INMOVILISMO: EL PEOR ENEMIGO DE CUBA
INMOVILISMO: EL PEOR ENEMIGO DE CUBA
Por Jorge Olivera Castillo
Sindical Press
17 de septiembre de 2009
La Habana – www.PayoLibre.com – Los programas para remodelar el socialismo permanecen engavetados, hecho cenizas o estrujados debajo de una densa capa de olvidos.
Raúl Castro no ha cumplido con su palabra, ni creo que tenga voluntad para traspasar las fronteras del inmovilismo. Su antecesor en el trono sigue dictando las pautas a seguir y entre sus pensamientos no está, ni nunca ha estado el deseo de alentar un proceso de cambios hacia el logro de la impostergable eficiencia económica, el pluralismo político y el pleno ejercicio de los derechos civiles por parte de toda la ciudadanía sin ninguna condicionalidad de carácter ideológico.
Por el momento la presidencia del país no pasa de ser un cargo nominal. Prácticamente quien ejerce tales funciones no tiene la potestad para acometer una serie de pasos en dirección a reformas que se salgan del marco de la retórica o de otras áreas pertenecientes a la picaresca del poder absoluto.
De promesas y acciones cosméticas están hechos los trazos de un círculo vicioso que al parecer mantendrá la exactitud de su geometría en los próximos años.
El estancamiento que padecemos se deriva de un pensamiento conservador creado, alentado y custodiado por una vieja guardia de políticos que difícilmente quieran abandonar sus posiciones, bien por puras razones de supervivencia y por el temor de quedar ante la historia como una clase que usó el socialismo como coartada para disfrutar de los deleites burgueses.
Esas responsabilidades quieren afrontarlas dentro de un ataúd, no mientras les quede un aliento de vida.
Ya sus descendientes van acomodando las fortunas en sitios seguros preferiblemente ubicados fuera de las fronteras nacionales.
Otros cambian de residencia. En Europa o en alguna capital latinoamericana se establecen para ver de lejos como se despejan las incógnitas en el momento de que el factor biológico defina el rumbo de un futuro marcado por la incertidumbre.
La preocupación ante la parálisis y sus potenciales derivaciones hacia escenarios que podrían resultar incontrolables, tiene suficientes ecos en diversos sectores de la población.
Por ejemplo, el destacado sacerdote e intelectual cubano Carlos Manuel de Céspedes ha abordado el asunto recientemente con extraordinaria agudeza y en un tono que debería suscitar la alarma en los círculos de poder empeñados en mantener congeladas las posibilidades de una apertura integral, sin malabarismos, ni amañados compromisos que suelen quedar al margen de provechosos efectos prácticos.
Sus puntos de vista sobre la actual situación cubana, pudieran interpretarse como una llamada de atención dirigida hacia quiénes tienen la autoridad y los mecanismos para destrabar los nudos de la intransigencia.
“Estos diálogos políticos, para que sean tales y no sólo faranduleada, deben ser algo más que ejercicios mentales y de oratoria, más o menos acertada. Deben apuntar a la realidad y a las posibilidades de ser llevados a efecto”. Así se expresó el sacerdote en un artículo publicado en la revista católica Espacio Laical.
Dudo que sus amonestaciones sean escuchadas. El muro de la ortodoxia sigue siendo impenetrable a pesar de las erosiones.
Quizás algunos dentro de la cúpula dirigente elogien en privado, los argumentos críticos del señor Carlos Manuel de Céspedes, pero finalmente deciden continuar siendo parte del poder. Apoyarlo en público sería como pisar el penúltimo escalón hacia el infierno.
Los miembros de la nomenclatura y sus subalternos, deben saber que el muro puede caerles encima.
La noticia más dramática es que los escombros sepultarían lo que queda de la nación con todos sus moradores. ¿No sería mejor el desmontaje como tarea preventiva ante el peligro real de un desastre?
oliverajorge75@yahoo.com
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