1962, COHETES ATÓMICOS EN CUBA: DECISIÓN DE MOSCÚ
Excelente artículo donde se demuestra una vez más que Fidel Castro es un consuetudinario mentiroso y manipulador que en ocasiones ha actuado como un títere.
1962, COHETES ATÓMICOS EN CUBA: DECISIÓN DE MOSCÚ
Por Enrique Ros
Estamos en 1962. En los últimos días de abril Nikita Khrushchev, Primer Ministro soviético, regresa a Moscú luego de una breve visita a Bulgaria, donde, de acuerdo a sus memorias, pensó en las ventajas que tendría para su país la secreta instalación en Cuba de cohetes con cabezas nucleares. Consideraba que ésta sería la forma más práctica y segura de equilibrar la desfavorable situación en poderío atómico en que se encontraba la Unión Soviética en relación a los Estados Unidos.
(APALACHICOLA, Florida, EE,UU. (AP) - El piloto del avión espía Richard Stephen Heyser, que tomó las primeras fotos de las rampas de lanzamiento durante la crisis cubana de los misiles en 1962, falleció a los 81 años.
Heyser falleció el lunes en un hogar para ancianos en Port St. Joe.
El teniente coronel jubilado de la fuerza aérea dijo en una entrevista del 2005 que nadie se sintió más aliviado que él cuando la crisis concluyó pacíficamente. Agregó que no quería pasar a la historia como la persona que inició la Tercera Guerra Mundial. )
Discute la idea con Andrei Gromyko, su Ministro de Relaciones Exteriores y con Anastas Mikoyan, Vice Primer Ministro. Aprueban la idea pero deciden consultarla con las más altas figuras militares. A la próxima reunión concurrirán los Mariscales Sergio Biryusov, y Rodion Malinosky y Fedor Burltsky, Consejero de Khrushchev. Aceptado el plan Khrushchev citó a Moscú a Alejandro Alexeyev quien, aunque agente de la KGB, aparecía como corresponsal de la TASS para América Latina, residía en La Habana y había establecido muy cordiales relaciones con Fidel Castro. En la capital soviética conoció que iba a ser designado embajador en La Habana.
Tarde en el mes de mayo el Premier Khrushchev, en una reunión con varios dirigentes soviéticos, le informó que iría a Cuba –junto Sharaf Rashudiv, miembro alterno del Presidium, y el Mariscal Biryuzov- para explicarle a Castro la necesidad de emplazar cohetes en Cuba para ayudar al campo socialista.
Por años, Castro, cuidando su imagen de líder nacionalista, se esforzó en dejar siempre constancia que había sido él quien –más para la defensa del campo socialista que la de la propia isla- había solicitado de Khrushchev la instalación en Cuba de los proyectiles balísticos. Así lo declaró en su discurso del 23 de mayo de 1963, al regresar de su viaje a la Unión Soviética. Veinticinco años después, en 1971, todavía pretendía hacerlo creer en declaraciones hechas a Tad Szulc.
Eran falsas las palabras de Castro. Por no estar Alexeyev aún acreditado como embajador, la delegación la presidiría Rashudiv. Al llegar a La Habana en la primera semana de junio para estudiar problemas de irrigación, como se anunció oficialmente, se reunieron con Castro y le hicieron el planteamiento. Luego de consultar con varios dirigentes –Ernesto Guevara, Osvaldo Dorticós, Blas Roca y Emilio Aragonés- Castro expresó su consentimiento respondiendo: “Sí, coloquen los cohetes en Cuba y ellos servirán tanto para salvar la Revolución Cubana como para asistir al campo socialista”.
Estas declaraciones las hizo descarnadamente en la Conferencia de La Habana celebrada en enero de 1992 en la que participaban, por Cuba, entre otros, Fidel Castro, Jorge Risquet, Carlos Lechuga y Jorge Domínguez; por la Unión Soviética el General Anatoly Gribkov (Director de Operaciones Militares), el General Georgy Titov (que estuvo estacionado en Cuba durante la Crisis de los Cohetes), y Sergei Khrushchev (hijo de Nikita); por los Estados Unidos Robert McNamara, Arthur Schlesinger, el General William Smith (quien durante la crisis tuvo a su cargo la coordinación de las fuerzas militares que habían sido colocadas en alerta nuclear) y otros.
Fue esta Conferencia de La Habana la cuarta que se celebraba desde que se habían cumplido 25 años de aquella crisis que conmovió al mundo. La primera se había realizado en Haw’s Cay, Florida, en marzo de 1987; la segunda en Cambridge, Massachussets, en octubre ese año; la tercera en Moscú en enero de 1989. La Conferencia de La Habana fue la primera en que participó el propio Fidel Castro.
Esta y las anteriores, fueron organizadas por el profesor James G. Blight, de la Universidad de Brown que recogió, textualmente, lo expresado por cada uno de los participantes. Y, aunque no era su propósito, puso en evidencia el sometimiento de Castro como peón de la Unión Soviética y su criminal aceptación de convertir a Cuba en escenario de una confrontación nuclear.
Es esta reunión que Castro admite la verdad que ya todos conocían. En la Conferencia de La Habana Castro confirma que en una visita a Cuba del Mariscal Petrov Biryusov “indudablemente un hombre muy inteligente y enérgico...éste traía la misión de proponer la instalación de cohetes estratégicos y, tal vez, estaba temeroso de que nosotros pudiéramos rechazarlos”. Una clara y vergonzosa admisión de que fue una iniciativa soviética, y no cubana, la instalación de esos proyectiles en Cuba. Con su sometimiento Castro exponía a toda la nación cubana al exterminio.
Sus declaraciones mostraban la hipocresía del dictador cubano:
“Yo no dije públicamente una sola palabra sobre los cohetes porque a mí no me parecía correcto que la esperanza en ser defendidos la pusiera nuestro pueblo, nuestra gente, en respaldo que vendría del exterior”.
Apelaba falsamente al nacionalismo, mientras hacía descansar su defensa en cohetes y personal soviético. Castro aceptó con criminal frialdad que Cuba se convirtiera en escenario de una devastación nuclear. Lo admitía, 30 años después, nada menos que el Jefe del Estado Mayor en aquel momento, el General Sergio del Valle, en la Conferencia de Antigua el 5 de enero de 1991:
“El conocimiento de que en caso de un conflicto militar entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, Cuba se convertiría automáticamente en un objetivo estratégico”.
Cuba –toda su población- era gustosamente ofrecida por el dictador como “objetivo estratégico”.
Con aquella servil aceptación de Castro a la decisión tomada en Moscú comenzaba la “Crisis de los Cohetes” que no debió haberse producido si el Presidente Kennedy –que estuvo debidamente informado por las agencias de inteligencia- hubiera detenido a tiempo el continuado ingreso en Cuba de materiales nucleares y la construcción de las bases de proyectiles.
La falta de visión y coraje de un presidente norteamericano y la criminal irresponsabilidad de un dictador tropical pusieron aquel octubre de 1962 en peligro de total aniquilación al pueblo cubano. Ambos serán condenados por la historia.
Fonte: Identificada en el texto
http://www.cubalibredigital.com
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Parte 1
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