sábado, mayo 15, 2010

En defensa de Radio Martí

Tomado de http://www.diariodecuba.net



En defensa de Radio Martí


Por Rafael E. Saumell
Texas
Viernes 14 de Mayo de 2010

Hace poco más de un año escuché decir al abogado Pablo Llabre que no hay nada más peligroso que un cubano ante un micrófono. Al recordar la frase en el contexto del aniversario 25 de Radio Martí (20 de mayo de 1985), pensé además que, en realidad, nada hay más peligroso que un cubano controlando todos los micrófonos por más de medio siglo.

Es necesario apuntar que desde la creación del Instituto Cubano de Radiodifusión (1962), todas las estaciones de radio y televisión pasaron al estricto control del gobierno revolucionario. La prensa plana, el cine y las casas editoriales conocieron un destino similar. Lectores, radioescuchas y televidentes en Cuba, a través de los diversos medios, han quedado desde entonces bajo el impacto de la voz y la reflexión única.

El pensamiento oficial no admite rivales bajo ese sistema de difusión masiva, o mejor, no los tuvo hasta la salida al aire de Radio Martí, diseñada con una programación dirigida a los cubanos y que empezó a salir al aire "tempranito y de mañana", como decía una de sus emisiones más célebres.

Radio Martí marca el comienzo del fin del monopolio informativo del Estado cubano. Ha dado presencia y espacio nacional e internacional a quienes se han arriesgado a romper públicamente con el régimen, a quienes han renunciado a repetir y por tanto a no obedecer los dogmas del pensamiento oficial. Ha llegado a los hogares, a los asilos de ancianos, a las cárceles, a los cementerios, a los centros de trabajo, a los hospitales, en fin, ha derribado los muros de exclusividad donde por demasiado tiempo sólo se había escuchado la voz del amo.

Está en los orígenes del periodismo independiente, del movimiento de blogueros, de todas las iniciativas para ampliar el espectro de la necesidad y del derecho a la expresión libre. Ha sido la primera emisora en divulgar, discutir y popularizar a nivel nacional los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (1948). A pesar de méritos tan sólidos, su existencia hoy como ayer es controversial, está siempre en la mesa de los debates sobre las complicadísimas relaciones entre los gobiernos de La Habana y de Washington, entre el exilio y los gobernantes de la Isla.

( Radio Martí. Miami, 22 de junio de 2007. (AP) )

El mismo nombre de la emisora, su origen político y financiero dentro del contexto de aquellos años, acentuaron la identidad de la empresa. Para los castristas fue un bochorno y un contrasentido llamarla Martí. Para los no castristas fue la mejor elección. Como sabemos, se trata de una entidad pagada por los contribuyentes norteamericanos, con presupuesto asignado por el Congreso, administrada por funcionarios del gobierno, sujeta a las normas y restricciones editoriales propias de otras agencias de los Estados Unidos.

Repudiada y censurada

Durante este cuarto de siglo la estación ha debido enfrentar rivales y escollos formidables: la reacción del gobierno cubano, que ha acudido a numerosos procedimientos técnicos y políticos para bloquear las señales, y las maniobras diplomáticas encaminadas a presentar las emisiones como actos hostiles contra la soberanía de la nación.

A pesar de lo anterior, que no es poco, Radio Martí se ha colado en el país. Dentro del territorio nacional las autoridades la tratan con el vigor represivo que nunca ha escaseado allí: como a una emisora ilegal e indocumentada, la más repudiada y censurada en la historia de la radiodifusión cubana que arranca en la década del veinte del siglo pasado.

Interesados en desprestigiarla y en arruinarla política y económicamente, sus adversarios dentro y fuera de Cuba han acudido muchas veces a tres argumentos adicionales: nadie la escucha, la programación es mala, las informaciones que transmite carecen de objetividad.

Es realmente difícil hacer encuestas de opinión y obtener estadísticas de algún valor real en un país donde la gente está convencida de que no hay opiniones privadas que no puedan llegar a oídos de los Comités de Defensa de la Revolución y de la Seguridad del Estado. En cuanto a la calidad, ¿es mala en comparación con la de Radio Rebelde o Radio Enciclopedia en La Habana, o en relación con Radio Mambí en Miami?

