viernes, junio 06, 2008

ENTREVISTA CON HUBER MATOS

Tomado de Cuba Libre Digital.com


Entrevista con Huber Matos

Por Juan González Febles

Huber Matos en su libro “Como llegó la noche” ofrece el testimonio de, quien siendo uno de los más importantes jefes de la revolución cubana, se ve inmerso en un proceso sumario, acusado de “conspiración” y condenado a 30 años.

Los largos años de maltratos y huelgas de hambre -detalladamente documentados en el libro- no lograron hacer mella en la voluntad ni en los principios de este maestro pedagogo dedicado a la causa de su patria: Una Cuba independiente y democrática.

Hoy, en vísperas de cumplir sus 90 años, nos concede esta entrevista.
J.G.F En su libro “Cómo llegó la noche” relata minuciosamente una serie de hechos que se convierten en claves para comprender la Historia reciente de nuestro país. ¿Sabe usted, que a pesar de ser un texto prohibido, el mismo circula y es leído con gran interés en Cuba? ¿Cree, que esto sea el comienzo del triunfo de la verdad contra tantos años de difamación hacia su persona?

H.M. Sí, creo que se está haciendo claridad después de tanta distorsión. Creo que el libro contribuye a poner en claro muchas cosas que para gran parte de los cubanos estaban vistas a través de la Historia propagada por el gobierno.

J.G.F. En la madrugada del 10 de marzo de 1952, tras dar un golpe de estado, Fulgencio Batista ocupa la presidencia de la nación. ¿Qué consecuencias tuvo para Cuba este suceso?

H.M. Fue lo que desgraciadamente abrió las puertas a la revolución. Sin el golpe de estado no hubiese acontecido ese proceso tan traumático para la nación cubana.

Ya en la década del cuarenta habíamos arribado a la mayoría de edad de nuestra república, al aprobarse, con la participación de todos los partidos, una Constitución. Una de las más modernas de su tiempo: la Constitución del 40. A partir de entonces, se sucedieron los gobiernos que el pueblo elegía por el término de cuatro años. Al primer mandato de Batista, le siguió el de Grau San Martín y ya, al final del gobierno de su sucesor, Prío Socarrás, precisamente en la víspera de las elecciones, es cuando Batista toma de forma violenta el poder utilizando sus vínculos con los militares.

Eso fue un hecho que estremeció a toda la población. Fue una flagrante violación de los derechos fundamentales del pueblo de Cuba.
Había que dar una respuesta. Desgraciadamente la respuesta pacífica, las respuestas concertadas no fueron suficientes.

J.G.F. ¿Por qué se une al movimiento 26 de Julio?

H.M. Decido unirme al 26 de Julio cuando, a pocos días del desastroso desembarco del Gramma, el grueso de los expedicionarios son emboscados y muertos, o capturados y rematados, en un lugar conocido como Alegría del Pío. Algunos de esos expedicionarios habían sido alumnos míos en Bayamo y en Manzanillo. Esa atrocidad colma una serie de hechos, y me decido a pasar de las acciones cívicas a la lucha armada. Y por lo tanto a involucrarme en el movimiento.
Ya anteriormente Celia Sánchez me había pedido que me incorporara y me había hablado, con mucha fe, de Fidel y de su compromiso de devolverle a Cuba su constitucionalidad. Era un proyecto con una amplia repercusión social donde no cabía de ninguna manera el establecimiento de un régimen totalitario.

J.G.F. Usted expresa en su libro un gran respeto por Celia Sánchez...

H.M. Celia era una mujer muy sincera, valiente y con una clara vocación de sacrificio. Poseía una gran capacidad de trabajo y era una excelente organizadora.

Celia me conocía perfectamente y nos demostrábamos un mutuo respeto. Yo estoy seguro de que a ella le dolió mucho mi caso y que siempre esperó poder hacer algo por mí mientras estuve en prisión.

J.G.F. ¿Cómo en tan poco tiempo, en apenas nueve meses, alcanza el grado de comandante, al frente de la columna número nueve, una de las más grandes, y llega a convertirse en uno de los hombres fundamentales en la derrota del ejército de la dictadura?

