BARACUTEY CUBANO

Por Moisés Leonardo Rodríguez

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - El debate apasionado sobre lo trascendente y lo que no lo es (una de las formas de existencia de los cubanos) incluye en estos momentos, dentro de algunos grupos opositores, si Radio Martí debe o no continuar trasmitiendo su programación.

Apreciaciones subjetivas sobre el indeterminado número de oyentes, la calidad de sus programas y su impacto social, se tienen en cuenta a la hora de valorar la eficacia de la emisora.

En la isla, la información no procedente de fuentes oficiales es un arma contra el poder dominante. En las batallas pacíficas también es necesario armar a los contendientes. ¿Qué puede entonces justificar el cierre de cualquier vía de suministro a los que combaten desde trincheras de ideas?

La calidad de las transmisiones puede ser mejorada. A los seres queridos se les trata siempre de mejorar, nunca rechazarlos. Toda institución democrática puede ser perfeccionada. Las que han demostrado no serlo son las inspiradas en el dogma y la intransigencia y el inmovilismo. El impacto de Radio Martí no debe ser ignorado, si tenemos en cuenta los enormes recursos que gasta el gobierno cubano para interferir sus transmisiones. Es necesario considerar su aporte a la libertad de opinión para los que participan y escuchan desde la isla sus programas.

Deben tener en cuenta los detractores que ser concluyentes sobre asuntos que afectan a muchos sin estudio previo de opinión por métodos probados en la práctica, es propio de totalitarios y no de demócratas.

Conocidos los argumentos de los que demandan el cierre de la emisora, es de esperar que en breve la emprendan contra Mesa Redonda, costeada por los contribuyentes cubanos. Pocos la ven, menos creen en lo que dice, y sólo deja un impacto negativo y de indiferencia dentro de la población.

Radio Martí no debe desaparecer hasta que las libertades públicas no sean una realidad en el país.
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