El asunto de la falta de objetividad resulta también interesante. ¿Quién establece ese criterio y a partir de qué modelos? Digamos, ¿carece de objetividad si se la mide por el trasero de las cadenas norteamericanas NBC o FOX, de los diarios The New York Times o The Washington Times, o de estaciones como Radio Francia Internacional, Radio Exterior de España e incluso Radio Habana Cuba?

En el reino presente de internet, ¿cuántos lectores naturales tienen en la Isla las revistas, diarios y blogs dedicados a Cuba hechos desde la oposición a Castro? Pocos, si se observa que la censura y la interferencia no se aplican únicamente a Radio Martí. ¿Debemos, por esa razón, desistir de esos esfuerzos, cuestionarlos, minimizarlos hasta la irrelevancia, condenarlos a desaparecer? ¿Debemos, por ese motivo, resignarnos a consumir nada más que La Jiribilla y Cubadebate?

Ahora algunos académicos visitantes en los Estados Unidos califican de "ciberchancleteo" lo que desde hace más de un cuarto de siglo vienen apodando, y sancionando a través del código penal, como "propaganda enemiga".

Antes de que comenzara la actual "guerra mediática", los voceros del gobierno de La Habana ya venían utilizando contra blogueros y disidentes los mismos argumentos que antes habían empleado para hacerle daño a Radio Martí: "Nadie les hace caso, carecen de un programa político creíble, distorsionan la realidad de Cuba, son voceros del imperio". ¿Recuerda alguien quiénes fueron los primeros corresponsales de Radio Martí en Cuba? Rogelio Fabio Hurtado, poeta y escritor radicado en La Habana, conoce bien la respuesta a esa pregunta y la dio en un artículo reciente: varios miembros del Comité Cubano Pro Derechos Humanos.

¿Cómo reaccionó la prensa oficial de entonces ante aquella osadía? Con una "guerra mediática" brutal que cubrió las páginas de Granma, cierto segmento de la TV y unas cuantas páginas de Palante. Cuando la invención popular bautizó a Fidel Castro de "carpintero", por su continuado hábito de hacer mesas redondas, hacía ya rato que Radio Martí se había adelantado a la "batalla de las ideas" bajo la conducción del historiador y periodista Luis Aguilar, antiguo maestro del comandante y del presidente Bill Clinton.

¿Ha fracasado Radio Martí?

Un cuarto de siglo después, la intolerancia del régimen sigue igualita. ¿Quiere esto decir que ha fracasado Radio Martí y por eso, como sugieren ciertos congresistas de los Estados Unidos y sus aliados, debemos rebajarle el presupuesto, quizás regresarla a Washington, a lo mejor cerrarla, tal vez mandar a paseo a la mayoría o a la totalidad de sus empleados, ser más realistas y designar esos fondos para mejorar la programación, por ejemplo, de Radio Rebelde?

¿Se imagina alguien que el partido único en Cuba hubiera tomado decisiones semejantes en cuanto a Radio Habana Cuba a raíz de la desaparición de la Unión Soviética y del resto del 'campo socialista' en Europa? Si continuáramos con esa lógica perversa, deberíamos empezar a callarnos todos los que deseamos para Cuba un tipo de sociedad que sea infinitamente mejor que el corriente modelo del partido único y sus secuelas naturales: monopolio de la información, de la distribución y de la discusión.

Radio Martí deberá hacer cambios, sí, pero para consolidar su supervivencia y misión. Tampoco debemos culpar a Radio Martí porque en Cuba no hayan ocurrido los cambios que sacudieron a Europa Oriental y a la extinta Unión Soviética. A nadie se le ha ocurrido cuestionar y menos proponer la clausura de los Departamentos de Estado y de Defensa, ni de la Voz de América, por los problemas sin resolver en el Medio Oriente, Corea del Norte, Iraq, Irán, Afganistán, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, etc.

El derecho a la información, a la libre expresión de las ideas, a las diferentes formas de propiedad privada y social, a entrar y a salir de su propio país, no son "programas" que gozan de altos "ratings" de sintonía entre ciertos gobiernos autoritarios y totalitarios. Ojalá que Radio Martí no tenga que prestar sus imprescindibles servicios por otros 25 años. Estoy convencido de que antes de esa fecha habrán dejado de existir en Cuba las causas que hoy la justifican, el monopolio del poder y el monopolio de la información.