H.M. Fueron nueve meses de constante trabajo y de una entrega total a la causa. Tuve la suerte de tener una formación que me ayudó a desempeñar con éxito las misiones que me iban encomendando. Esa formación se la debo a mis padres y a la Historia de nuestro país. A nuestros próceres como Martí, Agramonte y a todos esos cubanos que renunciaron a la comodidad de sus bienes para levantarse en armas y conquistar la independencia.

J.G.F. Pero los hechos que narra en su libro demuestran además: un gran conocimiento de la zona, un dominio de la estrategia y una excelente organización en la preparación de las defensas. La gran mayoría de las acciones que dirigió fueron exitosas, desde el cargamento de armas que llevó a la Sierra Maestra, hasta una gran parte de los combates más importantes que se dieron contra el ejército: como los enfrentamientos con la tropa de Sánchez Mosquera. No podemos dejar de valorar también, el respeto que los hombres bajo su mando le profesaban. ¿No cree que su participación en la Historia ha sido ocultada intencionalmente?¿No cree que su ejemplo es temido por quienes ejercen el control de la información en nuestro país?

H.M. Bueno, siempre traté de dar el mejor ejemplo posible, muchos de los que nos encontrábamos allí estábamos dispuestos a dar nuestras vidas.

J.G.F. En el libro muestra usted su disgusto por el juicio que Raúl Castro, siendo jefe del Segundo Frente Oriental, organiza contra el Comandante Higinio Díaz. A quien, de manera muy irregular, acusan y condenan por alta traición. ¿Cree que el mismo es un modelo que se repetirá después con otros juicios similares, como el que fue llevado a cabo contra usted en 1959 o el que culminó con el fusilamiento del General Ochoa en 1989?

H.M. Yo creo que sí. Raúl es un individuo que siempre se caracterizó por ese tipo de intrigas. Al igual que el hermano. A pesar de las humillaciones que Fidel le hacía a Raúl constantemente, se hermanaban en este tipo de maniobras. Fueron distintas situaciones pero es la misma forma de actuar, inescrupulosa e injusta.

J.G.F. Fidel Castro lo acusa públicamente de alta traición, sin que usted pudiera contestar y defenderse hasta el día en que fue juzgado a puertas cerradas ¿Cree que los hechos han demostrado su inocencia y la veracidad de sus temores, por los cuales presento su famosa carta de renuncia?

H.M. El principal motivo de mi carta de renuncia fue el alejamiento de la revolución de las promesas de recuperar la constitucionalidad destruida por el golpe de estado. Además del lenguaje demagógico y las acciones populistas radicales que nos acercaban, cada vez más, al modelo totalitario de las dictaduras comunistas. Eso desgraciadamente fue en lo que se convirtió la revolución. No era yo el equivocado, ni era yo el que engañó a la población. Mi actitud fue honesta y de rechazo a la dirección que estaba tomando nuestra nación. Hoy mantengo la misma postura y creo que lo más importante es aprender de la Historia y convertir estas frustraciones en energía y voluntad para rescatar al país de la miseria material y moral en que lo deja el castrismo.

J.G.F. ¿A qué atribuye el no haber sido fusilado?

H.M. Eso fue algo que les salió mal a los hermanos Castro.
Ellos cometieron el error de llenar la sala del juicio con jóvenes oficiales del Ejército Rebelde, a los cuales les habían llenado la cabeza con acusaciones en mi contra, con la intención de que apoyaran la sentencia gritando PAREDÓN, como usualmente hacían en algunos juicios públicos.

Pero como estaba convencido de que me iban a fusilar, no tenía nada que perder y dije toda la verdad que tenía por dentro. Expuse todas mis razones con toda la vehemencia, la pasión y la claridad de quien deja una constancia para la Historia. Y, contrariamente a lo que los Castro esperaban, ese público de militares, aplaudieron fuertemente mis palabras.
Aún así, escuchando los aplausos, yo estaba convencido de mi sentencia a muerte. Pero estaba satisfecho, porque mi intención en aquel momento no era defender mi vida, sino a todo lo que había dado sentido a mi vida.

