miércoles, febrero 25, 2009

UN LUGAR PARA LOS CASTRO

Un Lugar para los Castro



Por Miguel Cossio


Uno puede entender al influyente senador por Indiana Richard Lugar si de lo que se trata es de no quedarse fuera del pastel.

Por supuesto, él lo dice con otras palabras. Cuando habla de replantear la política hacia Cuba, lo hace apelando al pragmatismo norteamericano y sugiriendo la necesidad de negociar con el régimen de La Habana para reforzar ``los intereses estadounidenses''.

Porque, a fin de cuentas, argumenta el senador, la transición democrática en la isla es un escenario improbable a corto plazo y ``al rechazar la mayoría de las herramientas de compromiso político, Estados Unidos se queda como un espectador impotente, mirando cómo se despliegan los hechos a la distancia''.

Entonces, mejor modificar la estrategia, desdentar el embargo, conceder créditos al gobierno cubano y tomar otras medidas que pueden traducirse en beneficios para los intereses generales de Estados Unidos y, particulares, de quienes creen que ese es el camino correcto tras cincuenta años de dictadura.

La de Lugar, senador por uno de los estados que más productos ha vendido a Cuba, no es la única voz manifestándose en tal sentido. Una fuerza cada vez mayor presiona por quebrar el statu quo. Para muestra, bastan un par de botones: las recomendaciones de la Institución Brookings y las del Centro para la Democracia de las Américas, y las propuestas del coronel Glen Alex Crowther, del Instituto de Estudios Estratégicos, al presidente Barack Obama, que El Nuevo Herald reportó hace unos días.

El problema de todas estas sugerencias radica en que su instrumentación deja, por una parte, fuera de la ecuación al exilio histórico y, por otra, no garantiza la democratización de Cuba.

Hay que entender lo que ocurre en la isla. El poder político del país se está transformando, de ser un modelo de dictadura totalitaria de corte unipersonal (Fidel Castro) a uno de estilo militar con rasgos de dictadura monárquica.

Cuba es gobernada hoy por una junta militar, encabezada por Raúl Castro, y soportada por miembros no ya tan callados y modestos de la sagrada familia: el primogénito Fidel Castro Díaz-Balart, Antonio Castro Soto del Valle, ambos hijos de Fidel, Mariela y Alejandro Castro Espín, hijos de Raúl, por mencionar algunos.

Así los Castro han decidido manejar la sucesión: a través de clanes militares y familiares que controlan el poder y las maquinarias de la represión y el dinero.

Lo que más me llama la atención es que el mundo parece obviar esto y está dispuesto a aceptar las nuevas reglas de los Castro. Miren lo que está pasando con las visitas de varios presidentes latinoamericanos a Cuba. ¿Cuál es la evaluación política de fondo? Por primera vez, un grupo también cada vez mayor de países de la región está avalando a una junta abiertamente militar, sin importar los valores de la democracia, por las que esas naciones lucharon. Hablamos, y las cito en el orden en que se dio la pasarela, de Panamá, Ecuador, Argentina, Chile y Guatemala; y próximamente Honduras y México.

Uno puede entender al senador Lugar y a todos quienes con razón y sin ella empujan por un cambio de la política norteamericana hacia Cuba. Me pregunto dónde queda la defensa de la libertad y la democracia.

Y me respondo con el viejo dicho: no hay amigos eternos; no hay enemigos eternos; sólo hay intereses eternos.