EN TORNO AL VI CONGRESO DEL PCC
Tomado de Cuba Liberal.org
Por Elías Amor Bravo, Valencia
EL GOBIERNO DE RAÚL CASTRO sigue escribiendo con líneas torcidas las páginas de la historia reciente de Cuba. Apenas acaba de lanzar una serie de medidas económicas que, sin duda, van a provocar efectos perversos sobre las cuentas públicas del país, y generar una serie de desequilibrios cuya corrección puede exigir grandes sacrificios en el futuro, y ahora se lanzan a una carrera loca por revitalizar el Partido Comunista Cubano, PCC, la única organización política permitida en la Isla y a la que, constitucionalmente, corresponde el aparato institucional del Estado comunista, anunciando su sexto congreso para el año próximo.
Justo en la dirección contraria que deben ir las cosas. Este sería un momento excepcional para promulgar, por ejemplo, una nueva ley de actividad política que, a partir de la ruptura del monopolio político comunista en la Isla, permita el desempeño y actividad de asociaciones y organizaciones políticas de espectro distinto al comunista, para ir dando cauce a la demanda de centenares de grupos opositores que están empezando a construir redes de influencia social cada vez más importantes en el país. Medidas como ésta, unidas a la autorización para la entrada en funcionamiento de medios de comunicación que puedan plantear opciones políticas alternativas, otorgarían al régimen de Raúl Castro un reconocimiento internacional incuestionable.
Sin embargo, en vez de apostar por la renovación ideológica, Raúl Castro parece empeñado en recuperar el PCC, y darle un nuevo impulso. ¿Para qué? Sin duda, para mejorar la grave penuria de la economía cubana, inmersa en una permanente escasez, falta de productividad y en lo que algunos analistas califican como un amplio proceso de desobediencia civil, ante la absoluta falta de expectativas en el futuro y creencia en la capacidad de los dirigentes políticos actuales para desarrollar los cambios que necesita el país. ¿Pero es que se puede confiar a un partido la recuperación de una economía? ¿En qué cabeza con el más mínimo sentido común cabe esta absurda estupidez?
Volver la vista al PCC, es volver la vista atrás. Tratar de recuperar un pasado perdido en el que nadie cree, ni siquiera los militantes comunistas cubanos. Las instituciones tan obsoletas que se han creado en el país, que han servido de correa de transmisión para un régimen totalitario inspirado en las doctrinas bolcheviques y estalinistas de peor abolengo, no son la solución para el futuro de Cuba.
Las organizaciones de masas creadas por el régimen para su mantenimiento y control coercitivo de la población, ya no sirven para despertar las ilusiones de participación social, ni para generar las poderosas redes de influencia política que existieron en Cuba durante años, y que están en el origen del exilio masivo de dos millones de cubanos. Con Fidel distante del poder, nada del pasado tiene sentido. Es lo mismo que intentar reivindicar el régimen de Fulgencio Batista, medio siglo después de su desaparición. El tiempo no pasa en balde, y en 2008 las generaciones de cubanos y cubanas que desean una vida mejor, más libertades y democracia, más posibilidades de expresar libremente sus ideas y de alcanzar aquello que constituye sus sueños legítimos, no quieren más comunismo ni palabrería. Ni tampoco aspiran a nada que represente una ideología que es el fracaso social más grave del siglo XX y que desapareció, además, con ese siglo.
Y volviendo al terreno práctico. ¿Qué es lo que verdaderamente puede interesarnos del VI Congreso del PCC actualmente en marcha?
En primer lugar, la renovación. Es previsible que las generaciones de ancianos que encabezaron la “revolución” sean sustituidas por nuevos dirigentes, hombres y mujeres, a los que habrá que evaluar en función de su capacidad para comprender lo que significa el mundo real, y la necesidad de cambiar lo que no funciona. De momento, puede considerarse una buena noticia que Morales Ojeda, primer secretario en Cienfuegos, haya sido promovido a la secretaría general del comité central, un órgano con poder organizativo y de relación. Gente de nuevas generaciones, con capacidad ejecutiva, y que aspiran a mejorar el país. Muchos de ellos, incluso más jóvenes que yo mismo. La cuestión es si serán capaces de mover las conciencias que todavía permanecen dormidas y ausentes. Gran favor harán a Cuba si perseveran en la línea del cambio. Nos tendrán siempre a su lado.
En segundo, vamos a observar lo que sucede en las asambleas locales que ya han comenzado como en Villa Clara. Generalmente, las discusiones en el seno del PCC han sido muy controladas, al igual que en todo tipo de asambleas y foros creados por el régimen castrista. Sin embargo, también es cierto que los militantes comunistas suelen tener un cierto grado de confianza interna para denunciar los problemas sociales y económicos del país. En última instancia, está el doble lenguaje. En Cuba, los analistas vienen observando un cierto hastío de tanta pregunta y demanda de información a la sociedad desde que Raúl Castro accedió al poder, y nada de soluciones concretas. La militancia comunista, como en Villa Clara, tiene ahora la posibilidad de dirigirse a la mayoría de la población para plantear los problemas que realmente preocupan y exponer las soluciones. Promover la transparencia real en esos debates, facilitar aire fresco a las discusiones, integrar a diferentes sensibilidades y colectivos sociales, no convertir a los rivales en enemigos, son, entre otros, los retos que se plantean ante el VI Congreso del PCC.
Tercero, la obsesión por la producción, la eficacia y la productividad, vuelven de nuevo a poner sobre la mesa un lenguaje que, en décadas, no ha estado presente en la sociedad cubana. Pero es preciso volver de nuevo a la cuestión principal. ¿Es que alguien en su sano juicio puede creer que un partido político, por muy monopólico y hegemónico que sea, puede resolver los problemas de una economía? Los partidos y las organizaciones democráticas sirven para movilizar a los ciudadanos, para dar sentido y expresión a la opinión pública y las demandas sociales, pero la responsabilidad de la gestión de que una economía funcione, depende de las instituciones y organismos creados en esa sociedad a tal fin. No me cabe duda que los existentes en Cuba no son, quizás, los más adecuados, y no están a la altura de las circunstancias. En cualquier caso, pedir al PCC que haga suyo el objetivo de salvar la economía cubana excede de cualquier planteamiento sensato, y huele a trampa y traición. Quizás los militantes comunistas cubanos deban reflexionar cuanto antes sobre estas cuestiones, porque 50 sirviendo a los mismos intereses, es también un tiempo muy largo.
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