lunes, septiembre 07, 2009

JUANES COMO PRETEXTO

buenavistavcuba@yahoo.com



JUANES COMO PRETEXTO


Por: Eloy A Gonzalez.*


“Cuando no se disfruta de la libertad, la única excusa del arte y su único derecho para existir es ponerse al servicio de ella. Todo es útil. Todo vale. Ningún esfuerzo es en vano cuando se defiende lo más sagrado: la libertad. Y no hay goce más grande que poner al menos un poco de luz en medio de la oscuridad. ¡Todo al fuego, hasta el arte!”
José Martí


Mucho se ha especulado en relación al anunciado y muy publicitado concierto por la Paz que conducirá el cantautor colombiano, Juanes en la Plaza de la Revolución, escenario infortunado de la mal llamada Revolución cubana.

La polémica que casi de inmediato produjo el anuncio del laureado cantante, y que hasta el momento se mantiene en el centro de atención de los medios, ha ido en aumento a medida que pasan los días; tal es así que hasta hoy el tema del viaje de Juanes y sus acompañantes a La Habana es motivo de frecuente atención en los espacios de noticias y de opinión en la Televisión, la Radio y los medios escritos.

La polémica alcanza a todos los medios de difusión, los artistas, los políticos, y hasta el ciudadano de a pie. Todos sin excepción se atreven a terciar en la porfía que ha ocupado la atención de la prensa en los últimos meses, y parece ser tema principal en toda esta parte del año, si es que no aparece otro asunto de más interés.

Juanes se ha propuesto hacer un Concierto en La Habana, según afirmar por la Paz, y se hará acompañar de otros cantantes. Lo primero que encendió la discusión es un asunto de definición. Por la Paz es el motivo del Concierto, que no aceptaron ni pueden aceptar muchos cubanos de aquí y de allá. No se trata de cuanto consienta un cubano del Exilio, o del inxilio. Lo cierto es que esto de Paz crea una confusión lógica. Definir Paz en un país con medio siglo de régimen totalitario es muy difícil y si esta definición pasa por considerar los términos de Justicia y Libertad, el asunto se hace más confuso para todos. Esto es lo que le ha sucedido a Juanes, se ha enredado de tal manera que sus buenas intenciones, sí es que las hay, se han visto disminuidas por la insistencia de los críticos que ven que es imposible hablar de Paz si no se considera la Justicia que ha sido pisoteada en la Isla-cárcel y la ausencia de Libertad que desde mucho ha sido anulada.

Pero Juanes y su Concierto por la Paz en La Habana es un buen pretexto; es eso: un pretexto que los cubanos no debemos desaprovechar.

No hay día que no me siente delante del televisor y el tema del Concierto en La Habana, Juanes, sus seguidores y sus detractores; no aparezcan en los noticiarios locales y nacionales. Los espacios dedicados a la farándula agotan el tema una y otra vez. Todos los días hay nuevos elementos que encienden aun más la polémica. En las entrevistas, las declaraciones del cantante y de sus seguidores demuestran escasez de miras y sus explicaciones contradictorias promueven aun más el intercambio de información y de ideas. Juanes, en este embrollo se está desgastando día a día, y los cantantes que le acompañarán a la Habana, igual. Han tenido que pagar un costo muy alto en lo que ha deterioro de la imagen se refiere. Juanes ha reconocido que todo esto le ha afectado considerablemente.

( Juanes con Silvio Rodríguez y Amaury Pérez, dos firmantes de una carta de aprobación del fusilamiento de tres personas que no derramaron una gota de sangre en su secuestro de una embarcación con personas a bordo, con el objetivo de llegar a los Estados Unidos; de la detención a la ejecución no pasó una semana. nota del Blogguista de Baracutey Cubano )


Desde los días de Elián, los cubanos no habíamos tenido una oportunidad mejor de traer a la conciencia pública la tragedia que hemos vivido y aún vivimos y de la manera en que no hemos sido comprendidos. Hoy estamos en ventaja porque cada día se toca el tema de Cuba desde la perspectiva del Derecho y todo esto porque un artista conocido junto a otros que le secundan, han decidido ir a cantar a La Habana, en el mismo escenario que siempre ha usado el Sátrapa en sus prolongados discursos.

