Alberto Luzárraga: Sobre el Buen Gobierno y La Libertad II
Tomado de http://futurodecuba.org
Por: Alberto Luzárraga
La demagogia, el mayor enemigo del buen gobierno, es definida por el diccionario como: “Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.
Añadiríamos como elemento importante en casos extremos: La incitación a la violencia excitando la envidia y el resentimiento.
Es bien sabido que la demagogia es un medio tan común como deshonesto de alcanzar el poder. No obstante con harta frecuencia triunfa, parcial o totalmente, en el discurso público. Y si no lo hace totalmente deja un residuo de confusión, resentimiento, y envidia extremadamente peligroso.
Triunfa porque los seres humanos somos débiles, emotivos y con frecuencia perezosos en el pensar. Un amigo me decía que pensar es trabajo y tenía razón. Cavilar sobre algo con un mínimo de profundidad requiere concentrar la mente y en esta época de soluciones prefabricadas e instantáneas dicho esfuerzo ocurre cada vez con menor frecuencia.
Pero también es cierto que desprenderse de una tiranía gestada por un demagogo es infinitamente más trabajoso. Luego, pensar y analizar lo que dice un político no es labor de intelectuales con tiempo libre es labor de pueblo que quiere vivir en libertad y conservarla. Emplear tiempo en este asunto es no solo buen negocio, es negocio indispensable.
La base de un buen gobierno es saber escoger gobernantes. Los fracasos se deben a escoger mal y dejarse llevar por las emociones. Y luego la cuenta, que siempre paga el pueblo, es pesada y a veces imposible de pagar
Intentemos pues, crear un detector de demagogia. Es importante hacerlo porque el demagogo profesional suele ser un virtuoso en su tema y además es mimético, cambia de color como el camaleón e imita todos los cantos como el sinsonte. Su negocio es ser sutil a veces, desgañitado otras, razonador que usa datos si le convienen, y calculador siempre en cuanto a como cebar el anzuelo. Si el cebo es con halagos al pueblo porque el momento lo requiere, así será. Si el cebo es incitando a la violencia contra un grupo de enemigos reales o imaginarios así será. Si el cebo es la envidia prometiendo despojos así será.
El detector se basa en hacerse preguntas razonables, como sigue.
A-Sobre las cualidades personales del que habla:
¿Cuáles son sus antecedentes? ¿Es hombre honrado y de conducta anterior constructiva y honorable?
¿Ha demostrado capacidad de ejecutar soluciones a problemas difíciles o es meramente un prometedor de soluciones?
¿Tiene la educación y preparación profesional o experiencia para desempeñar el cargo que pretende?
¿En su trato personal es considerado y cortés con sus subordinados o tiene fama de ser malcriado y despótico?
¿Es hombre modesto y equilibrado o aparenta padecer de vanidad y ambición desmedida?
¿Es persona franca y sin doblez o tiene más capas que una cebolla?
¿Tiene una vida familiar razonablemente estable o solo simula tenerla?
¿Se rodea de gentes de buena conducta y formación profesional sólida que lo respetan por razonar bien y cumplir con lo que dice y hace? ¿O tan solo de aduladores incondicionales, vivos interesados en medrar, resentidos, vengativos, o personas de antecedentes dudosos?
B-Sobre lo que dice:
¿Contesta preguntas con respuestas o con más preguntas o evasiones?
¿A una pregunta pertinente, es capaz de decir no sé pero lo averiguaré?
¿Da datos y razones para justificar lo que propone y cita las fuentes de los datos?
¿Entiende de lo que habla o cita datos y números sin explicar y solo para impresionar?
¿Es coherente en sus explicaciones o hilvana historias con los datos que le parezcan convenientes aunque sean contradictorios?
¿Intenta controlar las emociones primero para después apoyarlas con datos escogidos pero que no tienen entidad para justificar lo que propone?
¿Intenta destruir a su oposición no con razones sino prefiriendo hacerlo con epítetos?
¿Incita a la envidia, a la lucha de clases, a la violencia y al despojo?
¿Inventa opositores imaginarios y exagera sobre ellos?
¿Habla muy largamente y repite lo mismo en diversas formas intentando adoctrinar?
¿Es estridente y teatral?
¿Acepta errores y los corrige o solo habla de ellos para aparentar humildad?
¿Se irrita cuando no puede contestar a una pregunta razonable porque preguntarle es para él una ‘falta de respeto a su inteligencia superior’?
¿Intenta evitar por todos los medios que sus contrarios se expresen?
Las respuestas nos llevarán a determinar con que clase de demagogo tenemos que bregar. Porque como en todo, los hay mejores y peores.
