LOS NUEVOS SITIADORES
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El cartel de la calle donde vive Oswaldo Payá y la excusa retomada por las nuevas lumbreras del socialismo.
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Por José Hugo Fernández
La Habana | 09/12/2008
En una pared pública del barrio del Cerro, en La Habana, a muy pocos pasos de donde vive, a puertas cerradas, Oswaldo Payá, los sayones del régimen escribieron con letras grandes: "En una plaza sitiada la disidencia es traición".
Más que un exabrupto abusador para amedrentar al disidente, más aún que una advertencia para sus posibles simpatizantes en el barrio, el letrero, graciosamente extrapolado (como amenaza) de un texto de San Ignacio de Loyola, resume en su esencia el mayor acierto estratégico del totalitarismo cubano.
Esa listeza de presentar al país como plaza sitiada ha propiciado a los verdaderos sitiadores de nuestra libertad una excelente coartada para lidiar con la oposición, desde los primeros tiempos y hasta hoy mismo, en realidad hoy más que nunca antes.
Fuese a la hora de enfrentar alzamientos en las lomas del Escambray (en una operación astutamente llamada "lucha contra bandidos"), fuese para acallar entre rejas las incómodas denuncias del periodismo independiente, o para contener la marea migratoria mediante el fusilamiento de tres infelices muchachos, o para justificar su incompetencia y sus barrabasadas económicas, siempre le echaron garra al argumento, el cual, por demás, les ha valido para despertar simpatías y para asegurar complicidades en todo el mundo.
Es la picardía criolla convertida en alta política, luego de traspasar todos los estratos del cinismo. Un gran aporte (el único quizá) de Fidel Castro a la politología.
También es un asunto conocido, más o menos, por todos aquellos a quienes interesa. Así que no valdría la pena recordarlo si no fuera porque la excusa de plaza sitiada ha sido retomada por las nuevas lumbreras del socialismo en Cuba, quienes, no conformes con verla utilizada como sofisma salvador para el régimen, pretenden que sea además la base de todo un sistema ideológico.
Recientemente, una de estas lumbreras, luego de afirmar tan campante que nuestra situación de plaza sitiada puede durar aún cien años más, pretendía venderle barata la táctica a los pueblos de América Latina, para los cuales no se le ocurre concebir otro aliado mejor que lo que él llama "la resistencia de los invadidos".
Tales palabras podrían ser tomadas como cascarita echada al aire por uno de nuestros tantos ideólogos de barriga llena y corazón contento. Pero cascarita o no, no dejan de resultar de muy mal augurio, si se tiene en cuenta que quien las esgrime pertenece a la nueva camada de intelectuales del patio, que se consideran a sí mismos un desprendimiento y hasta un punto de giro dentro de la ortodoxia de izquierda que nos atosigó durante medio siglo.
Si uno de los más representativos entre nuestros reformistas de hoy no encuentra a mano otra salida menos sosa que la de continuar machacándonos con la guayaba de la plaza sitiada, si a la hora en que el cambio de rumbo y el reconocimiento de prácticas obsoletas y el rechazo de tácticas insanas se imponen como imperativo de supervivencia incluso para el régimen mismo, no se les inflama el seso con propuestas medianamente sustentables o creíbles, entonces será mejor que nos encomendemos al espíritu santo.
A ver si aunque sea nos libra de estos nuevos sitiadores, toda vez que de los viejos está a punto de librarnos la historia.
© cubaencuentro
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