Me ha sorprendido que hasta el propio cantante, centro de la polémica, se haya atrevido a mencionar a las Damas de Blanco, mientras que comentaristas en la Radio y la TV mencionan sin reservas la realidad de las violaciones a los derechos en Cuba, la justicia despreciada y la libertad que no puede presentarse en la plaza pública. Se habla de un pueblo que huye, que pierde la vida en el intento de alcanzar la libertad; se habla de jóvenes fusilados y de artistas convertidos en esbirros que escriben y firman cartas condenatorias.

El régimen de la Habana guarda silencio. Pero como dice un comentarista desde la Isla: “cuidado con el perro que muerde callao”. Conocemos de sus colmillos bien afilados, pero la realidad es que el asunto se les está escapando de las manos. Seguro que no esperaban una respuesta tan resuelta del exilio cubano. Les conviene guardar silencio para no deslucir el circo que habían preparado, o aceptado, y que amenaza con caerse la carpa antes de empezar la función. Solo algunos artistas cubanos, miembros del sicariato cultural del régimen se han atrevido a hacer alguno que otro comentario lo que ha resultado muy desacertado. Sus palabras le han echado leña al fuego, más vale que se callen. También algunos se han apoyado en el acto de unos pocos exiliados, que habiendo quemado una camisa negra y martillado alguno que otro disco, han sido criticados al extremo cuando solo buscaban inflamar aun más la discusión mediante algo tan sencillo como el derecho a protestar, algo que por lo demás los cubanos viviendo bajo un régimen de terror, no conocen.

Sí, Juanes es un pretexto y el tema cubano está en el centro de la atención de los medios; lo único que tenemos que hacer es aprovechar esta circunstancia y retomar la defensa y promoción de los derechos en Cuba, el clamor de libertad de nuestro pueblo y las ansias de justicia de la que carecemos.

Todo, desde el anuncio del concierto ha sido una buena oportunidad para mostrar la realidad en la que los cubanos vivimos desde hace más de medio siglo bajo una férrea Dictadura. Y el asunto del concierto ha traído a discusión asuntos tan dispares como el fusilamiento de tres jóvenes en La Habana, la promoción del Ron Havana Club y los viajes turísticos a la Isla. En todos los asuntos hay por dónde cortar.

Desde hoy y hasta la fecha del anunciado Concierto en La Habana, a celebrarse el próximo día 20 de septiembre, el asunto puede animarse aun más; pero su interés no va a disminuir. De manera que el Exilio no debe perder la oportunidad de trasmitir un mensaje categórico sobre la falta de derechos en la Isla y la improcedencia de hablar de Paz cuando no se vive en Libertad. Hay mucho que decir y hacer sin que sea necesario usar un lenguaje indecente y emplearnos en descalificaciones y ataques a la honra y reputación de aquellos que han optado por ir a La Habana o apoyar el Concierto. El enemigo del pueblo cubano en la Satrapía comunista no este o aquel artista, o este u otro Concierto. Utilicemos el argumento del anunciado Concierto para dar a conocer el drama que significa el vivir en un régimen totalitario y el escenario de carencias que concurren en Cuba, así como el significado político del lugar donde se hará el Concierto.

El régimen ha preparado el Concierto y se ha preparado para este. Tiene la experiencia de la Misa en ocasión de la visita del Papa Juan Pablo II. En aquella ocasión todo fue atado y bien atado, cualquier cabo suelto podía acarrearles consecuencias muy serias para el régimen y ellos lo sabían. Para aquel evento, como para este, las personas que irán ya están seleccionadas; algún espacio quedará bien lejos del escenario para un público impredecible, que como en el caso de la Misa, cuando gritaron algo más que Libertad, los cercaron y los despacharon fuera de la Plaza de la Revolución en ambulancias de la Cruz Roja donde ya dentro recibieron su esperada paliza.

Pero el asunto puede que no les resulte tan fácil. En este evento la información corre con mucha rapidez. Las advertencias de la policía política, reclusión de los opositores en sus domicilios, prohibiciones de viajar a la capital y hasta arrestos preventivos pueden ser muy desfavorables para el régimen y de paso arruinarle la fiesta a Juanes y sus acompañantes. Debemos estar muy atentos a lo que pase.