J.G.F. Son muchos los que aseguran que la desaparición del comandante Camilo Cienfuegos tiene una directa relación con la participación que tuvo en su detención. ¿Qué puede decir al respecto?

H.M. Estoy seguro de que su muerte no es ajena a esos hechos. Cómo desapareció, no lo sé. De que lo mataron, no tengo la menor duda.

Camilo era un amigo, un hombre muy sincero y sin dobleces. Cuando lo envían a detenerme y a hacerse cargo del mando en Camaguey, a pesar de la tensión, siempre mantuvo una actitud conciliadora.
Tuvimos una conversación en la que le expliqué mi asombro por las acusaciones y el malestar que sentían todos los oficiales de mi estado mayor...Todo se va a aclarar, Huber...me insistía. Pero cuando se comunicó telefónicamente con la Habana, lo que no pude oír lo supe por la expresión de su cara. Fidel ni siquiera le permitió terminar de hablar cuando Camilo le dijo: ...Ya todo está aclarado, es un malentendido... Era claro que lo había cortado bruscamente porque permaneció callado, escuchando, con el rostro ensombrecido.
El estaba en medio de una situación sumamente difícil, por una parte me conocía y sabía la falsedad de las acusaciones, y por otra siempre había confiado en Fidel.
Hasta el último momento quiso ayudarme. Estando en el calabozo esperando el juicio me hizo llegar dos mensajes con una persona de su confianza -alguien que no quiero revelar su identidad, algún día se podrá decir, para que conste en la Historia - en ambas ocasiones intentaba convencerme de la necesidad de escapar, asegurándome que él se hacía cargo del cómo.
Escapar para mí no tenía sentido. En ese momento lo que más yo quería era responder, aclarar mi posición dignamente. Pero él volvió a insistir en que no se podía permitir que el juicio se diera, que la única solución era la fuga y que él se hacía cargo de todo.
Yo me negué. Después con el tiempo me di cuenta de que él estaba presionado, que estaba obligado a presidir el tribunal militar que me iba a juzgar. De hecho quien lo preside es Sergio del Valle que era quien seguía en jerarquía a Camilo. Camilo era el Jefe del Estado Mayor y el que sigue en jerarquía era el tercer oficial, el Jefe de Operaciones que ese era Sergio del Valle.
Lo difícil de su situación lo prueba su intervención en el acto que participa frente al Palacio Presidencial, donde dice su último discurso, el cual cierra con los versos de Bonifacio Byrne. En donde no me ataca y ni siquiera me menciona. A diferencia de los otros oradores que hacen leña de mi caso. Principalmente Fidel, que cierra el acto y concentra los ataques más virulentos contra Díaz Lanz y contra mí.
Ese gesto final de Camilo determinó su sentencia.

J.G.F. ¿Existe algún hecho de su vida política en el cual prefiriera no haber participado?

H.M. Si yo hubiese sabido el desastre que ha sido la revolución, hubiese preferido no haber participado. Pero no me arrepiento de haber hecho algo contra el gobierno de Batista.

J.G.F. ¿Usted volvería a enfrentarse al gobierno de Batista tal como lo hizo en su momento?

H.M. Claro que sí, y en las mismas circunstancias me hubiera alzado igualmente. Pero nunca bajo el mando de Castro.
Yo no imaginaba que Castro fuera un hombre tan perverso. Yo mismo en mis declaraciones de defensa hago una apelación a Fidel cuando digo...salvemos la revolución. Yo pensaba… si a este hombre le queda un poco de sentido del deber se puede evitar que esto se convierta en un sistema totalitario. Valía la pena haber podido realizar aquella obra que se le prometió al pueblo. Y él se hubiese realizado como patriota, hubiese tenido la oportunidad de haberle ofrecido a su pueblo un verdadero progreso social.

J.G.F. ¿Y en cuanto a los fusilamientos?

