LA CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO CONTRA YOANI SÁNCHEZ
La Conspiración del Silencio toca a Yoani Sánchez.
Por José Vilasuso.
Los comunistas silencian, acusan y encarcelan injustamente a quienes les hacen sombra para evitar que a ellos, justamente, se les silencie, acuse y encarcele.
Parangoneando a Fedor Mijailovich Dostoiewski.
El tres de diciembre del 2008 ante la noticia de que Yoani Sánchez bloggera por la libre, acababa de ser citada por la Policía Nacional Revolucionaria a la estación local; me anticipé contrariamente a mi costumbre, a emitir unos comentarios sucintos corriendo todos los riesgos inherentes.
Escribí. Supongamos que algo similar ocurriera en El Salvador, Chile o Brasil. Seguramente a estas horas el cable internacional estaría ardiendo, al estallar, dada la proyección superlativa del suceso. A sus efectos distinguidos ganadores de los más codiciados premios de Literatura, La Paz, cineastas de universal reconocimiento, parejas progresistas de Hollywood, homosexuales, lesbianas y pedófilos de pura cepa, aborteros consuetudinarios, comentaristas culturales de indiscutible prestigio, El Gobierno de España, y todo un abanico abarcador de nombres y nombradías seleccionados escrupulosamente entre lo más granado del intelecto contemporáneo estaría en jaque, a pesar de haber pasado sus setenta abriles cargados de condecoraciones, acumulados montones de diplomas, y escondidas las botellas de Champán porque los médicos se lo tienen prohibido.
Pero en el caso de Yoani Sánchez ni remotamente ha sucedido como lo hubiéramos deseado. Todo lo contrario. La paz octaviana propia de esos dómines egregios, abaciales, y tan pundonorosos los hace disfrutar su otoño ceremonial que no se verá alterado por nimiedades. No es dable esperarlo; al menos de mi parte. En consecuencia considero que enumerar ahora todo punto racionalmente convincente en casos semejantes, como represión a la libre información, hostigamiento a una mujer, tapabocas a corriente de criterio joven, censura contra internet, etc. Nada de esto hubiera sido, debidamente, tomado en cuenta en este “mundo feliz” a lo Aldor Huxley. No precisamente porque el tema sea harto conocido, carente de actualidad o interés. Tampoco jamás la opinión pública mundial ha perdido sus valores, ni el ser humano acalla su conciencia. Aunque por nuestra parte la omisión predominará dado que esta columna debe por ahora aprovecharse para sacar a la luz otros perfiles no tan mentados y propios de esa vuelta de orejas esperada. Sencillamente se pretende exponer otra cara de la baraja. Sin descontar que plumas y teclas mejor reconocidas que la nuestra, don Oscar Peña por ejemplo, ya dieron en el clavo ardiendo con certera puntería.
Retomo pues la idea. Escribo. Yoani Sánchez representa una vez más la voz de los de abajo, la juventud, los desconocidos, las víctimas que perennemente fueron orilladas o aplastados por lo que se llama el statu quo, el poder, la derecha. Un ojeo al pasado glorioso corrobora los ecos contestatarios, las protestas por dar a conocer la noticia en caliente, perseguidos, torturados, desaparecidos que suman dígitos incalculables en el trayecto de los dos últimos siglos. Así fue escrita la historia moderna y contemporánea desde tiempos del gran Alfonso Lamartine y se prosigue re y rubricando al mismo compás en esa sociedad a la que con excelente humor negro bautizamos como de la información. De la misma manera acentúo que su componente integral no es de forma exclusiva aquello que no menos eufemísticamente reconocemos con el mote de izquierdismo. No; los camaradas de la tea incendiaria y la boina del Che no poseen el monopolio en esta conspiración del silencio. Su componente integral es más variado, compacto y complejo. Su ideario, los que lo conservan, incluye a la reacción más empedernida, al tradicionalismo más conservador, nada menos. Recordemos, o mejor, que algunos descubran de una vez por todas cómo los extremos se tocan. Puesto que en esta corrida participan toreros de España y México, gladiadores de Atenas y Esparta, Cartago y Roma, Kutusov y Napoleón, Churchil y Hitler, los Yankees de Nueva York contra los Medias Rojas de Boston.
