jueves, octubre 02, 2008

OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA

Otra oportunidad perdida



Por Luis Cino

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Con los ofrecimientos y rechazos de la ayuda humanitaria para las víctimas del huracán Ike, los gobiernos de Cuba y Estados Unidos jugaron a subirse la parada. El juego denotó, cuando menos, falta de sensibilidad. No es algo nuevo. Ambos gobiernos son demasiado previsibles. Ya los cubanos, aquí, allá o donde estemos, nos hemos visto atrapados durante medio siglo entre la politiquería republicana o demócrata, y la intransigencia y el patrioterismo castrista.

La insensibilidad de ambos gobiernos en este nuevo show es la misma de la operación Peter Pan, las familias separadas, las cartas de Miami que no se podían responder, los familiares que había que considerar enemigos, las llamadas telefónicas suspendidas, las visas denegadas, las tarjetas blancas, los éxodos masivos como recurso supremo para liberar presión de la olla. Mariel, la crisis de las balsas y los acuerdos migratorios de 1994, la ley de los pies secos o mojados, los miles de muertos en el mar, los balseros devueltos, las remesas limitadas, el impuesto leonino al dólar, los viajes a Cuba cada tres años que permitieron al régimen de La Habana posar de adalid de la familia cubana.

Debiéramos estar acostumbrados. Sólo que el show no debe continuar porque dura demasiado tiempo y entraña más odio y dolor que el que puede soportar una nación sin quebrarse.

Es alentadora la actitud del exilio con la ayuda a los damnificados de los huracanes en Cuba. Las excepciones de algunos recalcitrantes y “come candelas” que pretenden derrocar la dictadura matando de hambre a los cubanos, por absurdas, no cuentan frente a la mayoría que desea tender la mano. En cambio, es francamente cruel, por su obcecación, la postura del gobierno cubano y su líder en retiro.

Puestos a cambiar con los tiempos, el exilio se flexibiliza, se pluraliza. Mientras, el régimen cubano, con su insistencia en hablar de “una mafia anexionista” que inventó a imagen y semejanza de su unanimidad también inventada, se hunde en el fango de su añeja trinchera.

Este era el mejor momento para tender un puente entre los cubanos de las dos orillas. Si el gobierno cubano aceptó, aunque a regañadientes y por poco tiempo, la ayuda del exilio después del huracán de 1996 (avionetas de Hermanos al Rescate derribadas y Ley Helms-Burton por el medio), ¿por qué no aceptarla ahora que la situación es más grave? Pues precisamente por eso: el régimen está grave y necesita del odio como del oxígeno.

Aceptar la ayuda humanitaria norteamericana cuando la ofrecieron sin inspección hubiera sido un buen pretexto (luego de tanto hablar del ramo de olivo, ahora que se avecina una nueva administración en Washington) para empezar a normalizar las relaciones entre los dos países. Toda caminata debe empezar por un primer paso. Después de todo, cada vez son más los que comprenden que si algo hace el embargo-bloqueo norteamericano al régimen castrista, es darle argumentos.

El dilema del castrismo (con o sin Fidel Castro) es que necesita el fin del “bloqueo imperialista” pero teme quedarse luego sin coartada para sus fracasos. Con los yanquis dando ayuda humanitaria a Cuba, empezaría a disiparse la mentalidad de plaza sitiada y no habría pretextos válidos para la represión. Era más oportuno rechazar la ayuda, calificarla de hipócrita y buscar dividendos políticos. Por el camino verá qué hacer con los hambrientos y los millares que se quedaron sin casas.

Lástima de oportunidad perdida. El momento requería, entre otras cosas, siquiera por humanidad, evitar las poses pasionales y grandilocuentes y sortear las trampas de la retórica desfasada de la Guerra Fría. Demasiado para Fidel Castro. Cayó gustoso en la trampa. Hizo lo que esperaban sus enemigos: ponerse intransigente sin reparar en el hambre de sus súbditos ni en las ruinas de sus bohíos.

luicino2004@yahoo.com