miércoles, agosto 20, 2008

SÓLO CENIZAS QUEDARÁ DE TODO ...

Sólo cenizas quedará de todo…


Por Luis Cino

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - No está claro si Celestis es una empresa funeraria o una agencia espacial. La entidad californiana anuncia su oferta de enviar a la Luna las cenizas de difuntos cuyos familiares sean capaces de pagar esa cara fantasía cósmica.

Más de mil clientes solicitaron ya los servicios de la primera misión de Celestis. El traslado de 1 gramo de cenizas costará $9 995 dólares. Llevar cenizas de enamorados es más caro. El viaje de 11 gramos de las parejas que, convertidas en polvo, quieran seguir unidas post mortem, tiene un costo de $29 985 por 11 gramos.

Parecería ciencia ficción la nueva manía de los que tienen mucho dinero para gastar, incluso después de la muerte. Hace más de 5 décadas, la escritora Evelyn Waugh imaginó algo similar en su novela “Los seres queridos”.

En Cuba, también a la elite le ha dado por cremar a sus muertos. A casi todas las personalidades que fallecen (y a sus familiares) los incineran. Son más modestos que los clientes de Celestis. Se conforman con esparcir las cenizas sobre el mar, la Sierra Maestra, los pinares de Mayarí o el Escambray. O guardarlas con devoción en una urna depositada en un mausoleo.

El general Raúl Castro no tiene reparos en mostrar el monolítico mausoleo de 130 toneladas en la Sierra de Cristal donde un día descansará junto a Vilma Espín. Cerca de las cenizas de su compadre, el bailaor Antonio Gades, comparten la eternidad con los soldados difuntos del Segundo Frente Oriental.

Otros prefieren enterrar las vasijas funerarias entre las flores de un jardín a un costado de la Basílica Menor de San Francisco de Asís, en la Habana Vieja. El jardín lo administra el historiador Eusebio Leal. Allí descansan Lisandro Otero, Octavio Cortázar y Antonio Núñez Jiménez, entre otros.

Incinerar a sus muertos es otro de los privilegios de la elite. El póstumo. Cualquier cubano no puede aspirar a ser incinerado. Los trámites son engorrosos y hay pocos crematorios.

Pero no debemos sentir envidia. Por el contrario, debemos agradecer el pragmatismo y buen gusto de la elite comunista en no legar cadáveres embalsamados que compliquen todavía más el futuro.

De Moscú y Buenos Aires llegan oportunos avisos de las inconveniencias de los embalsamados.

( Basílica Menor de San Francisco de Asís )

El socialismo real legó a Rusia, entre otros muchos problemas, la momia de Lenin. Desde un sombrío y custodiado salón del Kremlin, acecha la mirada vidriosa del camarada Vladimir Ilich. Parece presto a incorporarse de nuevo y proclamar, según convenga, el comunismo de guerra o la NEP.

En Argentina, la necrofilia por Evita Perón es el más macabro melodrama de la historia latinoamericana. La Compañera Evita, ocho metros debajo de la losa de un lujoso panteón familiar en el cementerio bonaerense de La Recoleta, sigue haciendo esperar por milagros a peronistas reciclados y piqueteros.

Al paso de los mortales, no de dioses que alguna vez se dignaron a lidiar con los hombres, la revolución cubana volverá al polvo. El socialismo criollo no aspira a dejar momias. Aparte de los recuerdos, casi todos malos, sólo cenizas de horno crematorio quedarán de su revolución.

( Momia de Lenin )

Al menos en esto de las cremaciones, los líderes del socialismo cubano actúan con sentido común. No se puede luchar contra lo imposible. Las momias, por veneradas que sean, al contacto con el aire, se vuelven polvo. Se convierten en nada. Y es sabido (lo dice un sabio bolero) que “la nada, nada inspira”.

Los mandarines ahorrarán a Cuba las peregrinaciones e histerias de militantes necrófilos, los vandalismos de los profanadores de tumbas y otros embrollos deprimentes. Es una suerte. No importa si perdemos los dólares y euros del turismo ideológico. Los turistas que quieran momias, en lugar de venir a Cuba, que se vayan a las pirámides de El Cairo o al Museo Británico.

luicino2004@yahoo.com