EL SUCIO NAIPE DE MORATINOS
El sucio naipe de Moratinos
Por Vicente Echerri
El levantamiento, esta semana, de las sanciones diplomáticas que la Unión Europea le impusiera al régimen cubano en 2003 (a raíz de una ola represiva que llevó a la cárcel a un grupo de disidentes y cuya aplicación se suspendiera dos años después), se produce en medio de una atmósfera de escepticismo y reticencia que reflejan todas las partes.
Entre los gobiernos europeos, el ministro de Relaciones Exteriores de Eslovenia, país que preside actualmente la Unión, reconoce que el bloque tiene ''muchas dudas'' sobre los efectos de levantar las sanciones. El canciller cubano, a su vez, se mostró cauteloso y dijo que ellos se tomarían su tiempo ''para evaluar el asunto'' y que, ''en el momento apropiado, reaccionaremos de manera oficial''. Algunos portavoces de la disidencia reaccionaron con desencanto, previendo que esta falta de presiones sólo podría acarrear ''más represión''; y el gobierno de Estados Unidos dijo, a través del portavoz del Departamento de Estado, que podía darse la sensación de que ''se le presta una legitimidad adicional, o se le da a entender al régimen dictatorial ... que su continua opresión del pueblo cubano es ahora más aceptable que antes''. En el exilio pocos hasta el momento se han pronunciado. Sea esta opinión, pues, una de las primeras.
( Moratinos en una de sus visitas a La Habana )
Como todos los organismos internacionales, la Unión Europea es poco menos que una entidad virtual donde se cuecen muchos intereses y se oyen muchas voces, aunque, por momentos, se valgan de una sola máscara e intenten hablar con una sola voz. La reciente decisión sobre Cuba es más el resultado de una política española, y particularmente del gobierno de Zapatero, con su propia ''agenda cubana'' que el canciller Miguel Angel Moratinos ha vendido con entusiasmo entre sus colegas europeos, a contrapelo de la realidad, la cual parece no importarle.
Puesto en otros términos, Cuba no es más que un pretexto del gobierno español, y de los señores Zapatero y Moratinos en particular, para la invención de una política que le dé pertinencia a España en este su antiguo ámbito colonial donde todavía se cree llamada a ejercer un arbitraje de peso($). La jugada de los españoles resulta obvia: `Cuba es cuestión nuestra, es nuestra hija rebelde y resabiosa, tal vez algo putilla, pues primero se fue con los americanos y luego con los rusos, pero a la que insistiremos en traer al buen camino por nuestros métodos, que no coinciden con la insolencia yanqui, ¿verdad que no?'
Eso es lo que ha ocurrido esta semana: una vez más, España, nuestra malísima madre patria, de la cual creímos los cubanos haber salido de una buena vez en 1898 gracias a los cañones americanos, se ha sacado a Cuba de la manga como una jota de bastos (que más no vale) y la ha puesto en la mesa del casino de Europa con un gesto de triunfo: '¿la veis? Tenemos una política cubana'. Ante el poco interés de los socios de mesa que han presenciado muchas veces antes esa jugada, España insiste en que se fijen en el naipe: la jota tiene los rasgos achinados y eunucoides de Raúl Castro.
Los cambios auspiciados por Castro II --intrascendentes y ridículos desde cualquier punto de vista serio (que si la gente puede entrar en hoteles, que si puede comprar celulares, que si reparten unas tierras baldías) y que no rozan la esencia del problema: la carencia de derechos de toda una nación y la inmovilidad de una tiranía fracasada-- le sirven de pretexto al gobierno español para lanzar una iniciativa que le preste algún crédito. 'Si tan sólo este Raúl se portara bien y soltara a los presos políticos', deben estar pensando Zapatero y su obsequioso canciller, 'si dejara de acosar a estas señoras que se visten de blanco', razones mínimas para que España obtenga algunos réditos (políticos y económicos de ser posible) de su jugadita cubana.
Pero el régimen cubano no puede ser infiel a su perversa naturaleza y sobrevivir, y como de sobrevivir se trata, no importa cuán tentadoras resulten las zanahorias acarameladas que muestren los europeos inducidos por España, el castrismo (primero o segundo, da igual) no cederá en nada esencial. Y para que no quede ninguna duda al respecto, antes de que pasara un día del anuncio de la Unión Europea, arrestaban en Matanzas a seis disidentes y, al tiempo de escribir esta columna, todavía se desconocía su paradero.
Esta ''política'' europea, y española en particular, que, lejos de contribuir a la libertad de los cubanos, sólo sirve para legitimar la continuidad de la tiranía, no es más que una vergüenza que debemos poner a la puerta del gobierno de Zapatero como un estigma permanente. Y esperemos que la próxima vez que en un foro internacional, el emprendedor ministro Moratinos saque otra vez la desastrada carta de Cuba, alguien se atreva a decirle: ``guarde ese naipe''.
©Echerri 2008
El ministro Moratinos ha convencido a la UE para que levante las sanciones a la dictadura cubana.
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