domingo, marzo 14, 2010

CUBA: Guillermo Fariñas: “Hay momentos en que es necesario ser semilla, ser raíz, ser muerte…”



Guillermo Fariñas:

“Hay momentos en que es necesario ser semilla, ser raíz, ser muerte…”

En la villa de Santa Clara, el ex soldado mantiene una huelga de hambre en protesta contra el régimen cubano. M Semanal estuvo con él en los que pueden ser sus últimos días.

Foto: Desmond Boylan/ Reuters

SANTA CLARA, Cuba.- Este hombre se puede morir de hambre o de sed en cualquier momento. Si es cierto lo que le han dicho los dos médicos que lo acaban de revisar, uno de su confianza y otro del gobierno cubano contra el que protesta, la vida no le alcanzará más que un puñado de semanas, o hasta días, quizá. El diagnóstico indica que un soplo aparecerá en cualquier momento en el corazón de Guillermo Fariñas. El funcionamiento del cuerpo, órgano por órgano, se colapsará hasta llegar al instante fatal.

De piel morena, calvo y con ojos grandes, Fariñas da la apariencia de alcanzar los dos metros de altura. Las casi tres horas de conversación en su casa están cubiertas por una atmósfera de despedida. Habla de la búsqueda de un editor para una novela inédita “que será póstuma”, la cual escribió inspirado en sus años en Angola como soldado del Ejército cubano; de que en caso de necesitar detalles para escribir su obituario hay que comunicarse con su madre y de que una vez que él fallezca, otro disidente cubano retomará la estafeta que él a su vez heredó de Orlando Zapata, el opositor que murió tras 82 días de huelga de hambre en diversas cárceles nacionales.

Cuando nos encontramos en su natal Santa Clara, una pequeña ciudad a poco más de 200 kilómetros de distancia de La Habana, Fariñas llevaba ya una docena de días sin probar alimentos ni bebidas y había sido internado en una ocasión en el hospital local para suministrarle suero durante un par de horas. Su voz pausada salía de una boca rosa con labios despellejados. Sus historias sobre la vida como opositor bajo el régimen cubano eran acompañadas por ademanes de sus brazos flacos, en cámara lenta. A veces se mareaba y cuando lo agarraba una racha de tos, paraba de hablar un momento. Los padecimientos de su protesta, visibles en su abdomen huesudo y amoratado, hacían que Fariñas, con 52 kilos de peso, tuviera el aspecto de una jirafa negra inmovilizada por un dardo tranquilizante, o bien, el de un Gandhi —personaje a quien admira— caribeño.

“Las huelgas de hambre contra el régimen cubano seguirán si yo muero”, me dijo Fariñas muy convencido. Aunque no mencionó quién podría ser su relevo ya se manejan cuatro nombres: Diosdado González, Eduardo Díaz, Fidel Suárez y Nelson Molinet, recluidos en cárceles de Pinar del Río desde 2003 acusados de trabajar al servicio de Estados Unidos.

“Creo que ellos, los del gobierno cubano, no calcularon bien la madurez de la oposición pacífica en estos momentos. No pensaron que alguien pudiera surgir de pronto como una persona que asumiera el bastón que dejó Zapata Tamayo, y están ahora nerviosos porque ya ellos deben conocer que, cuando yo fallezca, otros van a asumir este bastón. O sea que no vamos a dejar que el fuego que encendió Zapata Tamayo se extinga, porque si dejamos que este fuego se extinga, vamos a ser aniquilados como oposición pacífica. Este es el momento de ahora o nunca”.

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El jueves 11, Fariñas fue hospitalizado por un segundo shock  hipoglucémico.
El jueves 11, Fariñas fue hospitalizado por un segundo shock hipoglucémico. Foto: Rolando Pujol/ EFE

Casi nadie viaja a estas horas de la noche por la autopista nacional que va de La Habana a Santa Clara, lugar conocido por la batalla que libró aquí Ernesto el Che Guevara durante 1959, cuando la Revolución cubana irrumpía por la puerta grande en la escena del mundo.

La calle Alemán, donde está la casa de Fariñas, es la única a la redonda que permanece iluminada. Sin embargo, no hay a la vista agentes uniformados ni mucho barullo. Luego de tocar la puerta se asoma la madre de Fariñas, quien pide que nos identifiquemos. Un periodista español y yo llegamos con un amigo de la casa, también parte de la disidencia. Esperamos 10 minutos antes de entrar a la casa del activista. El televisor está encendido y a todo volumen, en contraste con el silencio nocturno.

