sábado, febrero 09, 2008

EL REY DE LAS TUMBADORAS

Tomado de El Nuevo Herald.com

El rey de las tumbadoras


EL MUSICO cubano Tata Güines adquirió notoriedad como percusionista a partir de la década de 1950.

FDO. VELAZQUEZ MEDINA

El edificio estaba, está aún, espero, en la esquina de Revillagigedo y Esperanza, en el mismísimo centro del barrio de Jesús María. Llovía aquella mañana desde temprano y aunque había llegado a tiempo, el clima me hizo creer que Bernardo Marqués, mi maestro de periodismo, no iba a llegar desde Alamar, allende la bahía de La Habana. Pero me equivocaba en cuanto a la puntillosidad del Benny, que me había citado en aquella esquina para que conociera a Tata Güines, a quien él iba a entrevistar y que vivía en ese edificio del populoso barrio de Amalia, alias Jesús María.

No recuerdo mucho de aquella entrevista hecha en los años ochenta del pasado siglo. La maestría de entrevistador de Marqués era evidente igual que cierta timidez del entrevistado. Yo casi no podía creer que estaba frente a un mito de la música moderna, amigo de Frank Sinatra, Gillespie, Benny Moré, Chano Pozo y Miles Davies. ¡Qué bestia!

En esos años estaba redescubriendo la música cubana luego de indigestarme con las traducciones españolas de piezas norteamericanas que ponían como sucedáneo en la radio durante mi juventud. Saber que Carlitos Embale, mi vecino de enfrente en la calle Angeles y amigo de mi tío, era un gran músico fue una de las mayores sorpresas de la vida. Lo mismo que ver a Amadito tocando con las D'Aida, el mismo Amadito que desde la década de los cincuenta conocí poniendo inyecciones contra la hipertensión a mi abuela, y que también era vecino nuestro en Jesús María.

Y es surrealista todavía para mí recordar que ellos, junto a mi tío Julio --que era ecobio (hermano) de Cuquito Embale en un juego de ñáñigos-- bebían en el Bar Luis, que estaba en la esquina de Angeles y Gloria, junto a Benny Moré, en tanto yo jugaba con los sobrinos de Carlos y mi tío menor, Pipo, que casi tenía mi edad y fue el primero de los hermanos en morir, en la explosión del avión de Barbados.

Poco a poco esos años y esos nombres tomaron un lugar destacado en mi vida y recuerdos, a pesar de que entonces no les hacía ningún caso a sus propietarios.

De ahí mi interés por el Tata. Recuerdo que me llamó la atención aquella mañana de la entrevista que Tata Güines, a cada rato, se pasaba un pañuelo rojo por la cara para secarse un sudor inexistente. Quizás para librarse de todo mal que pudiera traerle la entrevista. Por aquel tiempo de los ochenta estaba saliendo del ostracismo y participaba en un ballet con Antonio Gades y Alicia Alonso. ¡Un ballet con tumbadora!

Meses o años después, en la presentación de un número de la revista del Ministerio de Cultura de cuyo nombre acordarme no quiero, donde aparecía un artículo bajo mi firma y que llevaba en la portada al Tata, tuve un ataque de ira cuando un joven escritor negro, al verme saludar con mucho respeto a Tata Güines, vestido con elegancia popular, a la moda de los años cincuenta y con el pañuelo rojo en la mano, me preguntó: ``¿Quién es el negro payaso ese?''

Pude contenerme y sólo le respondí con asombro: ese es el Tata Güines. El mejor tumbador del mundo, que ha tocado en Nueva York y Europa y creado escuela.

En realidad, él había dicho lo mismo que yo hubiera expresado apenas diez años antes. Así habían ninguneado al Tata y a toda su generación, hundiéndolos en el ostracismo. Sentía vergüenza tanto por él, el escritor, como por mí.

Ahora que el Tata ha fallecido, otra parte de nuestro extraordinario mundo musical ha desaparecido. ¿Quién lo sustituirá?

Honrar honra, dijo el Maestro. Por ello quiero despedir a la distancia a Federico Arístides Soto, aunque parezcan excesivas, con estas palabras dirigidas a los reyes: El Tata ha muerto. ¡Viva el Tata!


Escritor cubano.
Reside en Nueva York.

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Tata Güines tocando la pieza ¨Manteca ¨, de Chano Pozo