jueves, agosto 20, 2009


¿ Obama y la tez: ¿salto atrás, más odios raciales?



Comentario al post de Zoé "Obama y la pluma racial"

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Verdades que duelen como cura de caballo a los mercaderes de la raza y su profusa clientela autocompasiva en los guetos negros. Pero verdades al fin las que ha dicho Zoé Valdés en "Obama y la pluma racial". Sospecho que la demagogia originaria en este caso partió del supuestamente agraviado doctor de la Harvard University Henry Louis Gates Jr. (foto). Cediendo a unos reflejos condicionados prevalecientes entre los liberals del gremio académico, creyó que la ocasión se pintaba sola para fabricar un nuevo escándalo racial.

No dejan lugar a dudas su estudiada, lastimera teatralidad en la foto del arresto y, sobre todo, su enfática frase ante las cámaras:"...how vulnerable all black men are". ¿Son realmente tan vulnerables los negros en Estados Unidos como, por ejemplo, en Cuba socialista?

Lo asegura uno que mora en un residencial de lujo, imparte docencia en una universidad de elite a nivel occidental y goza de todos los privilegios y garantías habidos y por haber. Aunque este negro catedrático de Harvard no se tape la nariz antes de embutirse en un mismo saco con los niggers de Harlem y el Bronx, lo cierto es que las violencias a diario padecidas por estos últimos no las sufren los privilegiados como él y provienen casi exclusivamente de otras manos negras (o latinas).

Eso sin contar la circunstancia de que la vecina blanca denunciante y el sargento no estaban haciendo otra cosa que protegerle mansión y propiedades. ¡Nada menos que en Cambridge, ciudad con alcaldesa negra (para más credenciales "progresistas", Denise Simmons es lesbiana confesa), y Massaschusetts, estado con gobernador del mismo color! Contra la pared en la opinión pública, el primer black president, amante de las golosinas populistas, mordió el anzuelo sin previa consulta.

¿Por qué? Pues, por la sencilla razón de que él también proviene de igual casta y ambiente profesional. Para más inri, el sargento Crowley tildado de racista era un incondicional del presidente negro. Ya no lo es tanto, aunque diga lo contrario al calor de las cervezas catárticas ofrecidas a ambas partes en los jardines de la Casa Blanca para borrar la mala impresión dejada por el enésimo desliz presidencial.

Huelga decir que, de haber sido der tez oscura la vecina y el policía, el docente negro jamás habría montado semejante show mediático. Suena a comedia de errores, pero no deja de tener su lógica. La anacrónica boga del chantaje racial guarda relación, en primer lugar, con la political correctness y con cierto incurable masoquismo de las propias izquierdas anglosajonas, empecinadas en hacer gala de una suerte de perversión racista a la inversa.

Y en segundo lugar, con la formación de una falange de congresistas y activistas negros que en ambos partidos hace su agosto explotando conscientemente el filón racial desde la época del Black Power. Son mercaderes del resentimiento histórico, auténticos negreros posmodernos equiparables a los histriónicos, trasnochados antifascistas de posguerra que siguen viendo nazis dondequiera que no los haya.

Nota bene: La acepción obamita del concepto de Poder Negro la definió magistralmente la First Lady Michellle Obama cuando a raíz de la victoria electoral de su marido dijo sentirse "realmente ciudadana estadounidense por primera vez en su vida adulta". De donde se desprende que el Abicú y su Alter Ego jamás se sentirán realmente cubanos hasta que Raúl Castro no dimita en su favor.

El incidente y los argumentos del profesor,
cuya mímica victimista no engaña a nadie




Hay todavía un tercer motivo tortuoso no menos influyente: el parasitismo entronizado en los grandes guetos urbanos por efecto combinado de la mal llamada affirmative action o "discriminación positiva" y de una social security que más bien tiende a eternizar los hábitos de dependencia entre los menos capaces y honestos. Sintetizando, lo que en principio debía haber sido un programa transitorio para ayudar a los "afrodescendientes" a superar el lastre de la esclavitud ha degenerado en perpetuo modus vivendi y arrogancia subcultural.

No por gusto, claro. El mantra negrista de los Panteras Negras y Malcoln X no postulaba la igualdad de derechos civiles --sin alterar la esencia capitalista del sistema, como quería el pastor Luther King-- sino el énfasis en el conflicto y la diferencia a tono con las teorías neomarxistas y multiculturales elaboradas por los abstrusos filósofos de la escuela de Fráncfort. De ahí que el talante complejista de parte de la elite "coloreada" en Estados Unidos se asemeje tanto al enfoque retroprogre de las problemáticas de gays y feministas (se ensañaron en Sarah Palin sólo por ser mujer "de derecha"), países subdesarrollados, indígenas, palestinos, musulmanes, gitanos, inmigrantes, marginales, minusválidos, etc.