Fariñas aparece de pie, caminando y quitándose a la vez una chamarra café que lleva puesta encima de un traje azul celeste de tela delgada, como de paciente de hospital. Vienen los saludos y abrazos afectuosos para nuestro guía, quien nombra a Fariñas como Coco, el apodo que suele darse en Cuba a las personas necias. Lo primero que nos cuenta el disidente es que Delmys Jiménez, el director de la clínica oficial donde fue atendido de urgencia hace unos días, le dijo a su esposa Clara Pérez que la sala de terapia intensiva era para ciudadanos laboriosos que contribuyeran a la revolución, no para contrarrevolucionarios que quisieran desestabilizar el país, por lo que sólo iban a tenerlo ahí dos o tres días pasándole suero, pero que después tendría que irse a su casa.

Ésta es verde por dentro. Dos sofás pequeños y viejos y un mueble donde descansa el ruidoso televisor y algunos objetos de porcelana dan la bienvenida. Hay un pequeño cuarto en el que está instalado un comedor donde uno de los muebles, en lugar de guardar platos y vasijas, apila libros con títulos como La otra cara del Che, Después de Fidel y Las guerras secretas de Cuba.

Mientras hablamos le enseño a Fariñas la edición del periódico oficial Granma donde hablan de él, y con gesto serio me dice que ya lo leyó y que incluso ha autografiado varios ejemplares a vecinos y amigos que han venido a comentar la publicación que lo acusa de ser un mercenario al servicio de Estados Unidos. “Todo lo que dicen de que yo hago huelgas de hambre, de que me dedico a eso, para mí constituye un orgullo”, se jacta.

Yoani Sánchez, bloguera independiente que ganó en España el prestigiado premio Ortega y Gasset, le acaba de llamar por teléfono desde La Habana para pedirle que diga unas palabras para una página de internet creada por ella para dar seguimiento especial a su huelga. De México dice que también ha recibido llamadas de apoyo, pero no sabe quiénes las hacen, ya que sus interlocutores no se identifican para evitar ser detectados por la inteligencia cubana, que además de tener intervenido su teléfono ha puesto micrófonos dentro de su casa: eso explica el volumen del televisor.

Cierto o no, la charla sucede y Fariñas habla con libertad sobre temas de los que pocos tocan en un país ejemplar en salud y educación, pero donde existe la predelictividad, una condena mediante la cual el Estado determina cuando cierta persona puede cometer en el futuro un delito y detenerla para ser juzgada previamente.

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En Cuba es poca la gente que está enterada de la huelga de hambre que realiza Guillermo Fariñas. Los medios de comunicación, controlados totalmente por el Estado, no mencionan esta protesta, con excepción del artículo publicado en Granma donde se minimiza el acto y se cuestiona la calidad moral de Fariñas.

Uno de los miembros de la disidencia me enseñó en La Habana la portada de un Granma de 1981. Allí se despliega ampliamente la historia de uno de los 10 jóvenes del desaparecido Ejército Republicano Irlandés (IRA por sus siglas en inglés) que murieron en huelga de hambre durante una jornada de protesta contra la conservadora “y proimperialista” Margaret Thatcher: una jornada de protesta parecida a la que transcurre hoy aquí y de la cual, a diferencia de la irlandesa, nadie habla en la prensa.

Fariñas dice que no recuerda el caso de los irlandeses, pero comienza a explicar las principales razones de su huelga. La primera es alentar una condena internacional contra el régimen cubano por la muerte de Orlando Zapata y la segunda conseguir la liberación de 26 opositores, presos políticos que el gobierno niega, y que se encuentran enfermos en su encierro. Menciona los casos de González Suárez, González Alfonso, Lagos Urique, Argüelles Morán y Miguel Galván, resaltando a uno de apellido Amaya, quien, afirma, lleva siete días sangrando por el recto. De Linares García cuenta que perdió la visión y se encuentra con problemas gastrointestinales severos. “A lo mejor me he olvidado de otros, pero es que uno también con esta falta de comida, le falta la memoria”, justifica, tocándose la calva. Los 26 presos que Fariñas exige sean liberados forman parte de 75 opositores detenidos en 2003 por el gobierno cubano, acusados de colaborar con el gobierno de Estados Unidos para desestabilizar al país, episodio conocido en el ambiente opositor como La primavera negra. Las detenciones masivas, ocurridas justo cuando la atención del mundo estaba puesta en la invasión de Estados Unidos a Irak, provocaron una protesta de la Unión Europea en contra del régimen cubano, protesta que este pasado jueves se extendió al caso Fariñas.