Por carambola o rocambole en el caso de la ganadora del Premio Ortega y Gasset en la red, la conspiración del silencio realiza su labor de zapa con la complicidad expresa o tácita de los intereses más adversos y enconados activos en nuestra esfera de influencias. Todos coinciden en mantener los labios cerrados, bien o mal cerrados. Es que no responden sólo a estándares al punto conocidos y de los que se esperaría que a la larga redundaran a favor de la verdad mediática. Caramba, en estas latitudes se ha echado al olvido aquel viejo adagio:“de la discusión sale la luz.” Ese establecimiento, esa normalidad, el burocratismo de oficio entre los medios ni se ha enterado que en otros tiempos se buscaba la veracidad de muchas cosas, la luz a la vuelta del camino. Pero pretender hoy algo semejante sería hablarles en chino pekinés, o español chabacano, el peor dialecto de Filipinas.
Con razón Tom Wolfe los califica de periodismo canalla. Es mejor decir que no se salen de una programación, línea trazada, donde los supuestos méritos de la libertad, democracia, y demás monserga, para ellos esto último, se canalizan mediando elementos taxativamente clasificados, estudiados y reconocibles en claves. En nuestra esfera muchas veces el periodista de mayor fuste es quien mejor repite los lugares comunes. Luego entonces, al referirse a situaciones nuevas que, todavía no aparecen en sus manuales, agendas y textos oficiales, a dichos amanuenses y corifeos no les corresponde usarlas puesto que pudieran constituir innovaciones que se salen de la línea. Ellos desconocen olímpicamente a todo vocero fuera de gríngola. Los catalogan cual casos desconocidos cuyo origen ignoran, y como contradicciones inexplicables o inexplicables contradicciones que a sus directrices no competen. Ellos tienen por misión primordial conservar el establecimiento a toda costa, estrictamente. Sostener a flote el mundo tangible de la mediocridad. Poner el batiburrillo al derecho y al revés. El culto religioso a la monotonía. Copiar el úkase con puntos y comas. No se pierda de vista que para la gran prensa internacional, con honrosas excepciones, Cuba no se rige por una dictadura que dura medio siglo. ¡Qué va! Para ellos el doctor Fidel Castro Ruz es expresidente de la República. Cuidado con atribuirle esos calificativos propios de peleles al servicio del imperialismo yankee, nombrados por el embajador de Washington en Costa Rica, o Colombia.
Ayer leía comentarios provenientes de connotadas agencias cablegráficas en los que se mencionaba a los disidentes; cosa rara, supongo que previamente consultaron (pidieran permiso) a La Habana. A primera vista me pareció un informe objetivo, pero como la alegría dura poco en casa del pobre, al final la noticia se definía ortodoxamente, cito: “según los disidentes falta la libertad, pero Cuba los considera pagados por Washington, AP, CNN, etc.”
Sin embargo no somos tan cegatos como para no vislumbrar un cierto viso defensivo en cualquier reportero en especial estadounidense, fundamentalmente, celoso por preservar en público su imparcialidad. Ahora bien, cualquiera que fuese el motivo de la defensiva no es menos cierto que el temor a ser blanco de parcialidad, no es menos bochornoso que tergiversar la realidad mediante su silenciamiento. ¿En aras de qué justificarlo? ¿De qué lado se inclina la balanza? Mientras los principales medios a todo nivel no encaren de manera resuelta su deber informativo respecto a Cuba, la impunidad de su dictadura, como otras que solapadamente asoman en el horizonte latinoamericano estarán protegidas, bien o mal protegidas. El universo de la información copa no poco espacio en todo lo que a opinión generalizada se refiere planetariamente hablando, escribiendo o publicando. Hay pruebas contundentes al respecto. Esos consorcios trasnacionales fabrican el héroe o el villano, el tonto o el sagaz; conceden la importancia a la información conforme a conveniencias, secretos, o pareceres cuidadosamente tarifadas, pesados y medidos. Se dice que la prensa es el cuarto poder, aunque se omite su injerencia en los otros tres.
En latitudes tales Yoani Sánchez constituye un calibrador de matices inapreciable. Representa esa generación que nació amordazada desde la escuela, el trabajo, y su barrio de residencia que han sido suelos cultivados por el adoctrinamiento intransigente y sostenido de una ideología obsoleta. Ella nació, vive y brega contra una vigilancia implacable, hostigamiento morboso, amenaza creciente, complicidades aborrecibles. Empero su itinerario a la vista, contrariamente a lo que debía ser prueba de invencibilidad por el ansia libertaria, se ve ignorado por las fuerzas más poderosas, modernas e influyentes del llamado mundo libre. Aquello que podría ostentarse a los ojos de los cinco continentes cual evidencia del estrellamiento de la censura más brutal, aquello que otorgaría validez, categoría y frescura a la esencia misma de esas cadenas superinfluyentes se calla, se esquiva, o se dice tan bajito que ni el propio Fidel Castro se entera. Creo que por eso lo callan, lo esquivan o dicen tan bajito.
