miércoles, noviembre 28, 2007

¿QUIÉNES SON LOS ENEMIGOS?

¿QUIÉNES SON LOS ENEMIGOS?


Jorge Olivera Castillo – Sindical Press

26 de noviembre de 2007

La Habana – www.PayoLibre.com – Estoy en el colimador del Kalashnikov. El hombre que apunta parece decidido a realizar un disparo infalible. A 40 centímetros de distancia puedo verle el rostro al fusilero Wenceslao Thompson Brown. Un cubano al parecer descendiente de jamaicanos, que domina el arte de la guerra. Me entero que aprendió a pelear en Angola.

De allí recuerda su participación en varias acciones combativas. Han pasado 29 años de sus experiencias bélicas en África y ahora afina la puntería con una determinación fuera de dudas.

Wenceslao y el follaje, estáticos. El ojo derecho encima de la mira telescópica. El índice en el gatillo. Yo sentado en una silla plástica, decidido a escribir mi próximo artículo.

Puedo salvarme, ésta vez, del olor a pólvora y el balazo mortal. Los soldados, el que aparentemente me apunta y otro que dirige su mirada a algún sitio impredecible, son los protagonistas de las maniobras militares que implican a millares de cubanos. Ambos posan para la fotografía que se añade a una tríada de breves reportajes publicados recientemente en el diario Granma.

Como de costumbre el país se moviliza para repeler una presunta incursión de la infantería norteamericana en las costas de la isla. Es parte de un ciclo natural donde la alharaca en torno a un choque armado entre los dos países alcanza su clímax. Mantener el ardor patriotero como una forma de canalizar el descontento ciudadano y agenciarse cuotas de legitimidad a partir de la exacerbación de un peligro de invasión, más retórico que real, se perfilan entre los objetivos a alcanzar por el régimen.

Ciertamente, por más pronósticos y recursos que se viertan a razón de una guerra, hasta el momento constreñida a los límites de la manipulación y el aspaviento. Nada va a hacer cambiar el pensamiento crítico de cualquier cubano que se precie de contar con un mínimo de sentido común. El terrorismo de estado puede inducir a la pasividad, la doble moral y al uso de otros camuflajes, pero no a digerir la mentira como si fuera un chocolate de la marca Nestlé.

( Movilización militar; foto de archivo )

Es difícil encontrar un cubano que logre articular una expresión creíble de miedo o preocupación a causa del asalto de los marines proclamado por la maquinaria propagandística del gobierno. Son decenas de años de preparaciones combativas, construcciones de túneles hoy convertidos en sitios ideales para prácticas erótico-sexuales a falta de lugares idóneos, también refugio de roedores y mosquitos Aedes Aegypti debido a las eternas humedades y las sombras sin límites.

La élite de poder guarda con celo los verdaderos temores. Le preocupa el descontento social, no sabe como evitar la inmersión de una revolución que se hunde sin los impactos de los torpedos del enemigo.

Un desborde de la anarquía, que se balancea entre apotegmas ultraortodoxos ya descoloridos por el uso indiscriminado y la fatal previsión de los gobernados de que el socialismo real es una derivación del látigo y el trago amargo, pasó a la vanguardia de las inquietudes de la corte totalitaria.

¡Patria o Muerte!, es en la actualidad una sentencia que se apaga apenas alcanza su valor sonoro. La vigencia de está fórmula no excede la brevedad de un suspiro.

¿Quién va a defender un sistema que convierte cualquier esperanza de progreso en chatarra?, ¿Qué justificación podría sostener el hecho de que la patria sea patrimonio de un partido tan elitista como las etnias amazónicas dominadas por caciques y hechiceros?
Lejos de todo espíritu de odio y antagonismos hacia los norteamericanos, el pueblo cubano desea paz y libertades. Muy pocos imaginan un escenario donde haya intercambio de fuego entre los ejércitos de ambas naciones. Al contrario, si pudieran, centenares de miles de mis coetáneos se irían a tratar de reconstruir sus vidas en las entrañas del ¿monstruo?

La realidad es terca. Al final se sale con las suyas. Los combates se escenifican en La Habana y en Sibanicú, en el pueblito de Lajas y en la ciudad de Santiago de Cuba.

Sobran las refriegas y las tensiones en todo el territorio nacional. Aseguro que en los choques no hay norteamericanos. Todos los implicados batallan, día a día, contra las absurdas prohibiciones, el racionamiento, la inflación, el acoso de la policía, las discriminaciones en relación con los turistas extranjeros, la burocracia y los bajos salarios. La pugna es enconada y parece que no habrá armisticio por el momento.

El régimen termina las maniobras tituladas Moncada 2007, antes fue la operación Caguairán y el próximo año Bastión 2008. Tres demostraciones de fuerza, tres indicadores del afán de la nomenclatura por mantener al pueblo entretenido y bajo control.

Yo, Wenceslao y el resto de la tropa que le acompaña sabemos que la guerra es permanente. Sin tiros, ni bombas de racimo, pero tan bestial como suelen manifestarse los combates a muerte. Son los conflictos de baja intensidad de todo el pueblo contra los demonios entrenados en las oficinas del partido comunista.

Si alguien descubre un invasor de acento anglosajón agazapado en algún recoveco urbano o rural de Cuba, por favor avíseme. Y, por favor, no se confunda con un turista canadiense o inglés de los miles que vienen a ver cada año el parque jurásico del Caribe.

Mientras tanto voy pensando en una estrategia eficaz para repartir las 11 onzas de pescado per cápita en el almuerzo y la comida. ¿Para qué un fusil?