CUBA: El amarse sin fatiga y sin receso de Alfredo Felipe Fuentes y Loyda Valdés
Amarse sin fatiga y sin receso
Por Manuel Vázquez Portal
Alfredo Felipe Fuentes cayó preso estando tan enamorado como treinta años antes cuando le prometió a Loyda Valdés que la haría feliz para toda la vida.
Apenas veintitrés años tenía Alfredo Felipe cuando tomó de la cintura a Loyda y la llevó a un hogar que dulcificarían a lo largo de tres décadas. Artemisa, un pueblecito disputado entre Pinar del Río y La Habana, los vio amarse sin fatiga y sin receso. Los vio estudiar, trabajar con ahínco, educar a dos hijos. La primavera de 2003 los sorprendió en la más larga luna de miel del mundo.
Loyda quedó como atrapada en una telaraña de penumbras cuando aquella tarde de marzo la policía política cubana arrancó de su abrazo al hombre que ha amado toda la vida. Se sentía como con los ojos vendados, no sabía dónde quedaba el lecho --en su mitad vacío-- ni qué hacer con el plato de la tarde.
Alfredo Felipe Fuentes había estudiado economía y desde su mesa magra hasta su ciudad hambreada sabía que la economía andaba mal, pero también sabía que la economía andaba mal porque la política del país era quien peor andaba. Lleno de amor, quijotesco tal vez, quiso desfacer el entuerto. Le costó la cárcel. A 26 años de prisión fue condenado por desear que el plato de las tardes se llenara en todos los hogares y la gente volviera a ser feliz.
( Alfredo Felipe Fuentes )
Cuando aquella tarde de marzo lo separaron a la fuerza de Loyda, la única manera en que se separaría de ella, Alfredo Felipe era delegado del Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos en la provincia de La Habana y miembro del Comité Ciudadano Gestor del Proyecto Varela en Artemisa, pero lo acusaron de mercenario y no lo dejaron siquiera defenderse.
Hace casi siete años no disfruta de la mitad de su cama ni de su silla en la cabecera de la mesa hogareña, no puede acariciar a su hija cuando es asaltada por un ataque de epilepsia, ni aconsejar a su hijo cuando escribe poemas desolados. Pero dice que en mayo, cuando cumpla 61 años, su amor por Loyda y sus dos hijos será tan juvenil como al comienzo.
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