LAS COSAS QUE ME CONTÓ SOLSCHENITZIN
Las cosas que me contó Solschenitzin
Por Luis Cino
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Por entonces, llegaban también las películas del cine soviético del deshielo. Ilusos que éramos, pensamos que después del XX Congreso, lo peor ya había pasado en “el gran País de los Soviets”.
Pude leer El Archipiélago Gulag más de una década después que estremeciera al mundo. Solschenitzin había ganado el Premio Nobel y vivía exilado en Occidente. Obviamente, en Cuba no lo publicaron. En su lugar, editaron un infame libro (más bien un libelo) titulado
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Lo primero que leí de Archipiélago Gulag fue el último tomo. Me lo prestaron con plazo para devolverlo. Alguien leía el primero y otros esperaban por leer cualquiera de los tomos. Es lo usual en Cuba con los libros prohibidos. Curiosamente, son los que más se leen.
El orden en que hice la lectura no afectó el resultado. El monumental libro me impresionó mucho (hubiera tenido que ser de hielo para que no me impresionara), pero no tanto como Un día en la vida de Iván Denisovich. Ya no me hacía ilusiones con los que se arrogan el derecho de construir la sociedad perfecta. Fue terrible descubrir que el estalinismo sobrevivió a Beria y Stalin y aprendió a hablar español y a vivir en el trópico.
No obstante, Archipiélago Gulag es el libro más terrible que he leído alguna vez. Debe ser que las experiencias que narra me recuerdan demasiado (sin el frío de la tundra siberiana pero con las mismas alambradas custodiadas con el mismo odio por las mismas armas rusas) las que me cuentan en cartas estrujadas mis amigos encarcelados en Kilo 7, Agüica, Canaleta o el Combinado del Este.
A veces siento la vaga aprensión que los relatos de Solschenitzin y mis amigos presos puedan resultar tan premonitorios como alguna escena de
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( muertos en un Gulag soviético )
Acabo de enterarme por la radio extranjera (en Cuba aún no han dicho nada) de la muerte de Alexander Solschenitzin.
Dice un amigo que presta excesiva atención a los academicismos que a Solschenitzin lo premiaron con el Nobel por consideraciones políticas más que literarias. Suele suceder. Es inútil juzgar la justeza de la Academia Sueca. Mi amigo dice que Solschenitzin no era Dostoievsky. Personalmente, prefiero a Solschenitzin.
Solschenitzin ha muerto. Como el vodka es muy caro y hace años que no hay té ruso en las farmacias, brindo con cualquier otra cosa por él. Ruego porque, luego de purgar con creces el infierno en los campos de concentración estalinistas, Dios le dé eterno descanso a su alma. Me alivia brindar por alguien que me advirtió sobre el espanto. Bajo las dictaduras, la ingenuidad y las falsas ilusiones son pecados mortales. Solschenitzin ayudó a que cayera definitivamente la venda de mis ojos.
1 Comments:
tu realmente eres traidor baracutey o como te llames das lastima.
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