Una Carta al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana
Carta abierta al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana.
Septiembre 7, 2010
Una Carta al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana
Su Eminencia:
Sus acciones y comentarios recientes han causado mucha controversia y ha llevado a muchos a cuestionar los motivos detrás de su colaboración con una de las dictaduras más crueles del mundo. En mejores términos, algunos piensan que usted ha vivido bajo una dictadura brutal por demasiado tiempo, y como rehenes prolongados, usted ha perdido la capacidad de distinguir la diferencia entre lo que el mundo considera conducta “normal” y “anormal”. En peores términos, algunos lo acusan de colaborar con las élites que dominan a Cuba y de respaldar su poder.
Esta epístola intenta explicar el por qué tantos cubanos se sienten traicionados por usted, y la razón por la cual sus esfuerzos en nombre de los prisioneros ha causado más dolor que alivio.
En primer lugar, usted destacó un papel clave en privarle a Cuba unos de sus mejores ciudadanos, y aseguró que el actual status quo se mantuvo, todo en el nombre de la “armonía social”. Si, luchar por la liberación de prisioneros de consciencia no-violentos es una cosa admirable en sí misma. Pero la triste realidad es que ninguno de los disidentes que fueron liberados de la prisión por la mediación de usted fue liberado indiscutiblemente, como lo merecían. En vez de ser liberados, fueron mandados directamente de sus cárceles inhumanas y asquerosas al exilio, a una tierra ajena que no quiere reconocerlos como exiliados políticos ni refugiados y que está más interesada en dispersarlos a lugares remotos que en ofrecerles asistencia genuina. Esto no es sólo una violación de sus derechos humanos, pero también es contra las enseñanzas de la iglesia, que defiende la dignidad de todos los individuos, la santidad de la familia, y el derecho de la libertad de consciencia de todos.
Segundo, el acuerdo que usted negoció entre Raúl Castro y el ministro español de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos fue cuidadosamente diseñado para engañar a la Unión Europea para que pensaran que la reforma genuina por fin había llegado a Cuba, y que ya era tiempo que los europeos pararan de hostigar al régimen castrista por su comportamiento incivil. Afortunadamente, la Unión Europea no parece ser engañada por esta trampa.
( Raúl Castro, Monseñor Dionisio y Cardenal Jaime Ortega )
Tercero, el viaje que usted tomó a Washington D.C. — algo que se le prohíbe a su propio rebaño — fue también cuidadosamente diseñado para engrandecer el poder del régimen de los hermanos Castro y prevenir cualquier reforma genuina. Esencialmente, usted viajó a Washington para mendigar dólares en nombre de Castro. Incorporado. Nada más, y nada menos. ¿Cuál fuera el único resultado del levantamiento del supuesto embargo y de las restricciones de viajes en contra de los norteamericanos si no es simplemente para aumentar el flujo de dinero? ¿Más abertura? ¿Más libertad? ¿Crecimiento económico? Olvide todo eso. Quizás usted no se ha dado cuenta de que los dos millones de turistas del mundo libre que inundan las playas de Cuba todos los años no han podido mejorar en ninguna manera el clima político ni el bienestar económico de Cuba.
Cuarto, en el 14 de agosto, uno de sus subalternos, el arzobispo Emilio Aranguren, actuó como agente de los tiranos, sugiriéndole a Reina Tamayo, la madre apenada de Orlando Zapata Tamayo, una mujer que ha sido hostigada por meses, que no tiene el derecho de visitar la tumba de su hijo a menos que vaya sola. ¿Esto es lo mejor que el “diálogo” nos ofrece? Si es así, quizás usted lo debería reconsiderar. Y también debe usted considerar el hecho que no fue la intervención del arzobispo Aranguren que ayudó a Reina Tamayo, sino los periodistas extranjeros que tuvieron el coraje de ir a su hogar. El simple hecho que ellos estuvieron ahí para documentar la conducta abusiva del régimen castrista fue suficiente para ahuyentar a los cientos de agresores que con fuerza bruta le habían impedido su visita al cementerio con sus compañeras.
