viernes, abril 23, 2010

La farsa de Pablo Lafargue el yerno cubano de Carlos Marx y amigo de Vladimir I. Ulianov ¨Lenin¨ (Y el temor de Reagan a Lenin y la fruta madura )

Tomado de http://eichikawa.com/



La farsa de Lafargue (Y el temor de Reagan a Lenin)
Abril 23, 2010

Por Arnaldo M. Fernández

Ante los crónicos faltantes ideológicos del almacén castrista, su prensa no podía menos que acordarse del natalicio de Lenin (abril 22, 1870) echándole mano al santiaguero Pablo Lafargue (1842-1911), del cual parece quedar algún rastro cubiche por Miramar, donde estaba la escuela de traductores.

Resulta que este Pablito no fue solo yerno de Marx, sino amigo de Lenin y «se supone que de él supo el líder de los comunistas rusos los primeros datos acerca de nuestro país». Esta suposición tiene tanto vigor intelectual como aquel libro del ñángara uruguayo Rodney Arismendi: Lenin, la revolución y América Latina (1970), porque entre los 50 y pico de volúmenes de las Obras completas de Lenin constan dos o tres menciones a Latinoamérica en El imperialismo: fase superior del capitalismo (1916), como entrada de tablas estadísticas sobre inversiones de capital extranjero y referencia de Rudolf Hilferding a Sudámerica, especialmente Argentina, como región bajo control financiero de Gran Bretaña. De Cuba en particular, ni una.

Lenin se refirió dos veces a la guerra «hispano-americana» (sic) junto con la guerra anglo-boer (1899-1902) para poner en contexto el arraigo posterior del término «imperialismo» en las literaturas económica y política. Pero estos santiagueros son de ampanga y el cuento de ahora reza que «al líder ruso le impactó el conflicto hispano-cubano (sic)-americano, sobre el que escribió clandestinamente un artículo [que] llegó a las manos del Zar». Como Lenin «analizaba y caracterizaba el conflicto, [el Zar] envió en secreto a Cuba a un coronel, [que] participó en la contienda, oculto entre las tropas estadounidenses y al final le rindió un detallado informe».

Ese artículo se parece mucho al plan de Lenin que tanto preocupó a Reagan, al punto de que llegó a citarlo dos veces en sus memorias: «Primero, nos apoderaremos de Europa Oriental y después organizaremos las hordas de Asia… Luego nos moveremos hacia América Latina y una vez que la tengamos no será necesario ocupar los Estados Unidos, el último bastión del capitalismo, porque caerá en nuestras manos como fruta madura».

Aquí parecen cruzarse la fruta madura (1823) del secretario de Estado americano John Quincy Adams y «el despertar de las tribus oscuras» (1921) anunciado por Zhizn natsionalnostei, el periódico soviético sobre problemas de las nacionalidades. Solo que Lenin jamás escribió aquello ni lo dijo donde lo oyeran.

-Nota: En el recodatorio se pregunta «cuántas anécdotas o detalles de Cuba le habrá contado Pablo a Lenin [y] cuántas preguntas le habrá hecho Lenin a Pablo sobre Cuba». Vamos a imaginar las respuestas. Amén de lo que ya sabemos acerca de Lenin y Latinoamérica, Lafargue levantó la pata de Santiago de Cuba a los nueve años y jamás atinó a ponerla de nuevo en la Isla.
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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "La farsa de Pablo Lafargue el yerno cubano de Car...":

Primero, un saludo sabatino de Fray Francisco Franelo. Y a continuación voy al abordaje.
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Ya sabes, hermano Pedro Pablo, cuáles son mis sagradas escrituras. No precisamente los clásicos del marxismo. Pero de algo uno se entera, inevitablemente, que peregrinos somos y por los caminos de Dios andamos.