Terminado el Concierto comenzara el balance. Las argumentaciones de los costos y los beneficios para los participantes. El reporte de los daños colaterales. Las opiniones de unos y otros.

No nos preocupemos. Juanes y el Concierto por la Paz es un buen pretexto y los cubanos desde que se anunciara el evento estamos ganando; mientras que el régimen se mantiene en desventaja y a la defensiva.

¿Qué va haber protestas en La Habana durante el Concierto?, No lo creo, aunque la posibilidad de que se “forme la gorda” no puede excluirse. De ser así es lo mejor que pudiera ocurrir: aguarle la fiesta. Sería muy bueno porque mantendría el tema del Concierto algunas semanas más en los medios.

Esperemos que el tema del Concierto de Juanes se mantenga en la atención de todos. En tanto, sigamos tratando el asunto que a los cubanos nos interesa: la pronta libertad de Cuba, el establecimiento de un Estado de derecho y la Paz esa que los cubanos precisamos, para que la familia cubana pueda reconciliarse.

©2009

* Columnista, Panorama de Nuevos Horizontes, Hispanic Newspaper, Fort Worth, Texas. E-mail: eloy_gnzlz@yahoo.com

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Publicado para BuenavistaVCuba Weblog el 9/06/2009
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Emigrar al patíbulo

Un testimonio de las últimas horas de Lorenzo Enrique Copello, el último fusilado del castrismo.

por RICARDO GONZáLEZ ALFONSO, La Habana

Convivir en un calabozo con un condenado a muerte es intrincarse en el laberinto de una vida ajena, que comienza a pertenecernos, a dolernos.
Lorenzo Enrique Copello, fusilado el 11 de abril de 2003.

Cuando abrieron la puerta de la celda tapiada y vi por primera vez a Lorenzo Enrique Copello Castillo, no imaginé que lo fusilarían en una semana, tras uno de esos juicios sumarísimos de la primavera de 2003.

Lorenzo era un negro de treinta y tantos años, de buen aspecto, que caminaba cojo por la golpiza que le propinaron cuando lo arrestaron en el Puerto del Mariel, al oeste de La Habana. Los zapatos negros y sin cordones tenían marcas de salitre, y sus ojos reflejaban la extenuación de los náufragos, de esos que aún huelen a mar.
Nos saludó con una sonrisa doble: la de sus labios y la de sus ojos. Se acostó, y al instante dormía con la inmovilidad de los difuntos.

Mis compañeros de celda —el chino, un joven acusado de vender drogas, y un muchacho condenado por asesinato e involucrado en un tráfico de emigrantes— nos sentimos desilusionados. Nos sabíamos de memoria nuestras respectivas historias o leyendas y esperábamos del recién llegado una de estreno. En los calabozos de Villa Marista, sede nacional de la Seguridad del Estado, no hay espacio para caminar; y la única opción, entre interrogatorio e interrogatorio, es conversar sobre cualquier tema, para no pensar.

Por la mañana, descubrimos que Lorenzo era un criollazo. Nos relató, como quien cuenta una película, que a medianoche abordó con varios amigos y amigas la lancha Baraguá, una de esas que cruzan con pasajeros la bahía habanera. El grupo de piratas debutantes llevaba oculto en sus mochilas recipientes con combustible; y, además, contaban con un arsenal de desconsuelo: un revólver y un cuchillo. Lorenzo apoyaba su narración con mímica teatral. "Llegué hasta la cabina y disparé dos veces. Una contra la proa y otra al mar. Entonces grité: '¡Esto se jodió, nos vamos pa' Miami!'".

Al principio todo resultó a pedir de sueños. Entre los pasajeros habían dos extranjeras —magníficas piezas de cambio— acompañadas por un par de Rastafaris. En total, tenían una treintena de rehenes. La Bahía de La Habana quedaba atrás, y la embarcación se adentraba en el anchísimo Estrecho de la Florida.

Lorenzo cerró los ojos para disfrutar mejor de sus palabras. "Oigan, ya nos veíamos en las costas de Cayo Hueso enseñando unos carteles que habíamos hecho con frases contra el comunismo, para que los americanos nos dieran asilo político". Lorenzo sonrió, como un chiquillo que recuerda una travesura. Al abrir los ojos, despertó de su aventura onírica. Su expresión se transformó en la de un adulto en peligro.

