FISCHER, EL GENIO MARCHITO DEL AJEDREZ
FISCHER, EL GENIO MARCHITO DEL AJEDREZ
Por Andrés Pascual
1966 fue un año de dos acontecimientos interesantes para el mundo: uno, en el orden deportivo; el otro, en el orden político...Con La Habana como sede, se celebró la Olimpiada Mundial de Ajedrez, evento en el cual se vieron frente a frente los mejores equipos del mundo en el juego que llaman ciencia y que es el máximo enfrentamiento individual a que llega el individuo consigo mismo y con un contrario...el ajedrez es guerra en plano metódico de pacifismo; con La Habana como sede también, se realizó la llamada Reunión Tricontinental, que si representó el concepto de "guerra caliente", porque agrupó alrededor de la Unión Soviética y del tirano de la Isla a casi todos los grupos subversivos contra el orden social establecido en calidad de frentes guerrilleros que, como ha sido hasta hoy, enarbolaron la bandera casi mítica del antimperialismo.
En medio y relacionado con ambos eventos, la figura desagradable del "gaucho infernal": Che Guevara se quiso colocar el mismo, a partir de un gusto pésimo y un juego peor, como "el descubridor del ajedrez" para Cuba, desconociendo totalmente que estaba en la Patria de José Raúl Capablanca y Graupera y que nada ni nadie podía traer a la ex-Perla de las Antillas en calidad de descubrimiento, lo que el inmortal trebejista nacido en el Castillo del Príncipe dejó como legado nacional: su nombre, su maestría y su proyección internacional indiscutible.
Pero Che Guevara si tuvo un rol de importancia en el movimiento guerrillero internacional; porque se le colocó en calidad de ícono de la reunión Tricontinental y fue a partir de una frase suya en carta dirigida a esa reunión que se trazaron los lineamientos de la penetración comunista en casi todo el mundo y que se gestaron los grupos reaccionarios que, hasta hoy, tanto daño le han hecho a la paz mundial: "Crear dos, tres, muchos Viet-Nam..."
La Olimpiada ajedrecística fue preparada por La Habana para completar el grado de importancia internacional que, entonces, se pretendía para el país como casi miembro del Pacto de Varsovia no solo por Castro; sino por la Unión Soviética también y el juego de ajedrez en Cuba durante el castrismo se convirtió en una imposición del modo de vida soviético, porque era capaz de mantener en espacios cerrados fuera la casa o la Academia a la población a partir de la adicción que produce: el pueblo en el ajedrez, tal vez quería decir "fuera de la conspiración anticastrista".
Robert J. Fischer(FOTO) visitó La Habana por primera vez en 1957; entonces tenía 14 años y lo hizo para brindar una serie de simultaneas en el entonces Casino Deportivo invitado por el club Capablanca de la capital de la ex-República. En ese momento, ya había dejado de ser "niño prodigio" y se adentraba en los vericuetos de la genialidad trebejística: uno de dos jugadores en la historia del ajedrez que cumplimentaron perfectamente los términos "prodigio infantil" y "genio supremo"; el otro, el orgullo cubano: José Raúl Capablanca.
En 1965, Fischer aceptó jugar en el V Torneo Capablanca in Memoriam; pero problemas con el visado le impidieron viajar a la capital cubana; no obstante, aceptó jugar por teléfono desde el Manhattan Chess Club, de Nueva York, con un representante del contrario enfrente. En La Habana solo aceptó como su representante a un hijo de Capablanca. Fischer no pudo ganar aquel torneo; pero quedó en 2-4 lugares empatado; sin embargo, produjo variantes a las jugadas del peón rey que, a partir de entonces, comenzaron a cambiar la estrategia de la llamada Defensa Siciliana.
En la Olimpiada tampoco pudo ganar la medalla de oro al Primer Tablero porque perdió una partida contra Florin Geuorgiov, de Rumanía, una partida que pudo ganar si hubiera aceptado las tablas que su contrario le ofrecía. Aquella medalla de oro la gano Tigran Petrosian, de la Unión Soviética; sin embargo, cuando USA jugó contra la URSS le colocaron de contrario a Boris Spasski, sin dudas por temor a que Petrosian, de juego frío y tranquilo, no pudiera con Fischer y tenían razón, porque durante los matches de candidatos previos al Campeonato Mundial de 1972, destruyó a Petrosian 6.5-1.5.
Fischer se convirtió en nuestro ídolo rápidamente en Cuba por dos razones: por su juego increíble y porque entonces le veíamos como "nuestro representante" en el enfrentamiento contra los soviéticos y, a nadie hizo quedar mal. Rabia virulenta fue lo que destiló la prensa y el radio castristas durante los matches de candidatos y durante el campeonato mundial que conquistó derrotando 12.5-8.5 a Spasski.
La trayectoria de Bobby Fischer-que no jugaba los sábados por concepto religiosos-, desde 1959 hasta 1972, fue horadando poco a poco la poderosa "escuela soviética de ajedrez" a tal extremo que Mijail Botvinik, entonces reconocido como padre de esa llegó a decir que: "...si este hombre continua se acaba el ajedrez; o habría que colocarle otra pieza: es "matchade" del juego"..."
La negativa a enfrentar a Anatoli Karpov y su reclusión posterior, adornada con flashes de publicidad ocasional, dio como resultados que se comenzara a conceptuar un hombre enfermo.
Indebidamente, su antisemitismo y su antiamericanismo opacaron su grandeza ante su público natural: los Estados Unidos; sin embargo, nosotros los que estuvimos inmersos en el proceso de enfrentamiento Este-Oeste en Cuba, rehenes de una circunstancia ni solicitada ni deseada y víctimas de la tendencia destructora que aun continúa su estado delictivo de destrucción natural, no vemos a Bobby Fischer desde la órbita ajena; sino como aquel que, en medio de tanta ira contra el régimen castrocomunsta; en medio de tanta impotencia político-social, nos hizo gozar una victoria que, desde todos los puntos de vista era más nuestra que del propio pueblo americano. Por eso lamentamos el deceso de Bobby Fischer más allá de su genialidad en el juego: porque ayer fue uno de los nuestros; aunque él no lo supiera...Descanse en paz.
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