martes, enero 26, 2010

Ricardo Carreras: Gloria Amaya González

Gloria Amaya González




Por Ricardo Carreras.


( Ricardo Carreras al lado de Gloria Amaya )


Llegó el día de su último viaje. No era la epopeya de visitar a sus hijos injustamente presos, sino un viaje más largo. Junto a su silla de ruedas la encontraron, como al poeta, ligera de equipaje. Era físicamente frágil. Su cuerpo anciano, pequeño y débil. Su rostro manchado y enjuto, chupado por la pobreza y la desesperación. Moralmente, era una gigante, invencible. Escondía un coraje de acero dentro de su endeble cuerpo. La temprana enfermedad -y muerte- de su marido la obligó a criar sola a sus cinco hijos mientras trabajaba. A ella nunca le regalaron nada.

El viernes 8 de enero falleció Gloria Amaya González. Una mujer ejemplar. Madre de héroes. De su vientre nacieron Miguel Sigler Amaya, ex preso de conciencia, desterrado en Estados Unidos, Ariel Sigler Amaya, preso de conciencia, actualmente en prisión -a pesar de sufrir diversas enfermedades causadas por la cárcel- y Guido Sigler Amaya, preso de conciencia. También, Juan Francisco y María Victoria. Todos honrados. Todos decentes. Todos dignos. Todos valientes. Todos ellos defensores de la democracia y los derechos humanos, y por ende -necesariamente- opositores pacíficos al régimen castrista.

Acudieron al velorio -que es sinónimo de velatorio pero más corto- otras Damas de Blanco. También la velaron familiares, vecinos y opositores en su casa de Pedro Betancourt, Matanzas.

Allí tuve el inmenso honor, hace años, de visitar a Gloria y a los miembros de su familia que no están en prisión, en varias ocasiones, durante viajes solidarios a la isla. Fueron de las experiencias más emotivas y enriquecedoras de mi vida. Recuerdo vivamente su dolor y su entereza. Lo llevo dentro de mí, albergado en los pliegues de mi memoria.

Falleció Gloria Amaya sin poder ver libres y unidos a sus hijos. Desgarrada por la injusticia, quebrada por su dolor de madre, asfixiada por la desesperación. Su cuerpo no pudo resistir más.

Dicen que tuvo un derrame cerebral. En realidad fueron la pena y el sufrimiento los que acabaron con su precaria supervivencia. Pero su espíritu es irrompible, indoblegable, inquebrantable. Su alma trasciende y pervive entre nosotros. Su coraje, dignidad y entereza son ejemplo y referente, no sólo para los cubanos de siglos venideros, sino para toda la humanidad. Gloria no ha muerto. Gloria es eterna.