miércoles, octubre 07, 2009

A Cintio Vitier en memoria imparcial

A Cintio Vitier en memoria imparcial

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Ha muerto Cintio Vitier, un poeta y ensayista cuya palabra de un tiempo a esta parte muy pocos se tomaban en serio en los salones cultos de La Habana y cuyos ensayos (no siempre sus poemas, como veremos abajo) hoy sólo aburren a infelices estudiantes de literatura obligados a leerle por mandato curricular.

Si acaso. Sin duda capaz de instruir en el sentido más estrecho, cuantitativo del verbo, el difunto no clasificaba como pensador original o, siquiera, ocurrente y ameno. De modo que, si algún daño vicario hizo otrora a alguien en vida, fue más bien superfluo, por encargo oficial, y en el futuro ya sólo se lo haría a sus biógrafos...

Inmunizado contra el talante hagiográfico de la redacción de Encuentro en la Red (EER), coincido pues, punto por punto, con el epitafio imparcial que acaba de hacerle Ernesto Hernández Busto en Penúltimos Días: el místico martiano, el católico, apostólico y romano, el monje laico e irreprochable pater familias Cintio Vitier no es culpable doloso sólo por su, en apariencia, contradictoria sumisión al totalitarismo ateo de corte marxista o fascista --tanto monta-- en el poder... [Foto de arriba: Vitier junto al ministro de Cultura Abel Prieto durante el acto de entrega del Premio Juan Rulfo al poeta en Guadalajara.]

Su aparente incongruencia es fruto del ilusionismo ajeno, pues siempre tuvo esa vocación de redondear el cuadrado. Voluntarista y teleológico como era, pese a la plétora de sangrientas y sacrílegas evidencias en contra desde antes del triunfo castrista, su credulidad milenarista hizo que él, que nunca había sido subversivo, a partir del uno de enero del 59 se empecinara en registrar el advenimiento del Nuevo Régimen como un avatar de la parusía cristiana.

Burgués culto de filia nacional-católico-antiyanqui, predicador de austeridades marcado a fuego académico por la impronta revanchista e izquierdizante de las generaciones del 98 y el 27 en España, eurocentrista de tomo y lomo, a buen seguro Cintio tenía muchos más puntos de convergencia que de divergencia con el imaginario castrista.

Peor aún, por su largo papel rector en el bachillerato, de mentor humanista de la nueva generación, en buena ley cabe atribuirle también al difunto el mérito de destacado ilustrador republicano de la Revolución Cubana. O sea, de deformador teórico de la belicosa juventud que echó abajo la Segunda República bajo la batuta de Fidel Castro, cuyos antecedentes gansteriles él conocía al detalle...

Desde una u otra poética o temática, el grueso de la intelectualidad de su muy catastrofista "Generación del Cincuentenario Martiano" cumplió ese triste papel espiritual. Mal que nos pese admitirlo --cambiando lo poco que haya que cambiar, desde luego--, el Che dio en el clavo con aquello de la inautenticidad revolucionaria como "pecado original" del intelectual burgués. Salvo honrosas excepciones (Gastón Baquero, Lydia Cabrera, Lino Novás Calvo y pocos más), se comportaron como una servil o voluble caterva de cambiacasacas y/o farsantes más o menos contumaces.

Sobre todo Cintio, por el énfasis moralista de sus esperpénticos sermones, por aquella insufrible mojigatería nacional-católica invariablemente desbocada en todas sus obras que a menudo condimentaba el anecdotario burlesco de los guasones literarios de la Isla. Los títulos hablan por sí solos: Lo cubano en la poesía (salvo por los tópicos, una entelequia imposible de probar en el libro), Ese sol del mundo moral (que nunca irradió al exterior de su cráneo)...

Cintio una mañana abrazando convulsionado, al borde las lágrimas en la Calle 23, a un atónito poeta réprobo amigo del Abicú, cuyas señas hasta mi irreverente Otro Ego aconseja no revelar en esta ocasión luctuosa. Pregunta alarmada: "¿Qué te ha pasado, Cintio, para que luzcas así, tan desencajado? Serénate, por favor, no sea que te dé un infarto. Respuesta exaltada: "Pero, hermano mío, ¿cómo es posible que a estas horas un patriota de tu talla aún no se haya acordado?: ¡¡¡Un día como hoy, 28 de enero de 1853, nació el Apóstol!!!". Cito de memoria...