Marx despreciaba a su yerno amulatado (al que llamaba despectivamente “negro”), nacido en Santiago de Cuba aunque de cubano no tenía ni el nombre, pues no se llamaba Pablo sino Paul.
El cofundador del 'socialismo científico' (así se le llama –¿se le llamaba?-- a ese sistema contra natura, a pesar de que para que el socialismo fuese realmente científico debieron haberlo testado con animales de laboratorio antes que con cobayas humanas)… Decía que el cofundador de ese engendro —retomo el hilo, perdonad el anacoluto— consideraba además que por haber nacido en el trópico su yerno mostraba una propensión natural a la holgazanería y a la falta de rigor intelectual, amén de otros vicios tropicales sin duda inoculados por el mosquito Aedes aegypti, que vuela sato y picador en el Oriente cubano, que es por antonomasia la tierra del Mayor (del mayor HP que haya nacido en Cuba).

Lafargue, en definitiva, le dio la razón a Marx (o quiso vacilarlo, quién quita) al escribir su texto más conocido y citado por toda la grey de vagos y vagabundos que integran las filas de los partidos del proletariado mundial: ‘Elogio de la pereza’, un texto que comienza parafraseando (y chipojeando) la frase inicial del Manifiesto Comunista “Un fantasma recorre el mundo….”, escrito por el suegro y su íntimo colaborador (y mantenedor), Federico Engels, el otro cofundador de la desgracia, quien se gastaría todo un capital para que el huevón de Marx pudiera escribir el suyo, el ‘Das Kapital’.

No os perdáis, queridos cubanazos, esta deliciosa boutade del inefable 'Pablito el santiaguero', un tipo que recibió una cuantiosa herencia que le permitía vivir de las rentas sin disparar un chícharo: “Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista. (…) Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda por el trabajo, llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de sus hijos.”

El texto de Lafargue, para más inri, aparece bajo un exergo sui géneris, cuya militancia del rico vacilón rivaliza solo con la del desengañado de bares y cantinas: "Seamos perezosos en todas las cosas, excepto al amar y al beber, excepto al ser perezosos".

Se comprende perfectamente por qué nunca fue publicado en la Cuba castrista la obra de un Lafargue más epicúreo que marxista. Lo cual no significa que la tesis del fementido santiaguero no haya gozado de plena vigencia entre los jerarcas de la cúpula castrista. Allá el hedonismo y el despelote solamente les está permitido a los pinchos y mayimbes, esos históricos tan sacrificados que dedicaron toda su juventud a joder la pita y desatender los problemas del país. Más de medio siglo después, en vez de darle un respiro al pueblo, lo único que les importa es tomarse la viagra para reafirmar su virilidad decadente de cuasi octogenarios. Y cuando no surte efecto el afrodisiaco, hasta son capaces de dispararle a bocajarro a la joven amante insatisfecha.

‘El derecho a la pereza’, traducido también como ‘Elogio de la pereza’, puede leerse en:
http://www.marxists.org/espanol/lafargue/1880s/1883.htm

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Comentario del Bloguista
Muy buen comentario Fray Franelo !!. Tenga usted un bendito fin de semana en su humilde monasterio rodeado de sus hermanos.
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Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "La farsa de Pablo Lafargue el yerno cubano de Car...":

No pretendo enmendarle la plana al señor fraile de San Benito, cuya sabiduría él sabe disimular humildemente con un humor más criollo que benedictino. Solo quiero añadir un dato.

Contaba el profesor Luis Aguilar, hace años, que en una ocasión le pidieron a Pablo Lafargue su apoyo a la independencia de Cuba. Y el santiaguero francodescendiente respondió algo así como que el destino de esa isla insignificante y mierdosa a él se la sudaba.

Convendría rescatar ese artículo del desaparecido profesor Aguilar o, mejor aún, ir a la fuente primaria. Cosa que dejo para los jóvenes investigadores, que tienen más bríos y muchas más ganas de empinar el papalote. Buen domingo, Pedro Pablo ---- NIC




2 Comments:

At 7:41 p. m., Anonymous Anónimo said...

