miércoles, mayo 18, 2011

El precio de la libertad y el film The Way Back, el director australiano Peter Weir

Tomado de http://www.elnuevoherald.com



El precio de la libertad

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Por Alejandro Ríos

En una entrevista a propósito de su homérico filme The Way Back, el director australiano Peter Weir afirma que el drama de los prisioneros en los gulags soviéticos de Siberia es mucho menos conocido que la tragedia de los campos de concentración nazis, quienes sí se dieron a la tarea de filmar y dejar constancia para la historia terribles testimonios, pensando, tal vez, que hacían lo correcto en su criminal labor de limpieza étnica y durarían para siempre.

El holocausto estalinista tuvo un comportamiento más infausto en su secretismo e hipocresía, como siempre corresponde a esta otra tendencia socialista, similar a la cubana, en su simulación, donde un puñetazo en el páncreas, que provoca la muerte, suele ser una enfermedad natural.

La película de Weir pasó sin penas ni glorias por las alfombras rojas de los numerosos y, en ocasiones, frívolos premios cinematográficos que se otorgan cada año. Todo parece indicar que el tema sigue siendo incómodo y hasta poco comercial. También resulta bochornoso porque cientos de intelectuales del mundo apoyaban la dictadura del proletariado en la Unión Soviética mientras 20 millones de personas eran ultimadas en la tundra desempeñando trabajos esclavos.

The Way Back es la historia, basada en hechos reales, de un grupo de presos que escapan de la Siberia y atraviesan 4, 000 millas en busca de la libertad que finalmente encuentran en las planicies de la India. La lucha contra las inclemencias del tiempo y el miedo a ser capturados en un universo hostil, de revoluciones comunistas, le da una proporción épica a la huida.

La tensa aventura por montañas y praderas establece un paralelo con los desmanes del sistema estalinista que narran los protagonistas. Las semejanzas con el modelo cubano saltan a la vista, mientras que, en pleno siglo XXI, otras hornadas de intelectuales y artistas en el mundo prefieren ignorar lo que acontece en la isla, una vez más.

En el gulag, los prisioneros políticos son hostigados por los delincuentes comunes. Un militar polaco es denunciado como colaborador del enemigo por su propia esposa, bajo la presión de la tortura. Las religiones son proscritas y los templos abandonados. Los artistas y pensadores desleales detenidos y hasta un especialista norteamericano, que ayudaba a la construcción del metro de Moscú, es acusado de espía, enviado a Siberia, y su hijo adolescente asesinado con un tiro en la nuca.

Ahora mismo puede suceder que The Way Back se estrene en La Habana y que todo parezca parte de una historia ajena.

Esa es otra de las estrategias del régimen cubano, celebrar la revolución de octubre, cantar loas a Lenin, su siniestro fundador, echar de menos los llamados logros de la URSS, hábito que ni los mismos rusos practican ya, sin asumir todos sus desmanes y crímenes históricos.

Como es algo que no se da todos los días, al menos en el circuito comercial cinematográfico, voy a guardar una copia de The Way Back, para que mi hijo más joven y mis nietos sepan por qué nacieron en este país, cuál suele ser el precio de la libertad, y cuán agradecidos deben sentirse de disfrutarla.