El demagogo de pacotilla abunda y usualmente suele ser un político que promete cosas desde puestos de trabajo hasta electrodomésticos. Intenta comprar votos con dádivas. Es el más común y el menos peligroso en cuanto a efectos inmediatos pero peligroso en fin porque vicia y corrompe el proceso electoral.
El temible es el demagogo buen orador, mimético, y experto en despertar las más bajas pasiones y dirigirlas para su provecho con el fin de alcanzar el poder absoluto. Ejemplos del siglo XX: Stalin, Hitler, Mussolini, Castro.
Estos demagogos son desgracias para un pueblo y tienen que ser detectados y parados en seco desde el inicio. Los nuevos medios de comunicación proveen vías para hacerlo pues se prestan al debate público y es aquí donde fallan los demagogos.
Son buenos para la hipérbole y la manipulación siempre que no tengan quien les contradiga y se les limite el tiempo que emplean en hablar. Sueltos por su cuenta y con plataforma para hablar lo que quieran son una enfermedad contagiosa.
En un debate bien estructurado fracasan porque sus argumentos casi siempre son malos o inexistentes. Se basan en datos escogidos, si es que usan algunos, pero cuando se ven precisados a demostrar algo coherentemente fallan, insultan, gritan, y tratan de desviar el argumento con ataques personales, epítetos y frases hechas.
En un debate con reglas claras se muestran tal y como son. Por eso los rehuyen como a una plaga y por eso mismo hay que desafiarlos constantemente a debatir con un moderador y con reglas. Naturalmente se niegan a hacerlo pero la insistencia los desenmascara y con frecuencia su vanidad y soberbia los llevan a aceptar el debate aunque siempre traten de acomodarlo a su ventaja.
Conclusión: El ciudadano que aspire a vivir en paz tiene que estar en alerta constante en cuanto a la demagogia. Debe hacerse preguntas y si el político califica como demagogo aunque solo sea de pacotilla, debe actuar. Actuar significa exigir claridad y quitar caretas con todos los medios a su disposición, desde la simple observación a un amigo o a la familia, hasta medios más sofisticados si están a su disposición.
Lo que no se puede hacer es sonreír, apagar la radio o la TV y no hacer absolutamente nada. En ese caso el demagogo ganó porque convenció, confundió o engañó a alguien y como suelen ser muchos los afectados, mucha también debe ser la reacción a todos los niveles.
Si aclaramos conceptos aunque solo sea a nuestros allegados estamos haciendo una labor constructiva y antidemagógica. Es la forma de pararlos, sacar a la luz las falacias en forma razonada, haciendo buenas preguntas. Si el interlocutor tiene buena fe se saca algo o se gana un adepto. Si es de los absolutamente comidos por el veneno de la envidia o el resentimiento entonces estamos ante otro problema pero afortunadamente esos casos son los menos. Lo corriente es toparse con gente normal con sus prejuicios o carencia de información pero gente asequible. Aquí se puede y debe actuar.
Hoy en día con el internet se puede hacer mucho. Es el mejor medio de parar la demagogia. Fijarse que los demagogos en el poder siempre intentan controlar los medios. Si son dictadores hay un solo medio: El suyo. Si aspiran a serlo van aplicando el torniquete con excusas y mentiras diversas. Este es un síntoma infalible de que el demagogo ambiciona la dictadura. ¡En este caso la actuación del ciudadano tiene que ser intensa y constante porque su libertad está en juego!
Por esto hay que defender el internet a capa y espada. Es la aplicación práctica del detector de demagogia.
ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS
Ricardo E. Trelles ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Alberto Luzárraga: Sobre el Buen Gobierno y La Lib...":
Muy interesante artículo, apreciado compatriota Luzárraga. Al tema le dedico gran atención porque es clave para salir de los problemas sociales que tenemos.
Pero no basta con entrenar al ciudadano para detectar a los, usuales, malos polìticos-gobernantes, además de que es difícil entrenarlos. Yo he llegado a la conclusión de que lo principal de nuestros problemas no son los malos gobernantes que tenemos sino *la falta casi total de los buenos* que necesitamos.
Hasta podríamos decir que si hubiera buenos polìticos-gobernantes los malos y demagogos casi desaparecerían o tendrían que cambiar notablemente.
La polìtica, el gobierno, son campos que han llegado a ser el dominio de profesionales, de artistas de la actividad. Son los que saben cómo conseguir el mínimo de votos (¡*uno* más que su mejor contrincante!) para justificar su designación como gobernantes. Llegan a dominar los artificios para conseguir ese voto, lo demás no tiene que importarles. Contra ellos (además de las instrucciones de Luzárraga) hay que promover la actitud de nunca votar o favorecer "al menos malo", es preferible asistir a la votación pero no votar por ninguno si ninguno sirve. Yo hasta propongo que sea obligatorio en toda elección la opción "NINGUNO DE LOS ANTERIORES".
