DEBATE: BOHEMIA, QUEVEDO, Y EL REVISIONISMO HISTÓRICO
Nota del Blogguista
En los primeros años de la década de los años 90s, un señor ya mayor que había sido del Partido Socialista Popular ( partido comunista ) y que vivía en el Reparto Eléctrico, me contó sobre la homosexualidad de Miguel Ángel Quevedo y la cocaina que consumían en calzoncillos Quevedo y un famoso cantante puertorriqueño que vivía en Cuba en esos años, en esas bacanales; esa persona trabajaba allí.
Con el señalamiento anterior sólo deseo reafirmar lo planteado sobre Miguel Ángel Quevedo en cuanto a su preferencia sexual y las bacanales. La homosexualidad no necesariamente puede ser debido a un problema hormonal; Quevedo no tenía características transexuales. No considero a la homosexualidad una enfermedad; también conozco de homosexuales con gran fuerza de carácter.
Tomado de http://www.nuevoaccion.com/
Por: Dr. Antonio de la Cova
(Autor y profesor universitario de Historia)
Discrepo de la revisión histórica que ha hecho la viuda de Carlos Castañeda sobre su esposo y la revista “Bohemia”. Miguel Angel Quevedo heredó de su padre la dirección de dicha publicación. Si Quevedo se dejaba presionar por su empleado Enrique de la Osa, debió haber sido por sus debilidades morales y hormonales.
En el libro de Norberto Fuentes, “Hemingway in Cuba”, páginas 249-51, señala lo que es de conocimiento público: Quevedo era un notorio homosexual, "orgulloso de que ninguna mujer había entrado en su finca," donde semanalmente daba fiestas y escandalosos bacanales.
Todos los redactores de “Bohemia” fueron fervientes partidarios de Fidel Castro. Después del 1 de enero de 1959, perdieron toda objetividad periodística para convertirse en propagandistas revolucionarios. Entre los reportajes falsos que publicaron estaba el de "Mas de veinte mil muertos arroja el trágico balance del régimen de Batista."
http://www.latinamericanstudies.org/cuba/Bohemia-1-11-59-180.jpg
El ex presidente Ramón Grau San Martín fue quien primero lanzó esa frase que “Bohemia” dio como verídica, a pesar de que la lista de muertos que publicaron no llegaba a mil. “Bohemia” nunca hizo un esfuerzo serio por obtener la verdadera cifra, como luego efectuó el Dr. Armando Lago.
Otro reportaje de "Bohemia" titulado "El Padre le Daba los Cráneos de sus Victimas Para que Jugara" (enero 11, 1959)
http://www.latinamericanstudies.org/cuba/cesar-necolardes.jpg
fue completamente ficticio. La foto del entonces niño César Necolardes Moreno había sido tomada en los 1940s en el Museo Antropológico Montané, en la Universidad de la Habana. Se nota que dos de las calaveras en la foto reposan sobre un mapa de Cuba. En 1959, las mismas maestras que más de una década antes habían llevado al niño en una excursión estudiantil al museo, le escribieron a Quevedo para que rectificara, pero éste se negó hacerlo. En "Bohemia" jamás apareció ninguna nota de rectificación sobre ningún tema, algo que es común, aunque no frecuente, hasta en los grandes rotativos norteamericanos.
Hace dos años, mientras mi esposa trabajaba en un proyecto de antropología física en el museo Smithsonian en Washington, le enseñé la foto de los cráneos en la foto de "Bohemia", a los doctores forenses Douglas Owsley y David Hunt, dos de los más reconocidos expertos en antropología física en EE.UU. Ambos concluyeron que las calaveras en la foto eran piezas de museo de mucha antiguedad.
( Miguel Ángel Quevedo y Fidel Castro en 1959 cuando eran amigos )
Lo de "Bohemia" no fue periodismo, fue propagandismo, como vemos en este artículo de Carlos Castañeda, citando una serie de mentiras de Fidel Castro, incluyendo una donde dice: "Somos amigos de los Estados Unidos."
http://www.latinamericanstudies.org/cuba-news/Bohemia- Castaneda.jpg
En la revista "Bohemia" jamás apareció ni la más leve crítica contra Fidel Castro. Después del 1 de enero de 1959, se justificó en “Bohemia” el terrorismo indiscriminado de bombas y asesinatos que el Movimiento 26 de Julio utilizó para llegar al poder. Hasta el secuestro de Juan Manuel Fangio se convirtió en una epopeya gloriosa.