En fin, usted se quejó públicamente sobre una carta que 165 de los más valientes, más honrados hermanos cubanos le mandaron al Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, en que ellos justamente se quejaron de la conducta suya. La repuesta suya quizás puede ser la indicación más clara que usted verdaderamente no está en cuenta con el mundo civilizado y la madre iglesia sagrada. Usted clasificó la carta como “ofensiva”. No obstante, estos hombres y mujeres se están arriesgando sus vidas y su bienestar para obtener justicia verdadera para ellos mismos y sus hermanos cubanos. Literalmente están ofreciendo sus propias vidas por sus hermanos, un acto supremo de amor (Juan 15:13). Ellos son los buenos samaritanos, no los Fariseos indiferentes que ignoraron el hombre lisiado (Lucas 10:25-37). A través de su portavoz, el padre Orlando Márquez, usted los regañó como ingratos, y dijo que la iglesia está trabajando en nombre del “respeto y la dignidad de todos los cubanos, y la armonía social en Cuba”.
Esta declaración suya genera una pregunta crucial: Su Eminencia: ¿Cómo es posible que la carencia de casi todo los derechos humanos sancionada por la Iglesia Católica Romana, casi todos los países civilizados, y las Naciones Unidas, nos lleva a “respeto” y “dignidad”? Y esto nos lleva a una segunda pregunta: ¿Desde cuándo la Madre Iglesia Sagrada ha igualado la represión brutal atea con la “armonía social”?
La única indirecta a una repuesta que usted ha dado a tales preguntas es sumamente turbadora. Usted invoca inquietudes “pastorales”, alegando que usted está luchando para evitar “tendencias políticas”. Pero esta dicotomía que usted ve entre los deberes pastorales y la política no es solamente especiosa, pero a la vez contraria a las enseñanzas de la Iglesia y el sentido común. Su razonamiento indica, sobre todo, que usted elije no aceptar la realidad política en la cual viven usted y el pueblo cubano. Por eso, dondequiera que una tiranía se posicione como Dios y César, nadie puede distinguir entre “den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” (Marcos 12:17). Desafortunadamente, cada acto en Cuba, cada gesto, es considerado una “tendencia política”, sea algo sagrado o algo mundano, desde comulgar en la iglesia, hasta encontrar suficiente comida para cada día.
En el cuarto siglo, San Ambrosio, Obispo de Milán, no hizo tales distinciones. Ambrosio repetidamente se enfrentó al emperador romano Teodosio, reprimiéndolo por su crueldad y su comportamiento tiránico. Por supuesto, Teodosio era cristiano, distinto a los hermanos Castro y sus esbirros, así que Ambrosio tuvo alguna palanca que usted carece. Pero usted si tiene otra palanca — una palanca enorme — que es suya de veras: once millones de almas que anhelan ser libres, que están dispuestas a arriesgar sus cuerpos y a sacrificar su bienestar en esta tierra para asegurar la libertad para sus hermanos y sus hijos.
Así, su Eminencia, por favor, sea nuestro Ambrosio. Defienda los derechos de su rebaño que seguramente contestarán su llamada, y le darán las gracias. En su “diálogo” con los tiranos, por favor dígales que liberen a su pueblo, como Moisés le dijo al Faraón. Si usted y su clero de veras demandaran un cambio verdadero, el régimen asesino y ateo que ha dominado a Cuba por 51 años seguramente se derrumbaría en un guiño del ojo. Usted lo sabe. El Santo Padre Juan-Pablo II — el que derrumbó la Cortina de Hierro — lo sabe, en el cielo, junto a ese par de ilustres defensores de derechos humanos que son parte de nuestra historia, los Padres Bartolomé de las Casas y Félix Varela. Y lo saben también todos los cubanos, vivos y muertos, santos y pecadores.
Por favor, sea nuestro buen pastor. Deje de “dialogar” con los lobos, y expúlselos.
Sus hermanos cubanos,
(copia: Su Santidad, el Papa Benedicto XVI)
Enviado por Alberto de la Cruz, de Babalú Blog, a quien agradezco.
PARA FIRMAR LA CARTA, AQUÍ.
EJEMPLO DE LA LABOR DEL CARDENAL ORTEGA CON LOS PRESOS DE LAPRIMAVERA NEGRA DEL 2003
1 Comments:
Ni sueñen que Ortega cambiará de ruta por esta carta. Si se digna a contestarla, algo nada seguro, será para hacerse el ofendido y ultrajado, o sea, el corderito inocente y valiente. Repito, el verdadero problema no es Ortega, sino el Vaticano. No se olviden de Bertone. Esto es asunto de Roma.
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