H.M. Los fusilamientos son una herida difícil de cicatrizar en nuestra Historia. Aunque las ejecuciones se llevaron a cabo previo juicio, y algunos de los acusados eran conocidos criminales sobre los que no quedó duda de la culpabilidad de los mismos, el hecho de que fueran juicios sumarios y de que los tribunales en muchos casos estaban formados por personas que no eran las más aptas, que no tenían experiencia, ni formación como jueces; que simplemente estaban en esas funciones por el hecho de ser oficiales del Ejército Rebelde, convirtió al supuesto medio de justicia en una peligrosa maquinaria de exterminio.
Personalmente, siendo Jefe Provincial de Camaguey, y al igual que los hombres que se encontraron bajo mi mando, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para evitar actos de injusticia. Se que la velocidad que se le imprimía a los procesos, generó lamentables desenlaces. Hubo casos en los que hubiera preferido que no se les aplicara la pena de muerte. Pero el control de las decisiones estaba muchas veces fuera del alcance de los mismos jefes de tribunales. Hoy no es secreto que muchas de las sentencias ya estaban decididas de antemano.
Pero eso era algo que no sabíamos. Esas fueron cosas que fuimos sospechando y descubriendo. Y los que sentíamos rechazo y repugnancia por semejantes métodos, nos comunicamos nuestra preocupación y cada uno tomó la decisión que creyó pertinente para evitar la conversión de algo que hubiera sido la solución del país, en lo que desgraciadamente terminó siendo: el feudo de un dictador.
Es por eso mi carta de renuncia.

J.G.F. En la actualidad las organizaciones de la oposición en Cuba han optado por los medios pacíficos de lucha como un camino hacia la democracia. Y son cada vez más los grupos de adentro y afuera de la Isla que apoyan el rechazo a los métodos violentos.
¿Cree usted, en la validez del empleo de la violencia como medio de cambiar el sistema?

H.M. Cuba ha padecido tanta violencia que mientras menos, mejor.
Admiro y respeto la tenacidad de los grupos de la oposición. Es muy difícil lograr una oposición pacífica en medio de una dictadura, que no tiene escrúpulos en ejercer la más cruel represión contra sus oponentes. Pero debo reconocer que en medio de esas dificultades, con un coraje y una entrega impresionante, han conformado ese tejido social, cada vez mayor, que es la oposición pacífica.
Sin embargo hay hechos y momentos que justifican la lucha armada. Es el último recurso.

J.G.F. ¿Cuál es su apreciación sobre los últimos acontecimientos que se dan en la actualidad en Cuba?

H.M. Es obvio que Raúl Castro está introduciendo algunas variantes para crear expectativas y ganar tiempo sin alterar la naturaleza del sistema totalitario en tanto se despeja la incógnita de quién será el próximo Presidente de Estados Unidos.

Esas reformas insustanciales sirven además para preparar el camino hacia un ensayo de apertura siguiendo el modelo chino o el vietnamita. Pero la crisis cubana es demasiado catastrófica y cargada de urgencias para ensayar soluciones imitando tales patrones asiáticos. Tampoco podemos ignorar que Cuba está a 90 millas de la nación más rica y poderosa del mundo, donde además reside una emigración exitosa e influyente que sigue paso a paso los acontecimientos de la isla; y que, incuestionablemente, no será ajena al cambio hacia el pluripartidismo, el Estado de Derecho y la economía de mercado.

J.G.F. ¿Cómo ve el futuro del país?

Lo ideal sería que el cambio se produjera como consecuencia de una protesta cívica no violenta liderada por los prestigiosos factores de la oposición y de la sociedad civil en suelo cubano; y que los militares, en vez de cumplir la orden de disparar contra el pueblo, se abrazaran a la multitud para hacer realidad La Nueva República y dejar atrás la miseria, el terror y la división de la familia cubana. Sea cual sea el final de la tiranía, la nación cubana resurgirá de los escombros materiales y morales heredados de la traición de los Castro.

J.G.F. Quiero expresarle, en mi nombre y en el de mis colegas de la prensa independiente, un sincero agradecimiento por haber aceptado esta entrevista.

H.M. El agradecimiento es mutuo. Considero que la labor que desempeñan es valiosa y me siento muy honrado con la entrevista.

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