Nos contó, siempre auxiliándose con su gestualidad criolla, cómo el mar —un mar histérico— cambió de humor repentinamente. Imaginé las olas como cascadas continuas, la lancha a la deriva, a merced de ascensos y descensos bruscos y constantes. Vi en el rostro del negro el terror que sintieron aquellos cachorros de mar —secuestradores y rehenes— al saber que en esa situación de espanto se había agotado el combustible, incluido el de reserva.

Un guardacostas cubano se aproximó. A través de un megáfono uno de los guardafronteras los conminó a entregarse. "Pero nosotros, de eso nada. Respondí a gritos que teníamos a dos extranjeras. Que nos dieran combustible o la cosa iba a terminar mal".

Llegaron a un acuerdo. El guardacostas remolcaría a la Baraguá hasta el Puerto del Mariel. Allí le proporcionarían lo necesario para llegar a Estados Unidos, a cambio de que no lastimaran a los rehenes.

Lorenzo intentó esgrimir una sonrisa de consuelo, pero, errático, emitió un suspiro triste. "Era una trampa. Muy cerca del muelle, un hombre rana del Ministerio del Interior le hizo una seña a las extranjeras para que se lanzaran al agua. Una de ellas se tiró. Traté de impedir que la otra hiciera lo mismo, pero un pasajero —después supe que era un militar vestido de civil— me empujó, caí al mar y perdí el arma. Varios hombres ranas me atraparon. En el agua comenzaron a golpearme. Continuaron en el muelle. Mis compañeros también estaban dominados".

"La cosa fue grande. Vino hasta Fidel. Nos dijo que si nos hubiéramos ido, dentro de unos años hubiéramos querido regresar".

Lorenzo movió la cabeza seguro de su negativa. "¡Qué va! Yo hubiera hecho como mi padre, que se pasó la mitad de la vida preso; pero en el 80, cuando lo del Mariel, se fue a Estados Unidos, se cambió el nombre, estudió y se hizo ingeniero. Sí, yo iba a hacer lo mismo. Después reclamaría a Muñe, mi mujer actual; y a Rorro, mi hija, que es del primer matrimonio".

Muñe —apócope de muñeca— vendía pizzas en su casa. Lorenzo la describía como una Venus de Milo, pero con brazos, cálida y cándida. Al hablar de Muñe la expresión del negro se asemejaba a la de un amante primerizo.

Pero ella, como Rorro, desconocía que Lorenzo vivía dos existencias paralelas, y que con esa doble vida recorría su laberinto personal. Él era una moneda que giraba por el aire a cara o cruz, a mal o bien.

Lorenzo trabajaba días alternos como custodio de una policlínica del municipio de Centro Habana. Allí su actitud era ejemplar, nos aseguró. Mas sus días libres eran libertinos. Se dedicaba al proxenetismo y a la estafa. Esta la ejercía a veces a través de juegos de azar; otras, como "guía" de turistas inexpertos.

"Una vez —nos relató entusiasmado— viajé a Pinar del Río con un francés. ÁQué vida! El lo pagaba todo: un apartamento que alquiló, bebida de la buena y a las mejores jineteras. Allá conoció a una temba y se quedó con ella. No sé qué le vio. El francés era un buen hombre. Yo siempre me porté bien con él. Aunque era muy confiado, jamás me aproveché de eso". Nos miró con picardía y añadió: "¡Pero a otros…!".

En una ocasión Lorenzo me dijo: "Ricardo, qué lástima que te dio por la política. Con tu pinta y facilidad de palabras, serías un estafador de primera".

También nos hablaba de Rorro. Una linda adolescente que sabía valerse por sí misma. "Es como yo, pero honrada". El sobrenombre surgió cuando era una bebé, pues la madre y Lorenzo le cantaban para dormirla: "A rorro mi niña, a rorro mi amor". La muchacha estudiaba la enseñanza media en Miramar, un reparto de la antigua —y actual— clase alta. "Papi, allá los autos son cómicos, la gente se viste cómico, las casas son cómicas. En fin, Miramar es una comedia".