Bien mirado el asunto, no otra cosa hizo Karl Marx en el siglo XIX. Según su teoría neohegeliana, calcada al carbón del Viejo Testamento (sencillamente, donde Moisés a los hebreos y la Tierra Prometida, él colocó al proletariado y a la sociedad comunista), los trabajadores debían tomar el poder porque supuestamente encarnaban el progreso social y científico-técnico frente a la oligarquía burguesa y las clases medias, consideradas retardatarias.

Un criterio que el Kremlin (no así el castrismo, que es ya una degeneración del marxismo netamente posmoderna que convierte la miseria en seña de identidad) mantuvo casi invariable hasta la caída del Muro de Berlín. La actual novedad posmoderna consiste en que, exceptuando al proletariado, a la sazón demográficamente mayoritario y en auge, a Herr Marx y sus epígonos ortodoxos, salvo como estratagema geopolítica, jamás les pasó por la mente el disparate de asignarles un papel hegemónico a minorías desfavorecidas de cualquier clase. [Foto: Denise Simmons, alcaldesa de Cambridge.]

Antes al contrario, en vez de metamorfosearse en víctimas agresivas, éstas debían asimilarse a la cultura fabril dominante, civilizarse de buen grado o a punta de kalashnikov, si preciso era. El autor de Das Kapital tampoco le doraba la píldora al Tercer Mundo: para dejar atrás el subdesarrollo era ineludible pasar antes por una larga y penosa fase de acumulación originaria de recursos, o sea, de capitalismo salvaje, neoliberal, similar al del Reino del Medio a partir de las exitosas reformas de Deng Xiaoping...

En cambio, hoy en día las justas reivindicaciones sociales de los "condenados de la tierra" (Franz Fannon) están siendo políticamente instrumentadas por los respectivos grupos de intereses con el interesado entusiasmo de las --históricamente vapuleadas pero culturalmente dominantes-- izquierdas antisistema. Craso error de torpeza, frivolidad, lucro y/o mala fe en el que, como al equiparar a su abuela materna blanca con el jeremiaco pastor negro del God damm America!, insisto aquí una vez más, Barack Hussein incurre a menudo. Esos sofismas empiezan a surtir sus primeros efectos contraproducentes sobre la imagen presidencial. Así las cosas, el desenlace a mediano plazo de esta primera legislatura mulata es previsible: salto atrás, más odios raciales...

Collin Powell culpa al profesor



A propósito, una pregunta a los numerosos fans de Obama entre nuestra disidencia "de colores extraños y normales": en vista de tan manifiesta irritabilidad presidencial sobre el tema, ¿cuánto tiempo más calculan que debamos esperar antes de que el Mesías Negro de la Casa Blanca se percate del apartheid multirracial castrista y rompa la tradición de insolidaridad de los demócratas anglosajones y los "liberales" negros (socialdemócratas de izquierda) ante la escandalosa opresión de sus conraciales (negros, mulatos y blancos) en la Isla?

¡Cuán de agradecer sería aquí un paso en falso, un ex abrupto mesiánico! Tanto más cuanto que a buen seguro el errático Obama no actuaría so stupidly, pues el tiro no hallaría manera de salirle por la culata. Pero no, en asuntos criollos ni en sueños se le ocurriría al inquilino de la Casa Blanca la peregrina idea de "perfilarse racialmente".

¡Cómo? Voceando urbe y orbe, por ejemplo, el evidente desbalance cromático en los órganos de dirección del PCC y el Estado, donde los negros están subrepresentados, o en las 200 y tantas ergástulas de alta seguridad, donde están más que sobrerrepresentados. Igual podría reclamarle a su homólogo en Kubanistán una ley de acción afirmativa también para toda la variopinta plebe insular.

En fin, sería pedirle peras al olmo. Parafraseando el borreguil eslogan del presidente español José Luis Rodríguez Zapatero al New York Times, la orden de apagar los cintillos lumínicos a favor de la democracia y la libertad en el edificio de la SINA en el Vedado indica a las claras que "No es una cuestión de lo que Obama pueda hacer por disidentes y Pánfilos (hambrientos) sino de lo que disidentes y Pánfilos puedan hacer por Obama". ¡Amén!