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Protestas de los cubanos exiliados en Miami por la muerte de  Zapata.
Protestas de los cubanos exiliados en Miami por la muerte de Zapata. Foto: Alberto Estèvez/ EFE

Da la impresión de que toda la vida de Guillermo Fariñas ha sido un campo de batalla. Antes de convertirse en disidente fue militante de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), miembro de los batallones de seguridad personal a sedes diplomáticas del Ejército, además de uno de los miles de participantes cubanos en la guerra de Angola, donde recibió cinco condecoraciones por su actuación en el frente. Cuenta que fue durante una misión de trabajo que tuvo en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas cuando empezó a cuestionarse sobre el régimen cubano y que, poco tiempo después, una vez de vuelta en La Habana, estableció contacto con una de las pocas organizaciones opositoras que existen en el país.

DEO: El gobierno cubano dice que usted y los demás disidentes están pagados por Estados Unidos.

GF:A mi lo único que me ha podido ofrecer en algunas ocasiones la oficina de intereses de Estados Unidos es jugos, porque yo no tomo ni bebidas alcohólicas. La oficina de intereses en Cuba tiene por norma que no te ofrece ningún tipo de financiamiento, no te lo puede ofrecer. Ahora, sí me siento orgulloso de que mis hermanos en el exilio, y otros grupos en América y en Europa después de que fueron opositores pacíficos, como lo soy yo ahora, me den financiamiento particular.

DEO: Pero para el gobierno cubano eso significa ser un mercenario.

GF: No me considero mercenario. Eso es una falacia del gobierno cubano. La única vez que fui mercenario fue cuando estuve a las órdenes de Raúl Castro en la Republica Popular de Angola, a donde él mismo nos despidió antes de irnos, a donde él mismo nos dio las órdenes de lo que teníamos que ir a hacer allá. De ahí para allá, todo lo que he hecho en mi vida ha sido por mi propia convicción y siempre en función de mi patria.

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Hoy por la tarde Fariñas ha hablado por teléfono con Ciro Gómez Leyva y Manuel Feregrino durante el programa de Radio Fórmula de la tarde en México, en el cual ha pedido a los mexicanos que le soliciten al Congreso y al presidente Felipe Calderón un pronunciamiento sobre la muerte de Orlando Zapata. “Los presidentes correctamente electos no deben reunirse con presidentes que tienen las manos llenas de sangre, como es el caso de Raúl Castro. Raúl Castro es cómplice del asesinato de Orlando Zapata Tamayo y va a ser cómplice del asesinato mío puesto que el artículo que sacó el periódico Granma, en los dos últimos párrafos, lanza un mensaje explícito a que me van a dejar morir”, sentencia Fariñas.

El artículo al que se refiere fue publicado el lunes ocho de marzo en ese diario oficial. Aunque aparece completo en la página cuatro, el tabloide lo anuncia en su portada diciendo: “Campaña mediática a favor de mercenario se estrella con la firmeza de Cuba”. Los dos últimos párrafos del texto a los cuales se refiere el disidente sentencian: “En este caso (el de Fariñas) no es la medicina la que debe resolver el problema intencionalmente creado con el propósito de desacreditar nuestro sistema político, sino el propio paciente y los apátridas, diplomáticos extranjeros y medios de prensa que lo manipulan. Las consecuencias serán de su entera y única responsabilidad. Cuba, que ha demostrado con creces que tiene como divisa principal la vida y la dignidad del ser humano, no aceptará chantajes”.

Es un enigma saber lo que se está pasando en la cúpula cubana en torno al caso de Fariñas. En torno a cualquier cosa en general; la información suele ser escasa y el gobierno hermético.

DEO: ¿Cómo se imagina Cuba dentro de unos años?

GF: No puedo aventurarme. Hay informaciones que yo no conozco. Sí sé que hay un grado de descontento dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y dentro del mismo Ministerio del Interior, que son los organismos más importantes de represión. Hay un gran descontento dentro del Partido Comunista de Cuba, por eso no se atreven a hacer el Congreso del Partido, porque tienen que hacer reformas y porque hay un gran descontento entre la intelectualidad cercana a la dictadura. Estaba leyendo unas declaraciones recientes de Silvio Rodríguez en las cuales decía que habría que preguntarnos por qué se quieren ir los jóvenes de Cuba. Y Silvio es un incondicional de Fidel Castro. Alfredo Guevara y otros pilares del comunismo dijeron lo mismo. Son críticas muy suspicaces, pero el que ya todo ese grupo de personas emblemáticas estén dejando de creer en el régimen, en el sistema, es interesante.