Quienes fungen, oficialmente, cual personeros del editorialismo democrático han perdido, en gran medida, una prenda valiosa, y peor aún no desean recuperarla. Se trata de la facultad para evaluar la naturaleza de una causa justa, el mérito de comportamientos heroicos, la capacidad creativa del ser humano, el privilegio de ser original, la inteligencia en una palabra. Lo que más conmueve en la pluma o tecla manejada por esta joven, es esa fina ironía tan propia de la exquisitez intelectual. Su inmutabilidad ante el insulto y amenaza. Su refugio en la honestidad de su conciencia. La visión futurista que la asiste. Expresión auténtica en una generación típica de nueva era. A su pesar, la materia prima evolutiva y de acomodamiento a un estilo periodístico diferente donde, las posiciones políticas deben relegarse a la verdad y la justicia, se ve subordinada en este caso, a la carencia de objetividad. Muro sin porosidades. Dura comprobación. Actualmente la visión equidistante del suceso para numerosos ciberperiodistas con control de agencias constituye una conquista que tarda en crecer y reconocerse mucho más de lo calculado. ¿Será culpa de la tecnología? ¿Falta de formación profesional? ¿La especialización? ¿Concepto virtual? ¿Dónde están sus lecturas? A saber. En materia noticiosa los hechos se escaparon muy por delante a los encargados de darlos a conocer. Dado que restar trascendencia a quien trabaja por los mismos derechos en Cuba que disfrutan sus colegas más acá del Malecón obedece, al menos, a seguir la línea del menor esfuerzo, no arriesgar posiciones, y en una palabra, evitarse dolores de cabeza. Por ello ante alegatos de nuestra rúbrica, nos consuelan con amabilidades y cumplidos.
A ratos, leyendo y releyendo esos artículos y editoriales percibo un vago afán de defender causas hermosas. Deseos de justificar la encomienda caliente. Me viene a la mente Pepe Saramago comunista hormonal, quien señalaba recién su deber contestatario frente al peligro para la humanidad que representa la iglesia católica. “Hay que desenmascarar vacas sagradas,” le leí con otros rubros. Pero en tales discursos parejamente se entresacan las reservas buenas y no despreciables, típicas en plumas que disfrutan la libertad de que Yoani Sánchez carece. Quieren hacer algo y no aciertan con quién ni dónde ni cuándo ni cómo. No coloquemos más lejos el gran dilema del mundo libre. Se ahogan en un vaso de agua. Deambulan por el pueblo y no han descubierto las casas. Poseen un tesoro precioso, no lo saben apreciar, y terminan echándolo por la ventana como cosa inútil.
A mayor abundamiento. ¿Recuerdan el caso del niño Elián? ¿Cómo entonces se supo movilizar el tinglado completo de recursos a favor del oficialismo castrista? Mil razones lo explican. Una de ellas, que se deseaba recuperar terreno que el marxismo leninismo perdía tras el desplome del mundo comunista. Ese fracaso del sistema arrastraba consigo intereses autocalificados de progresistas, revolucionarios y tal. En aquella oportunidad las fuerzas del totalitarismo y sus adláteres, con sede en Estados Unidos, apostaron por un caso ganable en corte. Sabían a dónde se dirigían, mobilizaron al mundo y dieron una bofetada fuerte a los millones de refugiados que desde los tiempos de Nabucodonosor buscan huir de los tiranos para vivir en libertad.
Sin embargo no se salieran con la suya, estoy seguro. Desde entonces millones de refugiados a diario prosiguen escapando y arriesgando sus vidas miserables para convertirlas en vidas prometedoras en ese mismo suelo compartido con sus detractores de habla inglesa. Los tienen que seguir soportando.
