LA REPRESIÓN CONTRA LAS DAMAS DE BLANCO EN CUBA. EL COMBATE EN LA CALLE NEPTUNO
EL COMBATE EN LA CALLE NEPTUNO
Por Adolfo Fernández Sáinz
Miembro del grupo de los 75
condenado a 15 años de privación de libertad.
Periodista de la agencia de prensa independiente Patria.
Ciudad de La Habana.
primaveradigital@gmail.com
Prisión Provincial de Canaletas, Ciego de Ávila, 29 de abril de 2010 (PD) Me contaba mi esposa, desde esta impuesta lejanía, algunos de los insultos y ofensas que le lanzaron a la cara el sábado que los partidarios del régimen acosaron la casa de Laura Pollán. Aún sin entrar en los detalles más grotescos, pude imaginar los rostros beodos, la ralea soez de las turbas enardecidas, que hacían gala de sus habilidades para improvisar improperios y obscenidades con la anuencia de las autoridades.
Y pensar que esta montaña de heces verbales fue lanzada contra pacíficas mujeres, contra esposas sencillas que sólo reclaman la libertad para sus presos políticos. ¡Que semejante infamia haya sido concebida en oficinas refrescadas por climatizadores y por personas que reciben un alto salario del estado que sufragan todos los cubanos!
( Damas de Blanco en la calle Neptuno gritando Libertad! ante las turbas dirigidas por la Seguridad del Estado )
Más que rencor dan lástima los que hacen gestos lascivos y profieren insultos irrepetibles salidos de la última cloaca, todo para congraciarse con los poderosos, pues más allá de sus ademanes vulgares, son un instrumento del poder. Lo mismo hacen quienes aplauden con delirio si así se lo ordenan sus mayorales.
Peores que ellos son los que mandan, esos oficiales de la Seguridad del Estado que les dan órdenes y sobre todo, más ruines que todos juntos, son los que ordenan a los que les ordenan, situados estos en los niveles más altos del estado y el gobierno. Son ellos los que merecen todo el desprecio del pueblo por su falta de honor y de decoro.
¿Hasta dónde han sumido en la vergüenza a ese pueblo que dicen defender? El lodazal de la degradación humana es lo que representan.
Me contaba mi esposa sobre aquel niño retrasado mental al que instaban: “diles esto, diles lo otro” y que él repetía con gran gozo. Las turbas progubernamentales han batido un nuevo record, tienen la entraña más envilecida y la mayor colección de injurias del planeta.
Un lugar muy especial en la infamia hay que reservar para los que utilizaron escolares de unos 11 años de edad, llevados al grotesco escenario por mayores, ¿acaso por sus mismos maestros? Lo cual no estrenarían ningún modus operandi, porque también fueron congregados en gran número por el gobierno en la primavera de 1980, contra cubanos cuyo único crimen fue optar por marcharse del país, para lanzarles huevos y gritarles frases de burdel en los mítines de repudio que muchos aún recordarán.
Es el escándalo de las Damas de Blanco, el combate donde nada tienen que hacer los generales y que de hecho está conmocionando al país. Pero con un análisis más sosegado, son ellas las que soportan tantas ofensas, las que obligan al régimen castrista a relamerse en su propio vómito, a revolcarse en su infamia, a chapaletear en su estiércol. Estas lloran ante los ojos de Dios y claman ante la conciencia de la humanidad.
No son frases de ocasión decir que este gobierno emplea a turbas para tratar de ahogar este reclamo elemental de nobles amas de casas. Lo mismo sucede cada domingo con la señora Reina Luisa Tamayo, madre del recién fallecido Orlando Zapata Tamayo, cuando trata de acudir al cementerio en honor a su hijo. Es la mayor muestra de arrogancia y obstinación exhibida por los detentadores del poder en nuestra historia. Correrán ríos de tinta durante generaciones para describir tanto deshonor, para tratar de catalogar lo incalificable. Y esta desigual batalla tiene lugar ante los ojos espantados del mundo civilizado.
A los que las hostigan con tanta saña les digo: las juventudes hitlerianas que tanto amaban a Hitler y ciegamente obedecían sus órdenes, también creían que luchaban por su patria.
Nunca nadie había mostrado de modo tan convincente lo inhumano del castrismo. Ellas son las valientes, los que las oprimen son los cobardes.
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