En 1984, cuando Agustín Alles era director de noticias de la WRHC, me invitó a su programa de radio. Me dijo que cuando él era redactor de “Bohemia”, fue el primer periodista en subir a la Sierra Maestra y se dio cuenta de que los rebeldes eran comunistas. "Allí vi que daban clases de comunismo," me afirmó. Le pregunté: "¿Por qué no denunciastes eso?" Me respondió: "¿Estas loco? Me hubieran acusado de Masferrerista. Me hubiera tenido que exiliar." Le dije: "Acabastes por exiliarte." No me contestó. Aprecio a Agustín, pero figura entre los revisionistas que como la viuda de Castañeda, quieren tergiversar la historia de la verdadera responsabilidad que tuvo "Bohemia" en llevar a Fidel Castro al poder.
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Por Lillian Castañeda
No sólo ahora, sino durante años, muchas personas han venido expresando su opinión negativa sobre la Revista Bohemia, basados en lo que han leído, o en lo que les han dicho, y formulan sus juicios guiados por opiniones de terceras personas. Sin tener conocimientos de primera mano sobre el tema, llevados por su pasión patriótica, condenan duramente a personas que no conocen, cuya limpia trayectoria le es ajena, fijándose sólo en las apariencias, y con eso, cometen, sin saberlo, un grave error y una gran injusticia. Creo que antes de difamar a una persona o a un grupo de personas, es necesario investigar cual es la verdad, y solo podemos estar seguros de la verdad cuando la conocemos de primera mano.
(John Freeman, Otto Rodríguez, Lillian Castañeda, María Figuerola )
Yo sí conozco esa verdad de primera mano, porque dormí durante 45 años al lado de uno de los protagonistas y antes de irse a dormir me contaba los eventos de su día. Yo les voy a contar esa historia, porque se lo debo a tres muertos dignos de todo mi amor, mi admiración y mi respeto, cuya memoria están manchando con esas acusaciones: Carlos M. Castañeda, Miguel Angel Quevedo y Agustín Tamargo y por extensión los demas hombres y mujeres que hicieron Bohemia Libre en Nueva York.
¿Por qué solamente mencionan a la revista Bohemia de Cuba, y nunca hablan de la Revista Bohemia Libre, publicada en Nueva York a partir del mes de octubre de 1960 por Miguel Angel Quevedo y un grupo de periodistas dignos que lo siguieron al exilio? ¿Por qué callan que esos periodistas se dedicaron durante años a desenmascarar al castrocomunismo desde sus páginas y dieron a conocer al mundo las barbaridades del régimen que oprime a su patria? ¿Es o no de sabios rectificar?
Mientras tanto, en Cuba quedaba la otra Bohemia, bajo la dirección de Enrique de la Osa, quien no reconoció su error y continuó sirviéndole de papagayo al régimen. Yo supe de primera mano de la lucha interna dentro de Bohemia a la que el resto del país estaba ajena. Lo supe porque lo viví muy de cerca. Supe de los problemas que tuvieron muchos periodistas con De la Osa, cuando comenzaron a darse cuenta de lo que sucedía en Cuba y trataron de denunciarlo, sin éxito, por el control que ejercía Enriquito sobre ellos y sobre lo que ellos escribían, editándoles sus informes para la sección En Cuba, y presionando a Quevedo para que no publicara artículos con criticas al gobierno.
( Carlos M. Castañeda )
Es cierto que casi todos los periodistas y la dirección de la Revista Bohemia, como el 99 por ciento de los cubanos, apoyaron la revolución al principio, mientras pensaron que se trataba de muchachos idealistas que venían a salvar a la patria. Pero poco a poco se fueron dando cuenta de lo que estaba pasando. Algo que muy pocos saben es que ya Quevedo y un grupo de periodistas entre los que estaban Tamargo y Castañeda estaban "virados" desde el mes de diciembre de 1959, pues se estaban dando cuenta, del rumbo que tomaba aquello. En enero del 60, para estar seguro, Quevedo envía a Carlos a recorrer la isla junto con Guayo, el fotógrafo, con el pretexto de hacer un reportaje sobre la reforma agraria, pero en realidad era para investigar la infiltración comunista desde Pinar del Río hasta Oriente. Yo acompañé a Carlos en ese viaje. Cuando casi un par de meses después, regresaron y Carlos y Guayo le dieron el informe, Quevedo tomo la decisión de irse y ahí mismo nació la idea de denunciar aquello desde afuera, ya que desde adentro ya no se podía publicar libremente. Enrique prácticamente le había dado un golpe de estado silencioso a Miguel dentro de la revista. Era el hombre de Fidel dentro de Bohemia y era el que decidía lo que se publicaba. Por eso fue que Quevedo y un grupo de periodistas decidieron marcharse al exilio. Unos, como Tamargo y Quevedo se asilaron en embajadas. Carlos, en la primera oportunidad que tuvo en el mes de julio, se las agenció para que Enrique lo mandara a cubrir una sesión de la ONU y se quedó en New York, mientras tanto Enrique me llamaba todos los días a mi casa para preguntarme si sabia algo de Carlos, que no le estaba mandando los informes de la ONU y no lo podía localizar en el hotel donde se suponía que estuviera. Yo me inventaba un embuste nuevo cada día hasta que por fin pude conseguir la visa de mis dos hijos y marcharme del país el 6 de agosto.
