DOS GUEVARAS PARA TI
Dos Guevaras para ti
Por Alejandro Ríos
Hubo un tiempo en que Alfredo Guevara, el presidente fundador del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), debió tomar el camino del exilio revolucionario en París, al frente de la representación diplomática del gobierno cubano ante los organismos de la UNESCO, luego de la controversia provocada por la producción y estreno del filme Cecilia (1982), versión libérrima de la novela de Cirilo Villaverde llevada a la pantalla por Humberto Solás y trucidada, en bloque, por la crítica de cine oficial, que no sólo cuestionaba el gasto cuantioso de la superproducción, sino las libertades que el director se había tomado con la más importante novela del siglo XIX cubano.
Una histórica amistad con el poder lo había eximido hasta ese momento de pagar con su importante puesto político otros desaciertos que habían incomodado, involuntariamente, a su apreciado comandante en jefe.
Recuerdo haberlo escuchado decir, poco antes de grabarle una entrevista para la televisión, que había padecido, estoicamente, la cruel indiferencia de Fidel Castro durante esos años hasta que en una fiesta de cumpleaños celebrada en Casa de las Américas, el astuto dictador le volvió a dirigir la palabra para decirle que su secretario Chomy (Miyar) lo llamaría para tratar un asunto urgente. Fue el momento en que lo quería de vuelta al frente del cine para que solucionara la crisis provocada por el estreno de Alicia en el pueblo de Maravillas (1991).
( Alfredo Guevara )
También lo vi, ensimismado, tratando de convencer al famoso cineasta Costa Gavras, el mismo que elogiaron en Cuba por su film Z, sobre una dictadura de derecha, y luego prohibieron por La confesión, sobre los procesos stalinistas, para que realizara un filme sobre la llamada Operación Mangoose, intento temprano y fallido de la CIA encaminado a cambiarle el estado de salud a Castro. Para tal encomienda le prometía acceso a los archivos del Ministerio del Interior así como el asesoramiento del general Fabián Escalante, tenebroso personero de la contrainteligencia de la isla quien estuvo al tanto de estas intrigas de la guerra fría. Todo parece indicar que Gavras, inteligentemente, declinó tal honor.
Además de ser uno de los primeros marxistas cubanos devotos de Castro, pues a otros les tomó algún tiempo descifrar quién era el jefe, Guevara no sólo se ocupó de crear un instituto de cine que coqueteara con la intelectualidad internacional de izquierda sino que, tras bambalinas, ejerció muchas otras responsabilidades gubernamentales como atender asuntos relativos a Estados Unidos y colaborar en la redacción de no pocas de las primeras leyes revolucionarias.
Ahora Alfredo Guevara vuelve por sus fueros mediáticos a propósito de los dos filmes que Steven Soderbergh ha dedicado a la controvertida figura de Ernesto Che Guevara. ''Si tiene un ataque a Fidel, no viene'', ha dicho, rotundo, en otro de sus bríos censores, a propósito de que la saga cinematográfica de cuatro horas y media sea presentada por sus productores a la trigésimo tercera edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano el próximo mes de diciembre en La Habana.
El argentino y Guerrilla solamente se han exhibido en el pasado Festival de Cannes donde obtuvieron, en conjunto, el premio de actuación por el desempeño del actor Benicio del Toro, quien encarna al Che.
( Benicio del Toro, interpretando al Che Guevara en el film de Soderbergh )
Tanto Soderbergh como el intérprete, de origen puertorriqueño, han insistido en la necesidad de obtener la bendición de Fidel Castro para el buen desempeño del filme en los mercados del mundo, donde aún no cuenta con distribución.
Como artistas que se desenvuelven en total libertad, al parecer, no tenían idea de que en Cuba existen ''divinos guiones'' con respecto a figuras y capítulos de la revolución de Castro que no pueden ser puestos en solfa y como Guevara (Alfredo) piensa que la libre expresión tiene ciertos límites, ha dicho que Soderbergh pudo haberse confundido con tantas fuentes de información y que no aceptará jamás la deformación de la historia, ni será cómplice de algo semejante.
Daniel Alarcón (Benigno), uno de los guerrilleros sobrevivientes de la debacle en Bolivia, apuntó en el documental Benigno, adiós a la revolución (2005), que cuando llegaron a Vallegrande nadie los estaba esperando con la logística prometida y sintieron que habían sido enviados a un fracaso seguro. También dice que se quedaron esperando desde La Habana una suerte de llave para poder enviar, y no sólo recibir, mensajes desde la isla mediante un aparato de radio habilitado al efecto.
( Soderbergh y Benicio del Toro )
Recientemente, el joven director cubano Aram Vidal fue a Bolivia para testimoniar la ayuda del gobierno de Castro (Raúl) en la campaña de alfabetización y aprovechó su estancia haciendo una visita a Vallegrande. Regresó con un revelador documental titulado XXXX años después (cuarenta años después), donde pobladores de todas las generaciones desestiman y hasta rechazan la intervención ''comunista'' de Guevara (Ernesto) en su tranquilo paraje.
Guevara (Alfredo) confiesa no haber visto los filmes de Soderbergh y parece que tampoco los documentales mencionados, pero alguien le ha alertado sobre el hecho de que los personajes del Che y Fidel Castro no comparten una relación placentera en la historia, algo parecido a lo que adelantó Benigno desde su exilio parisino.
Soderbergh y del Toro, simpatizantes del proceso revolucionario cubano, se ven ante la disyuntiva de reformular su épica guevariana o no ir a La Habana, mientras Guevara (Alfredo) bien pudiera pedirle a Jorge Perugorría, quien desempeña el papel de Joaquín en la película, otro de los guerrilleros de la partida del Che, que le cuente si es verdad que estos americanos han vuelto a tergiversar la especulativa amistad entre el hoy convaleciente dictador y su fracasado agente exportador de revolución.
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