viernes, agosto 21, 2009

Revolución y "fiebre del reggaeton" en Cuba



Revolución y "fiebre del reggaeton" en Cuba


Donde la obscenidad se da de la mano con la penuria, la náusea y la cursilería

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Frenéticos revoloteos de nalgas y simulación de coitos caninos sobre la arena... La foto que encabeza el artículo de Esteban Israel "Fiebre del reggaetón sacude a la cultura cubana" (
Reuters, 30-06-2009) apenas puede ser más elocuente: lo obsceno raya ahí en lo nauseabundo, desborda los elásticos cofines de la cursilería.

Y junto con la zafiedad gestual, se percibe vagamente en ambas chicas un qué sé yo de fetal espeluznante, de malformación física y mongolismo característica de criaturas engendradas en el gueto durante épocas de aguda escasez moral, alimentaria y habitacional. Son los efectos de la prolongada urgencia de "un poco de jama" voceada por Pánfilo...

...Y de una cultura oficial anacrónica más bien atenta al kitsch posmoderno y a los cánones del despotismo ilustrado decimonónico: rap, reggaetón, hiphop, salsa cutre, culebrones con unicornios azules, catedral ortodoxa, ballet clásico y lagos de cines. Del azafrán al lirio. Hace rato que la cubanidad se "haitianizó" en un sentido mucho más peyorativo que el atribuido al concepto por nuestra sacarocracia colonial del XIX, eurocentrista a ultranza y partidaria de la "limpieza de sangre" isabelina.

Pero no son el budú (que también, en forma de regla de palo) y otras costumbres retrógradas del Haití de Toussain Louverture, Henrie Christophe y François Duvalier los que rebajaron a la otrora Perla de las Antillas a la categoría de abalorio de quincalla. El rumboso zombismo criollo apreciable en la foto se explica por medio siglo de atraso, miseria, hambre, culto a la pacotilla, desolación, fanatismo, doble moral, prostitución, encanallamiento, racismo, segregación criolla, atrofia cerebral y genética masiva... Plus reciclaje penitenciario masivo, insilio y éxodo crecientes que agotan el capital humano del país.





La Isla entera causa hoy al nativo nostálgico que no vuelve de visita a restregarles su par de resudados dólares por la cara al obstinado paisanaje una inquietante impresión de museo de cera abandonado desde que se apea del avión y se adentra en los recintos del aeropuerto de Rancho Boyeros. Todo gracias, no a aquella pesadillesca barbarie africana que implantarían los antiguos esclavos en el poder, sino a la semicentenaria zapa marxista-leninista de una Revolución encabezada por una neoburguesía de opereta guevariana.

Para persuadirse de la omnipresencia en Cuba de esa galopante retrogradación civilizatoria, que abarca tanto a la arquitectura como a la mente de sus moradores, no basta con observar a esas guaricandillas "de colores extraños" despelotándose en la foto para simular alegría de vivir. Es preciso someterse a la tortura de sintonizar el canal digital de
Cubavisión en el satélite Astra.

La contrapartida "parametrada" (perteneciente o a la par con la mainstream castrista) al cheísmo plebeyo son esos miméticos chicos de plástico empecinados ante las cámaras en probarse a sí mismos y a sus espectadores extranjeros
que ellos sí que están "alante", en el último grito de la moda occidental, en onda con sus coetáneos de Nueva York, Londres, Berlín, París, Barcelona, Shangai, Tokío...

"Mis letras hablan de lo que vive la juventud, sin meterme en la política ni en nada, porque eso no tiene nada que ver conmigo. El reggaeton es una música pa' que la gente goce", se cura en salud ante el reportero de Reuters "El Misha", un reggaetonero con dientes de oro y apodo de oso soviético. No se le puede exigir a jóvenes del siglo XXI que bailen danzón, proclama apologéticamente un funcionario que recuerda al andrógino que intenta rebatir los argumentos contestarios del irreverente roquero Gorki Águila en este mano a mano videograbado que el Abicú no se cansa de ver y recomendar. O más recientemente, al reggaetonero arribista que se hace el sueco en balde ante el espontáneo, dramático happening escenificado el mes pasado por Pánfilo ante la cámara.

Finalmente --sobre todo si el lector no es del patio, jamás ha estado en la Isla antes ni después de enero del 59 y, por ende, no ha tenido la suerte o desgracia de haber sido testigo presencial del día a día republicano y castrista de los nativos que ya peinamos canas--, para salir de dudas sería recomendable dedicarle unos minutos al documental PM, donde podrá cotejar sin artificios a los abuelos y bisabuelos con sus nietas y bisnietos en la foto de marras en
Penúltimos Días.

PM (I)



PM (II)

¡Cuánta decencia, urbanidad y distinción en aquellos negros, mulatos y blancos solariegos! ¡Cuánta abundancia, esplendor, elegancia y libertad en aquella taberna de habanera! A pesar de todos los pesares reales e imaginarios, a la sazón lo obsceno aún no rayaba en lo nauseabundo. Una vez vistas esas imágenes, tal vez comprenda el lector de fuera --el de dentro que todavía necesita explicación es ya un caso perdido-- por qué una mayoría de hondureños ingratos prefidió ganarse el repudio unánime del progrerío universal echando a las malas del palacio presidencial a su oligárquico libertador Celaya junto con su promesa del "paraiso de la felicidad" bolivariana.

¿Puede haber algo más kitsch, feo, deprimente y contradictorio que esas escenas de despelote con nietos y nietas del Che en este reportaje gráfico abicueril sobre el ocio socialista? Pues, sí señor. Por ejemplo, la esperpéntica respuesta que da Celaya al periodista que le pregunta con qué protección contaba para regresar a Honduras: "...la sangre de Cristo". Literal. A pesar de que planeaba hacerse acompañar nada menos que por el inefable secretario general de la OEA y la sensiblera presidenta de Argentina.

¿Y qué me dicen del espectáculo del hermanísimo clamando por el "bloqueo" a Honduras y exigiéndole a Obama "hechos, no palabras". Fazit: no sólo la Isla de las 200 y pico mazmorras, sino toda Sudamérica es cursi, cutre e hipocrita a matarse. Y lo peor es que, gracias a las veleidades de los liberals y del Nuevo Mesías Negro del Progrerío Caucasiano, asistismos por primera vez al contagio de la América anglosajona con nuestra pandemia subcontinental..

(Mañana o pasado, si llueve a cántaros, corrijo este post en Fukuoka, Japón...)