lunes, enero 25, 2010

La exquisita calma del democristiano

Tomado de http://lacomunidad.elpais.com

La exquisita calma del democristiano


Por Nicolás Águila


El militante democristiano llega temprano a casa y encuentra a la mujer con otro. La sorprende in fraganti con el amante en el sofá, los dos inocentemente desnudos, felices y pecadores.

Pero un democristiano nunca pierde la calma ni la compostura. El marido burlado despide cortésmente a su rival y le recuerda el noveno mandamiento: “No desear la mujer de tu prójimo cuando el prójimo esté próximo”.

El democristiano tampoco abandona nunca el instinto de negociación. Se sienta después a conversar con su esposa. No la repudia, ni la recrimina, ni le pega, ni le grita, ni le levanta la voz. Simplemente le advierte que el adulterio es un pecado capital. El que peca no va al cielo, concluye más didáctico que amenazante. La mujer le jura que eso jamás volverá a ocurrir. Entonces hacen las paces democristianamente. Y colorín.

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Así, con ese sentido del humor un tanto anticuado, describía el embajador panameño ante la OEA, Guillermo Cochez, el comportamiento equilibrado del militante de la democracia cristiana. Lo presentaba, entre bromas y veras, con la imagen humorística del esposo permisivo, si bien la intención no es otra que caracterizarlo como el político conciliatorio.

El embajador articulaba su discurso recurriendo a una especie de parábola que terminaba en chiste y encerraba su moraleja. El objetivo era fustigar a Hugo Chávez y a otros que ven la paja en el ojo hondureño pero no la viga en el propio. Se trataba de eso que llaman un tiro por elevación. De ahí que cuente el milagro, pero sin nombrar el santo, a través de esos sobrentendidos tan propios de la diplomacia.

El cuento del democristiano aguantón le servía al embajador para contrastarlo con otros militantes más irascibles, de esos que culpan de todos los males al enemigo externo o, más concretamente, a los yanquis.

Si es un comunista el que descubre la infidelidad de la mujer --continúa el diplomático—, la reacción hubiera sido bien distinta. El radical de izquierda, típicamente, resuelve sus conflictos sentimentales desquitándose con el imperialismo. Por eso, cuando la mujer lo deja o lo traiciona, el izquierdista se llena de civismo y corre a tirarle piedras a la embajada de Estados Unidos.

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