miércoles, junio 18, 2008

EZQUIZOFRENIA ECONOMICA

Esquizofrenia económica

Por Jorge A. Sanguinetty


Las medidas que acaban de anunciarse en Cuba sobre la centralización de las actividades de comercio internacional sugieren que, a pesar de las declaraciones oficiales para aumentar la eficiencia productiva, el gobierno no parece dar pié con bola en encontrar soluciones a los graves problemas económicos que enfrenta. Ya hubo una gran centralización del comercio exterior en los años sesenta, cuando algunos creyeron que Fidel Castro hablaba en serio del desarrollo económico del país y de la planificación central como su principal instrumento. Ahora con la re-centralización de las actividades de comercio exterior parece que el gobierno cubano no se contenta con la inamovilidad de la economía nacional, sino que quiere hacerla retroceder en el calendario. Esta forma de conducta de la oligarquía cubana puede calificarse como esquizofrénica, o sea, los dirigentes están dando muestras de alejarse de la realidad económica, política y social del país.

La planificación central de por sí implica grandes deficiencias, pero en el caso cubano habría que sumar las deficiencias adicionales de una planificación que nadie tomó en serio en 1961, comenzando por el comandante en jefe. En esa década, bajo la jefatura de Regino Boti primero y de Osvaldo Dorticós después, cualquier alto funcionario de la Junta Central de Planificación se había percatado de que Fidel Castro representaba un impedimento insoluble a la eficiencia del sistema. Esto fue resultado en primer lugar de que su verdadero interés no era desarrollar la economía cubana, sino saquearla con fines de engrandecimiento personal y en segundo lugar, de sus continuas e inesperadas intervenciones en el proceso de asignación de recursos, ya en sí mismos mal planificados y con una base estadística e informativa muy deficiente. La centralización fue parte intrínseca de ese sistema, lo cual sirvió no para aminorar las ineficiencias, sino todo lo contrario, para amplificarlas y extenderlas al resto de la economía nacional.

El fenómeno de la centralización administrativa se pone de manifiesto cuando los agentes decisorios concentran mucho poder administrativo y/o político, mientras adoptan al mismo tiempo un estilo autoritario de gestión administrativa. O sea, le dan a sus subordinados pocos grados de libertad o poca autonomía para actuar y encima tienen pocos incentivos para hacerlo bien, con eficiencia, donde quiera que operen. Como resultado los sistemas administrativos y productivos no funcionan bien, pero los jefes no ven la causa en la forma en que están organizados sino que acaban culpando a los subordinados o a otras supuestas causas externas.

Yo debo suponer que los gobernantes actuales no comprenden que la centralización equivale a monopolizar las actividades económicas del país, lo cual elimina los mecanismos de redundancia o apoyo que sirven para contrarrestar los fallos fortuitos que todo sistema económico, biológico o de ingeniería sufre tarde o temprano. En una economía descentralizada, cuando una empresa falla, siempre se puede depender de otras para producir o suministrar lo que la sociedad necesita regularmente. ¿Por qué, entonces, los gobernantes cubanos ignoran estos principios elementales de gestión de empresas y de gobierno? ¿No existe una memoria de los problemas económicos de los años sesenta? ¿Todavía no saben por qué se desplomó la Unión Soviética y todo el bloque socialista de Europa Central y Oriental?

Es posible que estas preguntas ni siquiera sean las pertinentes. La verdadera causa de esta esquizofrenia es que los miembros de la cúpula gobernante tienen un gran temor a perder el control administrativo del país, lo cual los llevaría a perder el control político con todas las prebendas que disfrutan. Para la cúpula, la eficiencia económica es deseable, pero la quieren barata. No están dispuestos a pagar un alto precio político por la misma, pero la realidad es que no tienen el talento para lograr eficiencia y mantener el control. Al fin y al cabo, todos ascendieron al poder no por méritos administrativos ni por su capacidad de crear riqueza y bienestar. Llegaron al poder mintiendo, matando y traicionando, confirmando el viejo refrán de que "el ladrón cree que todos son de su condición". Tampoco permitieron que mujeres y hombres capaces, de los que se necesitan para desarrollar una sociedad, formaran parte de sus círculos dirigentes. Siendo una "gavilla de pelafustanes", como los calificó mi amigo el escritor Vicente Echerri recientemente, desconfían de todos los cubanos y no son capaces de reorganizar la economía nacional inteligentemente, mucho menos basándose en los talentos de sus conciudadanos.

Todo esto sugiere que los cambios prometidos probablemente se queden como sueños de una noche de verano, mientras que los cubanos, sobre todo las generaciones más jóvenes, irán acumulando su desencanto y posiblemente su voluntad de mostrar ese desencanto de una manera inequívoca. Es extraordinario como los revolucionarios de ayer se han convertido en los reaccionarios de hoy. Lo que hace pensar que la mayoría, acaso todos, ni siquiera eran los revolucionarios que decían ser, si no puros pandilleros o piratas que se aprovecharon de una nación incauta y débil para dominarla y explotarla. No cabe duda que este régimen inaudito ha triunfado por unos cincuenta años, pero sería un grave error de los dirigentes creer que porque predominaron hasta ahora, predominarán para siempre. Por mucha que sea la inmovilidad del régimen, las sociedades evolucionan, aunque sea por puras causas biológicas y las contradicciones de un régimen contra natura acaban chocando con las bases morales de los ciudadanos y las consecuencias de ese choque siempre son impredecibles.

Fonte: Identificada en el texto
http://www.cubalibredigital.com