EL HAMBRE QUE VIENE
El hambre que viene
Por Miguel Cossio
Raúl Castro tiene una crisis en puerta que pretende ignorar y ni sabe cómo resolver. No quiero parecer alarmista, pero cuando organismos como la ONU y la FAO hablan de una crisis mundial de alimentos están mostrando el panorama que se le avecina a un país incapaz de alimentar mínimamente a su población.
A pesar de que Castro considere la alimentación asunto de seguridad nacional, dudo que sus medidas en materia agrícola sean suficientes o que alcancen los 1,900 millones de dólares previstos para la importación de alimentos. El desastre agropecuario cubano no se recompone de la noche a la mañana.
En cinco décadas de revolución, la frase ''sin azúcar no hay país'', de José Manuel Casanova, se deformó en ésta de Fidel Castro (marzo del 2005): ``El azúcar es la ruina de la economía cubana''.
Nadie puede sobrevivir en Cuba con la libreta de racionamiento, ni el Estado puede subvencionarla a un costo de 600 millones de dólares anuales. El gobierno cubano asegura que en lo que va del 2008 ha importado ya de Estados Unidos 300 millones de dólares en alimentos, pero los volúmenes han sido inferiores respecto al año anterior, como consecuencia del alza desenfrenada de los precios a nivel mundial.
En el 2007, los productos lácteos subieron 83 por ciento; el arroz, 74 por ciento; los aceites vegetales, 60 por ciento. El Banco Mundial reporta un incremento del 83 por ciento en la cotización del trigo y el maíz. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU estima que de 121 naciones calificadas como vulnerables, 40 están en riesgo de enfrentar hambruna grave. El ejemplo más cercano es Haití.
La situación es tan delicada que el presidente George W. Bush pidió al Congreso descongelar 775 millones de dólares de ayuda para enfrentar la crisis. Esa cantidad vendría a sumarse a otros 200 millones que Estados Unidos liberó a mediados de abril.
Tanto la ONU como la FAO han alertado que no existe una solución a corto plazo y los países más afectados van a ser aquellos de agricultura dependiente o que, como Cuba, no son soberanos en materia de producción alimenticia.
Me pregunto si ante la crítica coyuntura mundial y con Wal Mart y Costco regulando las ventas de arroz, los empresarios norteamericanos van a seguir suministrando comida a Cuba en los mismos términos de antes. Igual me pregunto hasta cuándo el exilio de Miami podrá seguir financiando con sus remesas familiares al monopolio estatal Alimport, encargado de las compras de alimentos a los Estados Unidos.
En un rubro tan sensible para la dieta de los cubanos como el arroz, Tailandia, principal exportador mundial, llegó a un acuerdo con Birmania, Laos, Vietnam y Camboya para formar un cartel global de la gramínea, al estilo de la OPEP, y recortar las exportaciones en beneficio de sus mercados internos. Dudo que China, India, Brasil y otros países emergentes dejen de comerciar su arroz, para subvencionar a Cuba como la Unión Soviética hizo en el pasado con diversos alimentos. Venezuela y Bolivia tampoco pueden hacer mucho, pues son importadores netos de alimentos.
De acuerdo a datos oficiales de Cuba, la producción de vegetales y hortalizas decreció 9.4 por ciento en los primeros dos meses del año respecto al 2007. Las ventas en el mercado agropecuario interno cayeron de 16.9 millones de dólares a 15.5 millones en lo que va del 2008.
¿Dónde quedaron aquellos planes de Fidel Castro de que Cuba produciría más quesos que Francia, mejores helados que Holanda, más naranjas que la Florida y leche, carne y huevo a granel? Castro heredó a su hermano una agricultura en escombros. El problema de la comida, que Fidel nunca resolvió, es una bomba de tiempo para Raúl. Aunque la propaganda oficial oculte esta realidad y algunos medios internacionales de prensa sigan evaluando superficialmente este asunto de fondo, embelesados con las ''reformas'' de Raúl. Ninguna agricultura moderna emplea el machete o el azadón. Ni la gente come computadoras, celulares o motocicletas.
La reforma agraria fidelista del 17 de mayo de 1959 eliminó los latifundios no para entregar la tierra a los campesinos, sino para crear un gran latifundio estatal. Ese año Cuba dejó de ser un país exportador de alimentos y, con ello, se esfumó la eficacia de la clase campesina.
Hoy, ni la agricultura cubana está preparada para la circunstancia actual ni sus problemas estructurales se resuelven en un par de años. Mucho menos se solucionan vendiendo palas en divisas y entregando tierras ociosas (léase improductivas) a los guajiros.
América TeVe, Canal 41
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