ESPERANDO EL DISCURSO DEL 26
Por Luis Cino
Arroyo Naranjo, La Habana, julio 24 de 2008, (SDP) Tengo un amigo (“de nítida fe”, diría el cantautor Raúl Torres) que hace casi dos años, espera ilusionado por los resultados positivos de la gestión del general Raúl Castro al frente del gobierno cubano. Sus expectativas, a veces infundadas, siempre modestas, han tenido altas y bajas.
Las altas fueron cuando en el discurso del 26 de julio del 2007 en Camaguey, el general-presidente (entonces provisional) habló de hacer “cambios estructurales” y llamó a hablar sin temor en un debate nacional monitoreado por el Partido Comunista.
Luego, vinieron las bajas. Se empezaron a apagar despacio los bombillos rojos que se encendieron en las asambleas. Parecía que todo iba a quedar en más de lo mismo. En mucho ruido y pocas nueces.
Aplaudió con pocas ganas, cuando permitieron a los cubanos alojarse en los hoteles que eran sólo para turistas extranjeros. Aplaudió casi por compromiso (o por inercia) cuando autorizaron la venta de los teléfonos móviles. Las medidas no tenían que ver con su bolsillo ni con su vida, que es mucho más modesta que sus expectativas. Con mucho más deseo, batió palmas cuando los nuevos ómnibus chinos y bielorrusos empezaron a aliviar el suplicio del transporte público.
Se quedó en espera de que flexibilizaran las regulaciones para comprar y rentar viviendas y que quitaran los permisos del MININT para entrar y salir del país. Sólo los corresponsales extranjeros acreditados en La Habana, que parecen saberlo todo, saben al respecto.
Mi amigo cayó en la más profunda depresión cuando notó el frenazo de las reformas. Para colmo, leyó varias de las reflexiones del compañero Fidel en Cuba Debate y no entendió nada. Tal vez se ilusionó demasiado con la idea de la institucionalización cuando en el sorpresivo Pleno del Partido, Raúl Castro (ya presidente de los Consejos de Estado y de Ministros) anunció el fin de la provisionalidad y la convocatoria al largamente dilatado VII Congreso de los comunistas. No esperaba el deshielo que siguió al XX Congreso del PCUS en 1956, pero tampoco la Contrarreforma. En realidad, estaba tan mal que no esperaba nada.
Dios no carga a las almas buenas con más de lo que pueden soportar. Luego del discurso del 11 de julio del general-presidente ante la VII Legislatura de la Asamblea Nacional, el optimismo regresó a mi amigo Cándido. No sufrió demasiado porque le aumentaran la edad para la jubilación. Tiene suficiente disposición para entender. ¡Con tal que las cosas se muevan!, me dijo.
Creo que tiene razón. Parece que ahora que por fin van a repartir las tierras ociosas, las reformas empiezan a ser en serio. La distribución de tierras sería la más importante de las medidas tomadas desde el 31 de julio del 2006.
Raúl Castro, en su discurso ante el Parlamento, anunció que, tras ser aprobadas por el Politburó y el Consejo de Estado, en cuestión de días se aprobarían las disposiciones legales para iniciar la entrega de tierras ociosas “a quienes estén en disposición de ponerlas a producir de inmediato”.
Ya salió el decreto-ley. No recuerdo cuando fue la última vez que vi un decreto-ley en el periódico Granma. Menos aún que me pareciera positivo.
Aunque Raúl Castro se declara admirador de las grandes empresas estatales socialistas, la distribución de tierras en usufructo anuncia el regreso de los minifundios, tan denostados tradicionalmente por Fidel Castro. No hay opción. Dar la tierra al que la trabaje es la única forma posible de rescatar la agricultura y salvar a los cubanos del hambre.
A propósito, han dicho por estos días algunos adulones que el Máximo Líder, con sus dotes proféticas, previó hace muchos años la crisis mundial provocada por la subida en el precio de los alimentos. De ser cierto que la previó, ¿cómo fue que dejó que el marabú y otros desastres invadieran los campos cubanos?
Mi amigo raulista cree que el general-presidente ya comenzó a desmontar por piezas la Era de Fidel. Según él, lo hace como único lo puede hacer: con calma, envuelto en el aura y la retórica del Comandante…y con sus reflexiones en Cuba Debate y no en la primera página de Granma.
No comparto su optimismo, pero por si acaso, no me perderé el discurso de Raúl Castro el próximo 26 de julio. Puede haber sorpresas. Si no las hay, no importa. Ya advertí a mi socio Cándido. Decía Arsenio, el ciego maravilloso: “después que uno vive 20 desengaños, que importa uno más”.
luicino2004@yahoo.com
A Felipe, que me regaló esta metáfora
El próximo sábado 26 de julio, Raúl Castro hablará en Santiago de Cuba. Se dirigirá en vivo y a través de la televisión a un pueblo que aún recuerda su alocución de hace un año, en la que mencionaba “cambios estructurales”, “vaso de leche al alcance de todos” y “lucha contra el marabú”. Más que escuchar el anuncio de nuevas medidas, los cubanos nos aprestamos a confirmar cuán poco se ha podido hacer en estos doce meses.
Atrás ha quedado definitivamente aquel tiempo de las promesas y de las mágicas soluciones que nos sacarían del subdesarrollo. El discurso político, sin duda, ha comenzado a aterrizar. Lo que no significa que algún día vaya a tocar el suelo. Un hombre con máximos poderes se mantiene al mando de la nave, pero nadie nos explica por los altavoces si planeamos o caemos en picada, si el viento es propicio o los motores están a punto de explotar. Un silencio, intercalado de llamados a la disciplina y al sacrificio, sale por los altavoces de este achacoso IL-14.
No esperamos ni piruetas en el aire, ni caramelos bajo la lengua que nos ayuden a soportar las turbulencias del viaje. Queremos que el piloto dé la cara, nos cuenten el itinerario y que nosotros decidamos la ruta. Que este discurso del sábado no se convierta en una exaltación a mantenernos en el aire, sino en un claro reporte de cómo y cuándo abordaremos otra nave.
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