De veras el mundo cambia. La historia no se ha detenido. Nadie la puede detener. Hace días Jean Francois Foguel nos lo transmitía en brillante coloquio. Los hombres libres no pueden subordinarse a un periodismo de colección obediente al poder por el poder. En Francia cuna de la libertad, desde el siglo XVIII ya se escribían a pluma hojas sueltas que circulaban de mano en mano; y hoy desde los ordenadores particulares se compite abiertamente con Le Monde, por ejemplo. El lector moderno al estilo Yoani Sánchez tampoco se ve forzado a bajar la cerviz cuando aquella prensa llama respetuosamente expresidente al sátrapa de Cuba. Le suelta la carcajada. Basta revisar el creciente número de responsables navegantes lanzando al espacio sus mensajes para hombres y mujeres verdaderamente independientes. Ellos proclaman a voz en cuello lo que los anteriores omiten. Así prestan su impostergable servicio a la humanidad en busca de la verdad. Hoy la cibernética o como mejor se califique, se abre paso de manera acelerada e insobornable, encarando al poder y a su cómplice la censura abierta o solapada. El poder es una realidad dolorosa con la que tenemos que convivir. Tradicionalmente ha sido teñido de lo que llamamos derecha, intereses creados, estabilidad del mando y no importa su ideología. Antaño se invocó la religión para justificar sus abusos, luego vino la revolución democrática y en vez de la hoguera se puso de moda la guillotina; el nazismo popularizó Treblinka y Auswitch, Stalin el Gulag, Che Guevara y Fidel Casto el paredón de fusilamiento, la Umap y su sistema carcelario. La clave del embrollo consiste en que Guevara y Castro los instituyeron a nombre del pueblo, los pobres, el proletariado, contra el imperialismo, etc. Estos sistemas adversos coincidieron en aplicar la censura férrea a todo el que les hiciera sombra. Estuvieron y permanecen de acuerdo en la imprescindibilidad de tapar las bocas a los que hablan demasiado, al estilo Yoani Sánchez. Es como en cualquier cuento del gran Jorge Luis Borges donde los personajes cambian de nombre, pero los hechos se repiten como calcados al carbón.
Entonces a la vuelta de la esquina reaparece la razón escondida de porqué se oculta al mundo, por parte de las grandes cadenas mundiales, esta violación del derecho humano fundamental de informar libremente sobre Cuba. Las supercomunicadoras responden hogaño como antaño al poder, al orden establecido; en muy escasos casos a los que difieren, e innovan. Son eco del gobierno cubano con quien mantienen un vergonzoso acuerdo de permanencia en el país a cambio de su obediencia servil a la censura dentro y fuera. Es el vicio de dar mucho a cambio de nada. Masoquistas se les podría llamar, tal vez. Ellos sirven a Castro divulgando los partes oficialistas, a la vez que desconocen las violaciones masivas de los derechos humanos denunciadas por los disidentes. ¿Quién paga a quién; si hay dinero por el medio es cosa que no viene al caso. El papel de estos colosos internacionales trasluce objetivos que prueban tanto la miopía, como el despiste de informadores en el limbo respecto a su cometido profesional y sentido de la historia. Sirviendo a quienes los desprecian, humillan y aborrecen, públicamente exhiben sus vetas podridas incapaces de alimentar tanto un mínimo de dignidad, como adarme de confiabilidad. Para qué operan en Cuba, es la pregunta a formularles. Aquí resuella la conspiración del silencio. Tal vez esperan pacientemente que se produzca otra situación similar a la de Elián, y de nuevo defender a su patrono con posibilidades de ganar el caso en corte federal.
Se desemboca en la verdadera cuestión - como escribió una vez Ortega y Gasset,- atando los cabos y comprendiendo que la valentía de Yoani Sánchez, así como la de Guillermo Fariñas, los periodistas independientes, Gorki, Damas de Blanco, Pablo Milanés y la disidencia en general, proclamando a todo riesgo la verdad se da de cachete con el servilismo de los gigantes foráneos acreditados por la dictadura castrista.
¿Qué significa esa joven de ojos expresivos y estilo inconfundible que tan serenamente ha respondido a los requerimientos del oficialismo? Es el mentis más elocuente a ese clisé repetido por cualquier plumífero mediatizada alegando que allí no se puede hacer otra cosa. Ellos no pueden hacer otra cosa porque desconocen el coraje, los ideales, la motivación noble para ejercer un periodismo a lo José Martí, Rubén Darío o Ernest Hemingway.
Nada provoca las pasiones más abyectas del ser humano que el incumplimiento del deber comprometido. Ahí se centra la nuez de una contienda pacífica que bien podría acaparar las expectativas mundiales. Qué distinto resultaría todo si la sociedad plural se enterara, debidamente, de la citación a Yoani Sánchez a la estación de policía, su debate lindo con Mariela Castro, y todo el itinerario generacional rebosante de ese coraje, astucia recta y humor acusado. ¿Saben también que sería una noticia vendible?
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