CON ADAM MICHNIK Y LOS PRESOS
Con Adam Michnik y los presos
Por Raúl Rivero
Madrid -- Dos días antes de salir desterrado hacia España, Pedro Pablo Alvarez pudo tener un pequeño contacto con su amigo y compañero de prisión, el periodista y poeta Ricardo González Alfonso. Allí, junto a una puerta intermedia del Combinado del Este, le dijo que se iba y viajaba al extranjero junto a otros tres prisioneros. Le regaló sus espejuelos de sol. González le dijo adiós, le dio la espalda y volvió en silencio a su celda.
José Gabriel Ramón Castillo hizo algo similar en el hospital militar de Santiago de Cuba con el médico Luis Milán Fernández. Fue otra despedida rápida, sin aspavientos, ni ampulosidades.
En la cárcel de Kilo Siete, en Camagüey, Alejandro González Raga, otro de los presos transterrados, como le gustaba decir al gran poeta Gastón Baquero, le dio la información al doctor Alfredo Pulido y éste, enfermo y adolorido, después de un leve saludo, clavó la mirada en el fondo indefinido de la litera de arriba.
Omar Pernet, que con estos cinco años que cumplió ahora acababa de dejar dos décadas de su vida en las prisiones de la dictadura, no se tuvo que despedir de nadie. Lo mantuvieron solo durante todo su cautiverio. Solo con los tormentos de su pierna destrozada y sus huesos desajustados en un accidente de automóvil mientras los carceleros lo trasladaban de una cárcel a otra.
( de izq. a derech: Alejandro,Jose Gabriel, Pedro Pablo y Omar )
Pernet, un hombre jovial y respetuoso, tiene en su memoria amigos de todas sus estaciones de encierro, desde que era casi un niño, un muchacho humilde y rebelde que entró a la juventud y la madurez por las puertas alambradas de los campos de concentración de las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP).
Los amigos que se quedaron en las prisiones de Cuba son presencias fijas, gente que pasa por las conversaciones nocturnas de los recién llegados y sus acompañantes. Algunos han podido sacar cartas viejas y papeles urgentes pasados por los pasilleros y otros presos comunes. Y los que siguen detrás de las rejas vienen y se van en esa evocaciones, pero vienen y se van, y después de una anécdota o de una historia, se desvanecen porque ya no tienen voz ni para sus amigos más cercanos.
A partir de ahora serán, también para ellos, lo que fueron ellos hasta hace muy poco. Rostros de gente querida y cercana que se han transformado con cinco años de castigos y privaciones. Unos hombres de los que sabemos por las notas del periodismo independiente, por las denuncias de las organizaciones de derechos humanos y por la tenacidad de las damas de blanco.
Esta semana estuve en Varsovia invitado por un hombre que estuvo encerrado por los motivos que están en las cárceles los presos políticos cubanos. Hablo del periodista Adam Michnik, director del diario Gazeta Wyborcza, el más importante de Polonia con una tirada de medio millón de ejemplares todos los días.
( Adam Michnik )
Michnik me llevó a su periódico, surgido en medio de la lucha contra el comunismo, para que hablara de los prisioneros y de la situación de Cuba.
El público, que vivió un proceso similar al que se vive en la isla, hizo muchas preguntas y se interesó por todo y por los hombres que cumplen largas condenas por luchar para alcanzar lo que ya tiene Polonia después de la revolución de terciopelo: democracia.
Michnik, uno de los líderes disidentes más conocidos de Europa, estuvo seis años en los calabozos del general Jaruzelski. ''¿Conocen a Michnik en Cuba?'', me preguntó a la salida de la conferencia una estudiante universitaria.
Le dije que sí vagamente. No tenía tiempo de contarle que en el primer número de la revista DeCuba, dirigida por el escritor Ricardo González Alfonso, se incluye una página completa con este fragmento de una carta que Michnik escribió desde la prisión al entonces ministro polaco del Interior.
``Usted tendrá el poder que va del Elba a Vladivostock, dice el periodista, y de toda la policía de este país, usted tendrá millones de informantes y millones de zlotys con los cuales comprar armas, cañones de agua, aparatos de audición clandestina, colaboradores serviles, informantes y periodistas; pero algo invisible, un transeúnte en la oscuridad se aparecerá ante usted y le dirá: esto no lo debes hacer. Eso es la conciencia.''
Ha pasado el tiempo. El ministro es un señor retirado que le envía artículos a Michnik para que los incluya en sus ediciones. Michnik se los da un editor para que los ponga en polaco legible. Y después se pone a meditar, me dice, porque todo llega.
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