El día que a Lorenzo le entregaron la petición fiscal, le dijo al guardia que servía la comida: "Échame más, ¡qué soy un pena de muerte!". Y se rió. Pero un rato después nos miró serio y comentó en voz baja, casi consigo: "quién lo hubiera dicho, ¡yo deseando una sanción de 30 años!".
Lorenzo regresó del juicio muy optimista. "Mi abogado dijo que cómo se iba a pedir sangre, si no se derramó una gota de sangre". Y repetía a cada rato estas palabras, con el fervor que un moribundo invoca a Dios.

También nos comentó: "Ustedes no me van a creer, pero sentí más miedo cuando en el juicio vi el vídeo de la lancha subiendo y bajando en aquel mar furioso, que cuando yo estaba allí mismito, jugándome la vida".

Esa noche nos llevaron a una oficina. A los cuatro por separado. Cuando llegó mi turno, un capitán me explicó que aunque a Lorenzo le pedían la pena de muerte, eso no significaba que lo fusilarían. "Pero —puntualizó el oficial— algunos condenados a la pena capital se desesperan y se suicidan por gusto, pues la sanción no es ratificada por el Tribunal Supremo o por el Consejo de Estado".

Con este argumento solicitó mi cooperación para impedir —dado el caso— que Lorenzo atentara contra su vida. Accedí. Después me enteré que a mis otros dos compañeros de celda le pidieron lo mismo. Nunca supe que le dijeron a Lorenzo.

Desde entonces la ventanilla de la puerta tapiada la mantuvieron abierta; y afuera, un policía permaneció de guardia.

Al otro día por la tarde vinieron a buscar a Lorenzo. Regresó muy contento. "La Seguridad del Estado trajo en un auto a Rorro, a la mamá de ella y a mi madre. Me dijeron que el director del policlínico le iba a escribir al Consejo de Estado hablándole de mi buena actitud laboral". Al rato vinieron de nuevo por él.

Ya a solas , el Chino, el otro muchacho y yo comentamos que esa visita era la despedida final. La policía política —y la otra— no acostumbra a traer a nuestros familiares para que nos visiten. Estábamos equivocados. No era la última despedida, sino la penúltima.

Lorenzo retornó feliz. Dos oficiales fueron a buscar a Muñe y había tenido una visita con ella. A discreción, mis compañeros de celda y yo nos miramos consternados. Comprendimos que Lorenzo sería ejecutado próximamente.

Aquella tarde la comida fue diferente a la habitual: medio pollo, arroz con moros, ensalada, vianda, postre y refresco. Lorenzo sospechó. "¿Medio pollo para cada uno?". El guardián lo tranquilizó argumentando que habían traído tantos pollos que no cabían en las neveras, y a todos los detenidos les estaban sirviendo la misma ración. Lorenzo le creyó —o simuló creerle—: era su última cena.

Horas después, Lorenzo sintió un dolor en el pecho. Avisé al guardia. Se lo llevaron inmediatamente a la posta médica. Regresó al rato. Nos aseguró que se sentía mejor después que lo inyectaron. Estaba soñoliento. Obviamente lo drogaron. Transcurridos unos minutos, dormía otra vez con la inmovilidad de los difuntos. Recordé la noche que lo conocí. Apenas —y a penas— había pasado una semana.

Sería medianoche cuando abrieron la puerta. En el pasillo vi a seis guardias. Uno entró y despertó a Lorenzo. Se levantó aturdido. Se calzó con torpeza sus zapatos sin cordones. Me miró como preguntándome: "¿Qué ocurre?". Se lo expliqué con una mirada. Le di una palmada en el hombro, y lo vi partir a la muerte.
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Comentario de

guitamilan
March 31, 2008
Declaración de la madre cubana Ramona Copello, madre de Lorenzo Enrique Copello, uno de los tres jóvenes que el actual enfermo Dictador cubano Fidel Castro Ruz, envió a la muerte, ordenó que los fusilaran en Abril del año 2003 por el simple"delito" de querer emigar a Miami, EE.UU. en una lanchita de pasajero del Mucipio de Regla en la Ciudad de La Habana, sin estos jóvenes haber cometidos delitos de sangre o haber maltratado a los pasajeros. Sencillamente fue un asesinato ordenado por Fidel Castro Ruz.

Video del noticiero de la TVE colocado en You Tube por Guillermo Milán Reyes. Editor y redactor de la página