RAUL CASTRO, EN MARCHA ATRAS
Raúl Castro, en marcha atrás
Por Carlos Franqui
Un Raúl Castro agresivo y autoritario consolidó su poder nombrando una cúpula de sus más fieles y fracasados generales, mientras Carlos Lage, de 57 años, único dirigente civil que no formaba parte del grupo del Moncada y la Sierra, fue sustituido por el comandante Machado Ventura, el ministro de Salubridad del 61, que desató una persecución contra la prestigiosa clase médica cubana y contra la clase media, motor de la vida de la isla y una de las protagonistas de la victoria de 1959. Tres mil médicos y miles de otros profesionales escaparon hacia EEUU.
Machado, responsable ideológico del partido, ha sido uno de los más sectarios persecutores de la cultura, la ciencia y la política. Raúl Castro no dijo por qué sustituyó al vicepresidente Lage. ¿Por reformista, por el hijo contestario, por las especulaciones mundiales de que sería el sustituto, incluidas las de algunos dirigentes del exilio? Machado Ventura es su yesman, un represor, un incapaz sin inteligencia ni carisma. Raúl Castro debe de haber pensado: si me coge la pelona a mí o a Fidel, Lage se quedaría con el poder; con Machado Ventura el sucesor sería uno de mis más fieles continuadores.
Durante todo su discurso Raúl Castro exaltó la sabiduría de Fidel y pidió, y la Asamblea acordó unánimemente, que toda decisión importante de su gobierno, sea consultada con el comandante en jefe. No en votación secreta, como se hace en todos los parlamentos, sino con el cinismo de Alarcón diciendo que si alguien se abstenía o estaba en contra que alzara la mano, es decir, se suicidase políticamente.
Parecería que Raúl Castro no hubiese leído los mamotretos reflexivos del comandante en jefe, evidentemente estudiados para no contradecir sus órdenes. Afirmar su lucidez es uno de los actos más guataqueriles de su historia.
Castro habló de los regalos de Reyes de su infancia, olvidando que en febrero de 1965 los prohibió. Dijo que había descubierto que escribir era más eficaz que hablar, olvidando que él es el tipo que más ha hablado en el mundo. Increíblemente aconsejó a los jóvenes que no aspiraran al poder --alusión a las protestas estudiantiles y de la Juventud Comunista-- diciendo con absoluto descaro que el aspiró sólo cuando era muy joven, olvidando que lo ha ocupado por casi cincuenta años. Una de las pocas verdades por él reconocidas fue la de su pérdida total del control de su pensamiento, y que no podía caminar; no dijo que hace unos meses habló en TV largo y tendido con dirigentes chinos y vietnamitas. ¿Por qué ahora no puede hablar?
Nombró Raúl a su viejo socio el general Casas jefe de las fuerzas armadas y después de abrir un amplio espacio a las asambleas nacionales de críticas, reconociendo los desastres y responsabilidades, ahora da marcha atrás. Mucho miedo debe tener, no a la indiferencia popular, sino a los más jóvenes del partido, que reclaman cambios radicales.
Todo esto me recuerda un episodio de 1966. Estaba en desgracia, e iba caminando por la Quinta Avenida. Fidel Castro, que pasaba, detuvo su caravana y me hizo señas de que me le acercara. Abrió la puerta del carro y, sin saludarme, me preguntó qué pensaba de Mao y la revolución cultural china. Le contesté que me parecía un peligroso desastre. Respondió:
--Pienso lo mismo. Mao es un viejo chocho y está arteriosclerótico.
--Pero antes estaba bien --repliqué.
--Claro --contestó Fidel--. Ahora que está arteriosclerótico no se da cuenta de nada.
Entonces le pregunté:
--¿Cómo se resuelve la arteriosclerosis en el socialismo, Fidel?
Mordió el tabaco, tiró la puerta y se marchó a toda velocidad.
El episodio retrata lo que ocurre en la isla. Ninguno de sus herederos se atreve a contradecir al viejo chocho. Quizás esperan que pronto estire la pata.
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