Primero, un saludo sabatino de Fray Francisco Franelo. Y a continuación voy al abordaje.
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Ya sabes, hermano Pedro Pablo, cuáles son mis sagradas escrituras. No precisamente los clásicos del marxismo. Pero de algo uno se entera, inevitablemente, que peregrinos somos y por los caminos de Dios andamos.

Marx despreciaba a su yerno amulatado (al que llamaba despectivamente “negro”), nacido en Santiago de Cuba aunque de cubano no tenía ni el nombre, pues no se llamaba Pablo sino Paul.
El cofundador del 'socialismo científico' (así se le llama –¿se le llamaba?-- a ese sistema contra natura, a pesar de que para que el socialismo fuese realmente científico debieron haberlo testado con animales de laboratorio antes que con cobayas humanas)… Decía que el cofundador de ese engendro —retomo el hilo, perdonad el anacoluto— consideraba además que por haber nacido en el trópico su yerno mostraba una propensión natural a la holgazanería y a la falta de rigor intelectual, amén de otros vicios tropicales sin duda inoculados por el mosquito Aedes aegypti, que vuela sato y picador en el Oriente cubano, que es por antonomasia la tierra del Mayor (del mayor HP que haya nacido en Cuba).

Lafargue, en definitiva, le dio la razón a Marx (o quiso vacilarlo, quién quita) al escribir su texto más conocido y citado por toda la grey de vagos y vagabundos que integran las filas de los partidos del proletariado mundial: ‘Elogio de la pereza’, un texto que comienza parafraseando (y chipojeando) la frase inicial del Manifiesto Comunista “Un fantasma recorre el mundo….”, escrito por el suegro y su íntimo colaborador (y mantenedor), Federico Engels, el otro cofundador de la desgracia, quien se gastaría todo un capital para que el huevón de Marx pudiera escribir el suyo, el ‘Das Kapital’.

No os perdáis, queridos cubanazos, esta deliciosa boutade del inefable 'Pablito el santiaguero', un tipo que recibió una cuantiosa herencia que le permitía vivir de las rentas sin disparar un chícharo: “Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista. (…) Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda por el trabajo, llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de sus hijos.”

El texto de Lafargue, para más inri, aparece bajo un exergo sui géneris, cuya militancia del rico vacilón rivaliza solo con la del desengañado de bares y cantinas: "Seamos perezosos en todas las cosas, excepto al amar y al beber, excepto al ser perezosos".

Se comprende perfectamente por qué nunca fue publicado en la Cuba castrista la obra de un Lafargue más epicúreo que marxista. Lo cual no significa que la tesis del fementido santiaguero no haya gozado de plena vigencia entre los jerarcas de la cúpula castrista. Allá el hedonismo y el despelote solamente les está permitido a los pinchos y mayimbes, esos históricos tan sacrificados que dedicaron toda su juventud a joder la pita y desatender los problemas del país. Más de medio siglo después, en vez de darle un respiro al pueblo, lo único que les importa es tomarse la viagra para reafirmar su virilidad decadente de cuasi octogenarios. Y cuando no surte efecto el afrodisiaco, hasta son capaces de dispararle a bocajarro a la joven amante insatisfecha.

‘El derecho a la pereza’, traducido también como ‘Elogio de la pereza’, puede leerse en:
http://www.marxists.org/espanol/lafargue/1880s/1883.htm

 
At 4:41 a. m., Anonymous Anónimo said...

No pretendo enmendarle la plana al señor fraile de San Benito, cuya sabiduría él sabe disimular humildemente con un humor más criollo que benedictino. Solo quiero añadir un dato.

Contaba el profesor Luis Aguilar, hace años, que en una ocasión le pidieron a Pablo Lafargue su apoyo a la independencia de Cuba. Y el santiaguero francodescendiente respondió algo así como que el destino de esa isla insignificante y mierdosa a él se la sudaba.

Convendría rescatar ese artículo del desaparecido profesor Aguilar o, mejor aún, ir a la fuente primaria. Cosa que dejo para los jóvenes investigadores, que tienen más bríos y muchas más ganas de empinar el papalote. Buen domingo, Pedro Pablo ---- NIC

 

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