El "Carnicero Rioplatense de La Cabaña" no andaba del todo errado en su panfleto El socialismo y el hombre nuevo en Cuba. En el sentido de que, en efecto, por razones gremiales el intelectual burgués, de sólito tremendista en sus enfoques críticos de la realidad liberal, reñido a título profesional con la política entendida como el arte de lo posible, está más dotado para preparar la ruina de cualquier democracia capitalista --y de paso la suya como pensador independiente-- que para hacer otro tanto con las dictaduras totalitarias alimentadas por el vuelo de su errática fantasía.

El pecado original de Cintio Vitier, al igual que el de infinidad de intelectuales "progresistas" de esta frívola era posmoderna, no consistía tanto en ser bueno, lo cual en el fondo a lo mejor haya sido, como en querer serlo a toda costa, a título programático. Presunción que suele impeler a los no siempre tan incautos portadores insulares de ese dilema existencial a negarse a sí mismos y hacer el ridículo.

A despecho de todo lo dicho hasta aquí, a la hora de su deceso en olor de santidad uneacista, por respeto al sabio aforismo latino que manda no hablar mal de los difuntos hasta mucho después de las exequias, insisto: Cintio Vitier puede muy bien haber sido en privado esa noble, ingenua, generosa persona que aparentaba ser en todas sus prédicas.

Por otra parte, como la inmensa mayoría de sus colegas coetáneos, Cintio sería todo lo erudito que se quiera, pero distaba mucho de ser lo que se dice un pensador autónomo. A mi juicio, clasifica más bien como otro brillante glosador de ideas ajenas. Lo que no admite duda es que, al igual que su orisha mayor José Martí (bohemio y mujeriego a diferencia de su epígono), carecía de sentido del humor en el país del choteo.

Nacido en 1921 en Key West, o sea, en franco territorio hostil, el tribuno "antiimperialista" Vitier no era lo bastante inteligente y autocrítico como para mirarse a sí mismo en el espejo del baño sin contemplaciones. Sin embargo, ya en septiembre del 61 escribió "Examen del maniqueo", excelente poema (versificaba bien) en segunda persona que debió ser en primera y que les viene como anillo al dedo a la inmensa mayoría de los escritores cubanos de su generación y las posteriores:

Cuántas veces ha sido humillada tu soberbia:
la soberbia del maniqueo.
Cuántas veces has tenido que beberte las lágrimas de hiel
de no ser puro como un ángel.
¿De qué vale sutilizar los argumentos?
--Sí, has colaborado con todo lo que odias,
con la múltiple, infinita cara del mal.


En mínima medida? ¿Sólo por omisión? ¿Sólo para ganar el pan?
Nada puede consolarte.
--Nada: porque mientras menor o más irrechazable haya sido tu
complicidad
más esencial es tu miseria,
y mientras creías estar amparando en tu casa a los dioses siempre
derrotados,
no eras más que un oscuro obrero de la monstruosa construcción.

Y así, cuando llegues a la presencia de tu Señor, no podrás decirle:
fui puro, no pacté, no mezclé mi alma con las tinieblas,
sino tendrás que confesarle: soy
esta mezcla deleznable,

me fue impuesto el insulto de la promiscuidad,
tuve que dar al César lo que es del César
y al cuerpo lo que es del cuerpo,
soy uno más, perdido y manchado, en el rebaño,
quise salvar la luz, pero no pude.


¡Sombrero! Esas estrofas deberían ser lectura obligatoria en todas las escuelas del país en la era poscastrista. Acompañadas de un retrato real de la vida del autor que, entre otras atrocidades, estampó su firma al pie de la carta de la UNEAC condonando la inminente ejecución de tres jóvenes cristianos cuyo único delito consistió en la incruenta tentativa de secuestro de una lancha turística con el fin de escapar de la Ciudad sobre la Colina del poeta utopista rumbo al "Norte revuelto y brutal" (Martí) que ampara a nuestros cimarrones.

