miércoles, mayo 07, 2008

MUERTES Y PENAS

Nota del Blogguista


Edad: 36 años

Fecha de detención: 15 de octubre de 1994

Causa: 2/1994

Acusación: Infiltración, actos contra la seguridad del estado, asesinato, disparo de arma de fuego

Sentencia: pena de muerte.

Años en prision: 10 años

Prisión: Kilo 8, provincia de Camaguey

Dirección de la Familia: Graciela Suarez Diaz(madre) Calle 103 e/346 y 348, Edificio 20 Apartamento 7, Naranjal del Norte, Ciudad de Matanazas, Matanzas.

Reseña: Humberto Eladio Real Suarez desembarcó en una acción comando por Caibarien en la costa norte de la provincia de las Villas junto a otros expedicionarios. Durante la operacion que se realizó de noche, un miembro del partido comunista local resulto muerto en un confuso altercado. Las autoridades cubanas acusan especificamente a Real Suarez de la muerte del militante comunista. Sin embargo, la fiscalia no ha podido presentar pruebas concluyentes para sustentar su alegato. La madre de este prisionero político ha denunciado en numerosas ocasiones las condiciones en que mantienen a su hijo, quien en una carta ha hecho pública las denuncias. La tirania castrista sanciona y aplica la pena de muerte arbitrariamente, sin que los reos puedan estar asistidos por una defensa competente que garantice su proceso jurídico.

NOTA: Esta reseña fue redactada por Proyecto Rostros del Presidio utilizando diversas fuentes de información
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Tomado de Cuba Encuentro.com

Muertes y penas

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El gobierno no ha hablado de Humberto Real, un cubanoamericano que lleva 12 años con la muerte a cuestas.
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Por Raúl Rivero, Madrid | 05/05/2008

Los presos políticos que llegamos a la cárcel de Canaleta, en la provincia de Ciego de Ávila, en marzo de 2003, lo tuvimos de vecino de celda durante once meses. Se llama Edemir Torres Sifontes, alias El Mecánico. En esa época llevaba cinco años a la espera de que lo levantaran una mañana y lo sacaran al patio donde debían estar, contadas y bruñidas, las balas de su muerte.

Estaba en su cuarta década de vida y era el único preso de esa prisión que estaba condenado a la pena capital por fusilamiento por un delito de asesinato. Un episodio de violencia —con una muchacha como víctima— que había estremecido a la ciudadanía de esa región.

La mayoría de los reclusos y familiares creían que el reo merecía pagar por su crimen, pero opinaban también que los años en solitario, en una celda de aislamiento, sin conocer el día fijo en que lo llamarían al amanecer, le habían añadido una cuota de crueldad suprema a la condena, si se tienen en cuenta las condiciones de vida en esos sitios y la realidad de no tener nunca ni idea de las horas que le quedaban por vivir.

En estos días nos hemos acordado de él. Pedro Pablo Álvarez Ramos y Alejandro González Raga, dos de los prisioneros políticos llegados hace poco a España, estuvieron en ese vecindario y lo conocieron. Debe ser uno de los 30 ó 40 cubanos que se acaban de librar de la muerte por una decisión del gobierno. Al mismo tiempo, este ratificó la permanencia de la figura jurídica en el pavoroso código penal cubano y sus cañones, que apuntan a todas partes.

Hay, sin embargo, un preso cubanoamericano, Humberto Real Suárez, condenado a muerte desde 1996. El hombre fue integrante de un comando armado que trató de infiltrarse en Cuba en 1993. Mató a un funcionario del Partido Comunista en los momentos de entrar al territorio nacional por la zona de Caibarién.

Real Suárez está en estos momentos en la franja de aislamiento de la cárcel Kilo 7, de Camagüey. González Raga, que salió directamente de esa prisión para Madrid, con una escala de horas en el Combinado del Este, en La Habana, lo vio varias veces a lo lejos y en dos oportunidades pudo saludarlo.

Entre los casos pendientes de apelación a la pena de muerte, se hizo mención a dos salvadoreños acusados de terrorismo, pero el nombre del cubanoamericano ni se mencionó.

Real Suárez lleva 12 años con la muerte desnuda en el baño turco. Y en otros puntos de la celda, en los pasillos, el cepo y la enfermería, porque tiene que convivir con los reos más peligrosos de esa prisión. O de cualquier centro penitenciario al que lo trasladen.

En realidad, son tres lustros los que ha pasado en esos calabozos creyendo que escucha, en el sueño y en el desvelo, un ruido de metales y unas voces de mando. La verdad es que sin que haya estallado la pólvora, ni se pueda ver un lamparón de sangre en la pared, hay mucha muerte ahí. Mucha muerte y mucha pena.