Pero nunca iremos lejos si *no tenemos opciones que verdaderamente sirvan*. Pienso que los dos responsables fundamentales de su falta son:
Nuestros muy deficientes medios de comunicación masiva. No entienden, nadie les exige que cumplan con, su función social como es necesaria. Prima en ellos la supeficialidad (es más fácil conseguir espectadores que tengan que pensar poco... es más fácil desarrollar su actividad teniendo que pensar poco...). Con los polìticos-gobernantes son complices por la superficialidad conque los tratan, hasta cuando les hacen oposición lo suelen hacer superficial y demagógicamente.
Nuestros deficientes sistemas de educación. ¡Son las escuelas y universidades quienes tienen que formar y desarrollar a esos gobernantes que nos faltan! Y tendrían que formar también a los ciudadanos capaces que nos faltan. A todos nos conviene, necesitamos, que la mayoría sean buenos ciudadanos. ¡Lo que podrían hacer, lo que necesitamos desesperadamente que hagan, nuestros maestros de estudios sociales! (Por cierto, ¡qué buen proyecto sería llegar con el mensaje apropiado a esos maestros en Cuba!)
Esa es mi contribución, en breve, sobre tan importante tema.
Saludos.
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Alberto Luzarraga ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Alberto Luzárraga: Sobre el Buen Gobierno y La Lib...":
Me parece muy a punto su comentario amigo Trelles. He pensado que ya es hora de que en las elecciones exijamos tiempo amplio en los medios para los candidatos. y exigirles que vengan preparados a dar una clase sobre lo que van a hacer. Es ridiculo hablar por ejemplo, del problema de deuda que tenemos respondiendo a pregunticas idiotas con minuto y medio para hacerlo. Y pregunticas hechas por un periodista que con frecuencia tampoco domina el tema. Resultado: la demagogia campea. A pregunta idiota sound bite idiota de minuto y medio. Y luego sacan cuentas aun mas idiotas de quien gano. El pais y el electorado siempre pierden. Presionando por explicaciones inteligentes a un electorado que al menos en parte no es tonto--- porque es cierto que hay mucha frivolidad--- tal vez separaremos los malos de los mediocres y quizas hasta de uno bueno.
1 Comments:
Muy interesante artículo, apreciado compatriota Luzárraga. Al tema le dedico gran atención porque es clave para salir de los problemas sociales que tenemos.
Pero no basta con entrenar al ciudadano para detectar a los, usuales, malos polìticos-gobernantes, además de que es difícil entrenarlos. Yo he llegado a la conclusión de que lo principal de nuestros problemas no son los malos gobernantes que tenemos sino *la falta casi total de los buenos* que necesitamos.
Hasta podríamos decir que si hubiera buenos polìticos-gobernantes los malos y demagogos casi desaparecerían o tendrían que cambiar notablemente.
La polìtica, el gobierno, son campos que han llegado a ser el dominio de profesionales, de artistas de la actividad. Son los que saben cómo conseguir el mínimo de votos (¡*uno* más que su mejor contrincante!) para justificar su designación como gobernantes. Llegan a dominar los artificios para conseguir ese voto, lo demás no tiene que importarles. Contra ellos (además de las instrucciones de Luzárraga) hay que promover la actitud de nunca votar o favorecer "al menos malo", es preferible asistir a la votación pero no votar por ninguno si ninguno sirve. Yo hasta propongo que sea obligatorio en toda elección la opción "NINGUNO DE LOS ANTERIORES".
Pero nunca iremos lejos si *no tenemos opciones que verdaderamente sirvan*. Pienso que los dos responsables fundamentales de su falta son:
Nuestros muy deficientes medios de comunicación masiva. No entienden, nadie les exige que cumplan con, su función social como es necesaria. Prima en ellos la supeficialidad (es más fácil conseguir espectadores que tengan que pensar poco... es más fácil desarrollar su actividad teniendo que pensar poco...). Con los polìticos-gobernantes son complices por la superficialidad conque los tratan, hasta cuando les hacen oposición lo suelen hacer superficial y demagógicamente.
Nuestros deficientes sistemas de educación. ¡Son las escuelas y universidades quienes tienen que formar y desarrollar a esos gobernantes que nos faltan! Y tendrían que formar también a los ciudadanos capaces que nos faltan. A todos nos conviene, necesitamos, que la mayoría sean buenos ciudadanos. ¡Lo que podrían hacer, lo que necesitamos desesperadamente que hagan, nuestros maestros de estudios sociales! (Por cierto, ¡qué buen proyecto sería llegar con el mensaje apropiado a esos maestros en Cuba!)
Esa es mi contribución, en breve, sobre tan importante tema.
Saludos.
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