domingo, enero 17, 2010

Cuba: No es error, es estrategia de la tiranía de los Castro

No es error, es estrategia

Por Manuel Vázquez Portal



La política no es pasional. Juega con las pasiones. Las enrumba. Las usa. Sabe con qué elementos se exacerban y con cuáles se apaciguan. La masa es para ella –no importa la tendencia: derecha, izquierda, centro- un juguete inconsciente al que se debe saber cómo darle cuerda.

No hay política mejor diseñada que aquella que se sustenta en las reacciones pasionales ajenas y multitudinarias. Cierto simbolismo, cierta morbosidad y cierta dosis de promesas reafirmatorias, son ingredientes intrínsecos de un bien montado andamiaje político para manipular las pasiones. Y ello se elabora antes de los sucesos por los que se aguarda, con los resultados previstos.

Los políticos no juegan al azar, elaboran una estrategia para alcanzar sus fines. Hay que sospechar de las jugadas obvias, de lo que nos puede, a simple vista, parecer un error porque puede resultar una trampa, sobre todo, si estamos deseosos de que ocurra aquello hacia donde nos inducen.

Bajo esos preceptos elementales –la política es más compleja aún- me gustaría echarle una ojeada a las relaciones Cuba-Unión Europea y el debate alrededor de la posición común, todo ello teniendo muy en cuenta el papel del gobierno socialista español y su jefe de relaciones exteriores.

El gobierno de la Habana no tiene el menor interés de dialogar. Sus posiciones son insostenibles en el mundo de hoy, y lo sabe; del mismo modo en que sabe que cualquier conversación, medianamente decente, lo conduciría al reajuste y cambio de esas posiciones que durante cincuenta años le han sido eficaces y rentables.

No aceptará diálogo, pero le resulta demasiado pedestre, demasiado ramplón para su medio siglo de experiencia política, postularlo de ese modo. Entonces tiene que inducir al error ajeno mostrando un supuesto error propio.

Para tal jugada necesita un portavoz. Elige al canciller español Miguel Ángel Moratinos, quien más por intereses económicos de su gobierno que por verdadera filiación política, es el adecuado para sostener, con cierto grado de credibilidad, que Cuba está dispuesta a dialogar.

Moratinos lo hace gustoso durante largo tiempo, mientras se empolla la presidencia temporal de la Unión Europea por parte de España. No olvida el gobierno cubano que la decisión final sobre la posición común se toma de manera plural por los 27 miembros del bloque y que la unanimidad es conditio sine qua non, cuenta por lo menos con el rechazo de República Checa y Polonia, por lo que la gestión de España está, de antemano, condenada al fracaso, pero no es conveniente a corto y mediano plazo que así se vea.

Cuando el esperado diálogo pudiera celebrarse, se comete el supuesto error para que las culpas del fracaso no recaigan sobre las gestiones de su vocero -a quien necesitará más adelante- ni sobre su disposición de dialogar -porque seguirá, también supuestamente, abierto a las conversaciones- sino sobre una intromisión en asuntos internos de la nación que no puede admitir.

De ahí que al primer sospechoso de injerencia que llegue al país, se le acuse de oscuras truculencias a favor de la disidencia interna, y se le expulse del país, hecho que, a no dudarlo, será noticia que pondrá en juego las pasiones y desatará todo un berenjenal de opiniones que hará visible y creíble el error elaborado con minuciosidad para que así se fuera.

La estrategia es no dialogar pero mostrar que se está dispuesto al diálogo. De ahí que se induzca al error real con un supuesto error. Expulsar de Cuba al eurodiputado Luis Yañez-Barnuevo, un dirigente histórico del Partido Socialista Obrero Español, no fue un error, es una estrategia ensayada innúmeras veces. El objetivo, sencillísimo, ganar tiempo para una gerontocracia incapaz de resolver los problemas económicos, políticos y sociales que ha creado durante cinco décadas y por los cuales no quiere rendir cuentas ante ningún tribunal, sabe que sólo la muerte en el poder los libraría de la condena, y por ello asumen la consigna de: Après moi, le déluge, que importa lo que digan las pasiones desbocadas si el fin se alcanza.

Para las pretensiones de acercamiento del presidente Barack Obama, la misma receta: se arresta y acusa de espía al contratista Alan Gross, quien repartía computadoras y teléfonos móviles en la isla, y luego verán a qué acuerdo llegan, pero siempre en la prudente distancia que necesitan los viejos guerrilleros para morir en el poder.