Heredero de aquella brillante pléyade de intelectuales racistas que, al servicio de la sacarocracia negrera, improvisaron nuestro fatídico imaginario nacional a mediados del siglo XIX, la moral era la obsesión, el estandarte de Cintio. No así, para su desgracia y la nuestra, el inexpugnable castillo luterano donde pudiera atrincherase la débil personalidad de un poeta devoto que --como sucede con casi todos sus coetáneos cultos adictos a la patriotería-- debió haber puesto rodilla en tierra por la precaria democracia representativa y las clases dominantes sin conciencia de tales que ayudó a desquiciar con su delirante demagogia martiana.

Tal vez su paradójica lealtad al castrismo hasta la tumba se explique por una mecánica freudiana que hace estragos en ambas orillas de la política cubana. A saber, habiéndose extraviado tan lejos en la dirección equivocada, congénitamente endeble como era de carácter, más temprano que tarde se le antojaría que la enorme massa damnationis de su currículo oficial había rebasado el punto de no retorno, impidiéndole desandar el camino recorrido en plan de apóstatapara ir a rasgarse las vestiduras precisamente en su aborrecida Florida natal....

[ EER, viernes 02-09-2009: Comunicado de la revista católica Espacio Laical, del Consejo de Laicos de La Habana: “Cintio Vitier ha partido a la Casa del Padre... Damos gracias a Dios por su fecunda presencia entre nosotros… y rescató para las nuevas generaciones el pensamiento martiano…”. El Consejo de Laicos añadió que Vitier "rescató para las nuevas generaciones el pensamiento martiano. También le agradeció por “cincelar para la nación --junto a sus amigos de la maravillosa aventura de Orígenes-- un rostro nuevo y hermoso de ese catolicismo nuestro, como diría monseñor Carlos Manuel de Céspedes”.]

El clérigo junto al busto del "Santo de América" en la foto de arriba es el citado Mons. Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal, bisnieto del Padre de la Patria, sobrino del verdugo presidencial de unos tres mil ex mambises negros en la masacre del 1912, arzobispo de La Habana y portador de la Orden Isabel la Católica. Amén de admirador del Che --según el segundo dignatario de la curia romana insular en ningún sitio más neotestamentario que éste--, "parte integrante del panteón patriótico e internacionalista cubano".

Dios coja confesado a todo hijo o nieto de Pánfilo sin sinecura ni balsa disponible allá en la Isla de ese vitierano "rostro nuevo y hermoso"... Por ende y no obstante, nada personal contra él. Tanto menos que ciertamente el occiso no fue una excepción ni entre los letrados de su edad ni entre los "pinos nuevos" (Martí) de la UNEAC y la AECC. Sus discrepancias con el régimen y remordimientos de conciencia, a los que a juzgar por el citado poema no debe de haber sido inmune, habrá compartido con su esposa Fina García Marruz --que a veces le moderaba los arrebatos en público-- o con la almohada.

Tanto por demostrar al creyente extranjero que Cintio no es el único cristiano prominente leal al régimen e introducir en esta semblanza suya un matiz de caracterización polivalente, o sea, de roles de la personalidad. No huelga volver a consignarlo en este epitafio imparcial, raro entre los cubanos de ambas orillas, tan propensos a mezclar la esfera privada con la pública.

Pese a ser una verdad de Perogrullo, solemos ignorar la evidencia de que cada individuo es distinto --bueno, regular o malo para unos u otros pero siempre el mismo en la el gobierno y la oposición, en la Isla y el exilio-- según el aspecto humano en cuestión o la clase de nexos que uno mantenga con él. Por lo que me atañe, aunque leí varios ensayos de su cosecha y asistí a más de una de sus homilías martianas, he de consignar que no tuve el gusto o disgusto de tratar con él en vida...

Moraleja de utilidad colectiva: Ojalá que Cintio no tenga que rendir cuentas ante el mismo Juez Supremo que el maniqueo del poema de arriba porque, a menos que Dios no exista o sea exactamente como él se lo imaginaba, saldría muy mal parado de ese Juicio Final. Otrosí, a donde descienda esta tarde su alma atribulada, bajarán sin falta, por la misma senda o la opuesta, los espíritus en pena de muchos de nosotros los exiliados militantes. El de mi Alter Ego entre ellos, que tampoco es un genio ni un modelo de tolerancia. Así las cosas, Requiescat in pace, Magister Ludi liceal de nuestro suicidio republicano...