Mientras tanto, Carlos, junto con otros periodistas de Bohemia y los Saralegui (abuelo, padre y tío de Cristina), codueños de Bohemia, quienes lograron conseguir apoyo económico en Estados Unidos, se dedicaron a planificar la Bohemia Libre para poder comenzar a publicarla en cuanto Quevedo pudiera salir de la embajada rumbo a Nueva York. Así en octubre salió la primera Bohemia Libre en New York, y algún tiempo después, en Caracas y Puerto Rico.
En la biblioteca de la Universidad de Miami, sección de Cuba, existe una colección de Bohemia Libre que está a la disposición del que quiera revisarla. Pero no tienen que ir tan lejos. Yo tengo algunas en mi casa que he logrado conseguir para tener los artículos que escribió mi esposo, y los invito a revisar esos ejemplares, mientras saborean un buen café cubano. Quizás al hojear sus páginas podrán comprobar quienes fueron de verdad aquellos hombres que hicieron Bohemia y Bohemia Libre: buenos cubanos, amantes de su patria y acérrimos enemigos del comunismo.
Les he hablado desde el corazón, contándoles la verdad, tal como la viví. Porque conocí a fondo los personajes de esta historia respondo por ellos. No fuimos, ni somos perfectos, pero si puedo asegurarles que siempre actuamos con honestidad, buena fe, y con los mejores intereses de nuestra patria en mente. Lillian, viuda de Carlos M. Castañeda,
NOTA DE NUEVO ACCIÓN: No fue Miguel Angel Quevedo, como se ha dicho, el inventor del mito de los "20,000 muertos de Batista", sino el Jefe de la Sección en Cuba, Enrique de la Osa, que bebía como un ruso y tendía a exagerar en sus frecuentes borracheras. Esa vez lo hizo como un favor a Fidel Castro y sus "revolucionarios".
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Sr. Ernesto Montaner
Miami,
Florida
12 de agosto de 1969
Querido Ernesto:
Cuando recibas esta carta ya te habrás enterado por la radio de la noticia de mi muerte. Ya me habré suicidado —¡al fin!— sin que nadie pudiera impedírmelo, como me lo impidieron tú y Agustín Alles el 21 de enero de 1965.
( Miguel Ángel Quevedo )
Sé que después de muerto llevarán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Que querrán presentarme como «el único culpable» de la desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad; lo que sí niego es que fuera «el único culpable». Culpables fuimos todos, en mayor o menor grado de responsabilidad.
Culpables fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de aplausos que, por satisfacer el morbo infecundo y brutal de la multitud, por sentirse halagados por la aprobación de la plebe. vestían el odioso uniforme que no se quitaban nunca. No importa quien fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública. El pueblo también fue culpable. El pueblo que quería a Guiteras. El pueblo que quería a Chibás. El pueblo que aplaudía a Pardo Llada. El pueblo que compraba Bohemia, porque Bohemia era vocero de ese pueblo. El pueblo que acompañó a Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia.
Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder. Los periodistas que conociendo la hoja de Fidel, su participación en el Bogotazo Comunista, el asesinato de Manolo Castro y su conducta gansteril en la Universidad de la Habana, pedíamos una amnistía para él y sus cómplices en el asalto al Cuartel Moncada, cuando se encontraba en prisión.
Fue culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía. Los comentaristas de radio y televisión que la colmaron de elogios. Y la chusma que la aplaudió delirantemente en las graderías del Congreso de la República.
