ELECCIONES
Elecciones
Según los datos censales disponibles desde ayer en la página web del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de España, el número de personas nacidas en Cuba residentes en España aumentó en 2007 hasta las 83.121.
De ellas, 35.786 habían adoptado la nacionalidad española. El resto, 47.335, no lo ha hecho aún. O no lo hará.
De manera que cerca de 30.000 cubanos acudirán a las urnas el próximo 9 de marzo, en el entendido de que la cifra total recoge también a los nacidos en Cuba que no alcanzan la edad necesaria para ejercer el voto.
Se trata de suma despreciable en un censo electoral con 35.067.281 de votantes –algo menos del 0,1 por ciento-, especialmente si se piensa que el sistema D’Hondt privilegia el voto rural, siendo los cubanos reacios a convertirnos en guajiros en ejercicio, una vez exiliados. O emigrados.
En alguna otra ocasión, creo recordar que cuando las últimas elecciones catalanas, se me reprochó llamara a los cubanos a votar en tanto españoles, pero también en tanto cubanos. Fue reproche atendible y que más de uno me argumentó con apasionamiento.
Pero no voy a abstenerme de volver a incurrir en ese «error», en ocasión de las elecciones españolas que vienen. Continúo creyendo que la política exterior de un gobierno es asunto principalísimo para decidir el voto. Muy especialmente, cuando dicha política revela taras morales.
No veo por qué un español no nacido en Cuba puede tener en cuenta la ineficacia de la política exterior de Zapatero & Moratinos y su compadreo, o genuflexión, ante tiranías diversas, mientras que un cubano-español deba abstenerse de tales consideraciones por un equívoco prurito de asimilado, cosmopolita o descubanizado.
Y tengo para mí que muchos de esos 30.000 votantes pensarán, de camino al colegio electoral, en su bolsillo y en tantas otras cosas, pero también en Cuba.
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