Indiscutiblemente, cuando un país se queda sin juventud, o sin gran parte de su juventud, es un país que está prácticamente muerto y eso es lo que queremos evitar. Consideramos que con nuestro fallecimiento el régimen va a ser desenmascarado. No es un problema igual que dejaste morir a Zapata en prisión: a que dejaste morir a Guillermo Fariñas en la calle. Entonces el régimen va a quedar desenmascarado porque en pleno siglo XXI el que un gobierno que se dice socialista, que se dice comunista, que se dice humanitario, deje morir a sus adversarios políticos —que lo está haciendo desde 1959, aunque lo había podido enmascarar de cierta manera— va a ser un golpe para la opinión publica internacional, incluso para los propios seguidores en el exterior de Fidel Castro. El régimen ya no puede soportar eso.

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Foto: Desmond Boylan/ Reuters

Antes de viajar a Cuba entrevisté en su departamento de la colonia Condesa de la Ciudad de México al escritor y periodista cubano Rubén Cortés, quien explica que muchos de los problemas existentes en la isla se deben a que “la generación que hizo la revolución cubana sigue viva y se quiere morir en la cama”, pero también me advirtió que en la disidencia cubana “hay gente que lo que quiere en realidad es irse de Cuba y para conseguirlo se mete a la disidencia. Como Cuba no reconoce la existencia de presos políticos, Estados Unidos les da una visa en calidad de presos políticos y así algunos se van del país, pero su intención es irse, no conseguir un cambio político”, explica el autor de ¡Cuba, Cuba!, un libro de crónicas de pulida prosa que se ha convertido en uno de los más vendidos de Ediciones Cal y Arena.

Poco después de la llamada Primavera negra el gobierno cubano editó un libro titulado Los disidentes, en el cual los periodistas Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez presentan testimonios de agentes encubiertos que formaron parte de la disidencia, así como también documentos reveladores en los cuales se ve que para algunos en Cuba, como explica Cortés, ser opositor se ha convertido solamente en una forma de mejorar sus niveles de vida. Pero el día en que llegué a casa de Fariñas, el Consejero Político de la Embajada de España, Carlos Pérez, había estado ahí para ofrecerle que dejara la huelga y se fuera a España, como lo han hecho otros disidentes, entre ellos el poeta y periodista Raúl Rivero, y Fariñas respondió que no. En lugar de eso le pidió que gestionara la liberación y exilio a su país de los 26 presos por los cuales está en huelga de hambre. Le pregunté a Fariñas por qué no se iba, mientras éste esculcaba documentos en un estudio de trabajo improvisado en el patio de la casa, entre un lavadero y fierros viejos.

GF: Nosotros no estamos dispuestos a aceptar ese ofrecimiento porque nuestro objetivo no es ser exiliados. Nuestro objetivo es ser prisioneros políticos u opositores dentro de Cuba. Respetamos a todos los exiliados cubanos, muchos colaboran con nosotros, son nuestros hermanos, pero en lo personal considero que la lucha es aquí dentro de la patria, aunque también se hace lucha desde fuera. No quiero ser discriminatorio en ningún momento, así que quiero decir que muchos de nosotros no existiríamos como personas, como sujetos

y resignado a morir. ¿No cree que haya otra salida?

GF: Tenemos toda una serie de compañeros de armas que, independientemente de mi posición ideológica, son personas a las que yo les debo la vida o ellos me la deben a mí, por circunstancias de guerra. Algunos son cercanos a Raúl Castro y ellos me han mandado decir a través de terceras o cuartas personas el mensaje de que Raúl Castro emitió la orden el martes pasado de dejarnos morir “para que se acabe el circo ése que tiene montado el negro de mierda ése”. En el artículo de Granma dicen que son mis hermanos quienes me están manipulando, que es la prensa extranjera o los diplomáticos extranjeros; pues yo niego eso. Esto es una decisión mía. Yo no conozco a nadie que haya venido a decirme que continúe. Todo el mundo me pide que no continúe haciendo la huelga, pero hay momentos en la historia de las naciones, y en este caso en la refundación de esta nación, en que es necesario ser semilla, en que es necesario ser raíz, en que es necesario ser muerte.

Diego Enrique Osorno/ enviado

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