Bohemia no era más que un eco de la calle. Aquella calle contaminada por el odio que aplaudió a Bohemia cuando inventó «los veinte mil muertos». Invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa, que sabía que Bohemia era un eco de la calle, pero que también la calle se hacía eco de lo que publicaba Bohemia.
Fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen. Los miles de traidores que se vendieron al barbudo criminal. Y los que se ocuparon más del contrabando y del robo que de las acciones de la Sierra Maestra. Fueron culpables los curas de sotanas rojas que mandaban a los jóvenes para la Sierra a servir a Castro y sus guerrilleros. Y el clero, oficialmente, que respaldaba a la revolución comunista con aquellas pastorales encendidas, conminando al Gobierno a entregar el poder.
Fue culpable Estados Unidos de América, que incautó las armas destinadas a las fuerzas armadas de Cuba en su lucha contra los guerrilleros.
Y fue culpable el State Department, que respaldó la conjura internacional dirigida por los comunistas para adueñarse de Cuba.
Fueron culpables el Gobierno y su oposición, cuando el diálogo cívico, por no ceder y llegar a un acuerdo decoroso, pacífico y patriótico. Los infiltrados por Fidel en aquella gestión para sabotearla y hacerla fracasar como lo hicieron.
Fueron culpables los políticos abstencionistas, que cerraron las puertas a todos los cambios electoralistas. Y los periódicos que como Bohemia, le hicieron el juego a los abstencionistas, negándose a publicar nada relacionado con aquellas elecciones.
Todos fuimos culpables. Todos. Por acción u omisión. Viejos y jóvenes. Ricos y pobres. Blancos y negros. Honrados y ladrones. Virtuosos y pecadores. Claro, que nos faltaba por aprender la lección increíble y amarga: que los más «virtuosos» y los más «honrados» eran los pobres.
Muero asqueado. Solo. Proscrito. Desterrado. Y traicionado y abandonado por amigos a quienes brindé generosamente mi apoyo moral y económico en días muy difíciles. Como Rómulo Betancourt, Figueres, Muñoz Marín. Los titanes de esa «Izquierda Democrática» que tan poco tiene de «democrática» y tanto de «izquierda». Todos deshumanizados y fríos me abandonaron en la caída. Cuando se convencieron de que yo era anticomunista, me demostraron que ellos eran antiquevedistas. Son los presuntos fundadores del Tercer Mundo. El mundo de Mao Tse Tung.
Ojalá mi muerte sea fecunda. Y obligue a la meditación. Para que los que pueden aprendan la lección. Y los periódicos y los periodistas no vuelvan a decir jamás lo que las turbas incultas y desenfrenadas quieran que ellos digan. Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle. Para que los millonarios no den más sus dineros a quienes después los despojan de todo. Para que los anunciantes no llenen de poderío con sus anuncios a publicaciones tendenciosas, sembradoras de odio y de infamia, capaces de destruir hasta la integridad física y moral de una nación, o de un destierro. Y para que el pueblo recapacite y repudie esos voceros de odio, cuyas frutas hemos visto que no podían ser más amargas.
Fuimos un pueblo cegado por el odio. Y todos éramos víctimas de esa ceguera. Nuestros pecados pesaron más que nuestras virtudes. Nos olvidamos de Nuñez de Arce cuando dijo:
Cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios su tirano.
Adiós. Éste es mi último adiós. Y dile a todos mis compatriotas que yo perdono con los brazos en cruz sobre mi pecho, para que me perdonen todo el mal que he hecho.
Miguel Ángel Quevedo
2 Comments:
No obstante la recia competencia, debida a la gran multitud de candidatos, Quevedo y su equipo de Bohemia tienen lugar asegurado en el museo cubano de la infamia. Los penosos intentos de "rehabilitar" esta gentuza son tan inutiles como despreciables.
Que conste que la homosexualidad del sujeto no me importa ni me interesa. Fue un miserable, y punto, como toda su caterva de plumiferos. Por supuesto que hay parientes o allegados que quieren limpiar o maquillar un poco el estercolero de Bohemia, pero aran en el desierto.
A pesar de los incontables extranjeros que (y hablo suave) le han fallado o se han portado mal con Cuba, es innegable que nadie ha sido peor para Cuba que los cubanos. Y por favor, no me vengan con que todo fue culpa de Fidel y su circulo inmediato. Eso equivale mas o menos a echarle la culpa al proverbial toti.
Gracias por esta excelente recopilacion. La enlazo.
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