la captura, más propensión tienen las víctimas a caer bajo la influencia de este síndrome porque el secuestrador ejerce un poder absoluto sobre la vida y la muerte de su aislada víctima. Así, es él quien facilita o limita el agua, el alimento, las horas de sueño, el acceso a un inodoro, a una ducha, a caminar al sol, a hablar con otras personas. Ese control absoluto que despliega el verdugo lleva al rehén a convencerse de que está totalmente solo, que no recibirá ayuda de nadie, y que toda resistencia es inútil y sólo logra empeorar la situación.

Ese es el tipo de control que ejercen sobre el pueblo de Cuba Fidel Castro y ahora su hermano Raúl.

En Cuba, todo proviene de los Castro y de su gobierno y el régimen quiere que los cubanos crean que no tienen otros amigos. Hasta los diplomáticos extranjeros en La Habana, comienzan al cabo de cierto tiempo a sentir esa ''dependencia intimidadora'', y se muestran reticentes a condenar las barbaridades que se cometen en su contra porque ''protestar sólo empeora las cosas''. Es por eso que las fotos, todo sonrisas, del ministro español de Relaciones Exteriores, Miguel Angel Moratinos, con el general Raúl Castro son tan lamentables.

( Las altas funcionarias del gobierno español Leire Pajín y Trinidad Jiménez escoltan al canciller cubano Felipe Pérez Roque; la estatua de José Martí observa..... Nota y foto del blogguista )

Los atropellos de Castro --su licencia para ordenar la destrucción de ventanas o la cancelación de una manifestación callejera-- se convierten en venganza. Es la forma de fustigar al cuerpo diplomático porque haya invitado a ciertos no-aprobados por el régimen a una embajada, a participar en actividades pacíficas que tampoco cuentan con la aprobación del gobierno de Castro.

No es fácil anticipar qué acción ha de tomar el régimen. Los extranjeros quieren darle una explicación lógica al comportamiento de la dictadura. Pero casi nada de lo sucedido en Cuba durante casi 50 años tiene una explicación lógica: responde al capricho y antojo de un solo hombre cuyo objetivo principal ha sido controlarlo todo en ese país. Algunos han dicho que los Castro se parecen a Franco, pero la verdad es que más se parecen a Stalin.

Hace un tiempo, diplomáticos españoles repartieron regalos de Navidad a niños cubanos. Castro reaccionó iracundo. El desfile del Día de Reyes que el Centro Cultural de la Embajada de España en La Habana había organizado, había sido aprobado por las autoridades, incluso hasta con escolta motorizada. Pero a Fidel no le gustó y la prensa cubana --que es del Estado-- se burló de los diplomáticos españoles disfrazados de Melchor, Gaspar y Baltasar, diciendo que parecían ''espantapájaros'' y ''payasos'', y del desfile ''un espectáculo capitalista importado, un peligro para los niños cubanos''. Ya los diplomáticos españoles no reparten juguetes. Y el dictador en funciones cubano y el representante español elegido por su pueblo se abrazan cuando se ven. El asunto nunca fueron los juguetes, ni que los cubanos fueran a las recepciones en la embajada española en la capital cubana. El asunto es que para el régimen toda acción independiente, por ínfima que sea, presenta un reto al control totalitario.

Así, invitar a disidentes políticos a un evento en una embajada se considera un ''acto hostil''. Entregarle a un ciudadano cubano un radio de onda corta es --¡qué ironía!-- una ''violación de derechos humanos''. A cualquier cubano que se atreva a expresarse a favor de un cambio se le califica de ''agente a sueldo'' de Estados Unidos.

¿Qué hacer ante semejante situación? Se puede comenzar por aplicar a los diplomáticos de los Castro las mismas restricciones que La Habana impone a los diplomáticos extranjeros en la Isla.
Los diplomáticos cubanos se aprovechan de todas las libertades que tienen en las capitales de naciones democráticas. Conversan con miembros de las Cortes españolas, tienen acceso a los medios de prensa españoles; fomentan relaciones con empresarios y activistas ''progresistas''; reúnen a grupos de estudiantes españoles; dictan conferencias en las universidades. Cuando la embajada española necesita un empleado cubano lo tiene que contratar de la organización del régimen CUBALSE. ¿Cuántos de esos empleados son espías del castrismo, interesados en averiguar la forma de chantajear a los diplomáticos españoles en La Habana? Porque no todo el extranjero que apoya a la dictadura cubana lo hace por convicción, también existe el chantaje.

La larga pesadilla de Cuba llegará a su fin. Si los gobiernos del planeta se liberan del ''síndrome de La Habana'', impulsarían el advenimiento de la democracia en la isla. Fidel y Raúl Castro intentarán convertir su ''juicio final'' en una negociación con Madrid, con Washington o con cualquiera, menos con la oposición interna.

Sin embargo, son los cubanos quienes han de decidir el futuro de Cuba. Si el presidente Bush se mantiene firme y el Departamento de Estado no se inmuta, y si el Gobierno de España deja de enviarle señales amistosas al presidente interino de Cuba, los nuevos líderes cubanos tendrán que sentarse con la oposición política, conversar y escuchar. Eso es la democracia. Y eso es lo que la comunidad internacional debería apoyar hoy con plena convicción. De ese tipo de conversación respetuosa renació la democracia española. Los hijos, nietos y biznietos de españoles en Cuba, que son una buena parte, si no la mayoría del pueblo cubano, se merecen ese apoyo.

Director ejecutivo del Centro para Cuba Libre.
fcalzon@cubacenter.org