El Arquitecto Nicolás Quintana y su urbana visión de La Habana del futuro
Si los cubanos alcanzamos la oportunidad histórica de implementar su proyecto, el resultado sería de gran beneficio para una gran ciudad y coronaría, de forma póstuma, la distinguida carrera del arquitecto Quintana.
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Por Rafael García-Toledo
Especial para martinoticias.com
01 de junio de 2011
“Podemos hacer de la tragedia de la destrucción una maravilla de la reconstrucción"
La arquitectura nos certifica la historia. Las obras arquitectónicas del pasado son las expresiones tangibles de lo que nos dicen los textos sobre los distintos períodos de nuestra trayectoria y los logros de las distintas culturas. Los arquitectos han dejado en piedra el testimonio de lo pasado y con su visión, en la época que le ha correspondido, han creado los cimientos de lo que vamos a lograr en el futuro.
(Arq. Nicolás Quintana)
Cada cultura, cada nación con cierto grado de desarrollo ha parido alguno de esos visionarios que no solo plasman sus ideas en obras durante su vida creativa sino que planean para el futuro con vista a que la historia de su tribu se desarrolle dentro del orden, la función y la estética. Cuba aportó algunos de esos hombres y mujeres y entre ellos se destaca el arquitecto Nicolás Quintana.
Nicolás Quintana (La Habana, 1925 - Miami, 2011), se graduó en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana, pero se puede decir que comenzó su aprendizaje, a la usanza de los grandes maestros de la historia, desde los primeros años de su vida. Los grandes arquitectos del Renacimiento nunca fueron a la universidad y dos de los más grandes del siglo XX, Mies Van der Rohe y Frank Lloyd-Wright, nunca estudiaron arquitectura.
El abuelo de Quintana fue un ebanista vasco y su padre un renombrado arquitecto, el Quintana de la prestigiosa y conocida firma Moenk y Quintana. Bajo la sombra de esas dos creativas generaciones creció y se formó Nicolás absorbiendo los conceptos de forma función y estética. Cuando se graduó, Quintana fue a trabajar y a seguir aprendiendo en la firma de su padre.
Quintana pudo extender su panorama asistiendo a congresos internacionales de arquitectura. En 1953 participó como miembro de la delegación cubana al Congreso de Arquitectura Moderna en Aix-en-Provence y en 1956 al Congreso de Dubrovnik, la ciudad medieval en ese entonces en Yugoslavia y hoy en Croacia. En esos congresos pudo alternar y relacionarse con varios de los arquitectos más grandes del siglo XX, como Le Corbusier, Gropius y José Luis Sert, con el cual cooperaría más tarde en urbanismo.
Entre 1954 y 1960, Quintana fungió como Director de Planes Urbanos y Regionales para Varadero y la ciudad de Trinidad en colaboración con José Luis Sert. En ese período también diseñó obras cívicas y viviendas económicas, ganando en dos ocasiones Premios Nacionales a la Excelencia Arquitectónica en Edificios Públicos y Residencias Económicas.
En 1960, Nicolás Quintana sale al exilio, hacia Venezuela, donde sigue su trabajo de urbanismo diseñando el plan maestro para la ciudad de Caricuao. Sale de Venezuela y se radica en Puerto Rico donde diseña más de un centenar de proyectos incluyendo el urbanismo de repartos residenciales, centros comerciales y alguna obra cívica como el Centro Judicial de Hato Rey y el Coliseo Roberto Clemente.
Miami es el nuevo destino de Quintana en 1986 y la docencia ocupa gran parte de su actividad. Se desempeña como Profesor Adjunto en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Miami y 10 años más tarde pasa a formar parte de la facultad de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Internacional de la Florida (FIU). En el año 2002 FIU le otorga el título de Scholar en Arquitectura y Urbanismo.
Tuvimos la oportunidad de compartir una experiencia enriquecedora, si no en dinero sí en vivencias, con el arquitecto Quintana. En la década de los 90, durante el período de gran endeudamiento de varios países y de búsqueda de soluciones, más o menos creativas, para saldar dichas deudas y hacer factibles las fracturadas economías de esos estados, surgió la modalidad del cambio de deuda por inversión en el país endeudado o Swap, que era el anglicismo que se usaba para nombrar tal operación.
El sistema funcionaba más o menos así, uno prometía invertir cierta cantidad de dinero en el país endeudado en un proyecto que aportara al desarrollo del país. Podía ser en infraestructura, medio ambiente, educación, etc. Ofrecía cambiar esa inversión, por deuda (Swap) a un descuento, digamos 50% y el banco central del país endeudado le reconocía el 100%. Si Ud. invertía $5.00, el banco le reconocía $10.00. O sea, le compraba la deuda a un descuento y el país bajaba su pasivo.
Pero ese Swap se subastaba para ver quién podía ofrecer más porcentaje sobre el dinero que el banco hacía disponible y en ese proceso era que se complicaba el panorama.
En esa época nosotros estábamos construyendo instalaciones deportivas en Méjico y creamos un grupo para entrar en una licitación de una cantidad de dinero disponible para Swap. El proyecto era un complejo hotelero en Mérida en el estado de Yucatán. En el grupo estaba el dueño del terreno, una empresa hotelera de EE UU, nosotros con la compañía de construcción mejicana y un banco panameño. El arquitecto del proyecto era nuestro héroe, Nicolás Quintana.
Todo marchaba bien, hasta que entramos en la subasta y comenzó a funcionar el sistema kafkiano de la sociedad y política mejicana. El negocio no prosperó pero las charlas con Nicolás Quintana valieron el esfuerzo.
Hablamos de la arquitectura de Yucatán, desde lo precolombino de los Mayas hasta las modernas residencias de mediados de siglo diseñadas en Mérida por arquitectos cubanos, pasando por la primera catedral continental de América diseñada por el cubano Agüero y el orgulloso paseo Montejo, copia declarada del original Paseo de Paula en La Habana. Para la Mérida yucateca, La Habana siempre fue la metrópoli cultural.
Quintana no solo era un gran conversador, sino un orador brillante y ameno quien fue invitado a participar en varios congresos de arquitectura. También sabía expresarse muy bien mediante la palabra escrita y logró realizar publicaciones tanto en EE.UU. como en Ibero América. Su extenso conocimiento de la historia de la arquitectura le permitió contribuir a la ejecución de la Enciclopedia de Cuba con el capítulo “Evolución Histórica de la Arquitectura en Cuba. Sus Elementos Esenciales”.
El espíritu creativo del Profesor Quintana lo llevó a inventar y desarrollar, en conjunto con otros profesionales de sistemas de construcción industrializada, el uso de prefabricado y encofrados modulares con los que se obtuvieron reconocidas patentes.
Aparte de la extensa obra del arquitecto Quintana, es muy probable que su legado más significativo esté por realizarse y es la implementación de su Plan Maestro para el futuro de la ciudad de La Habana.
Quintana, en el año 2004, en conjunto con los arquitectos Juan Antonio Bueno, Decano de la Escuela de Arquitectura de FIU y Felipe Préstamo, profesor emérito de la Universidad de Miami, crearon un equipo interdisciplinario que abordó no solo los aspectos urbanísticos y arquitectónicos sino también los demográficos, sociológicos y ambientales de La Habana.
El proyecto, que se titula “La Habana y sus paisajes”, crea bases para reconstruir La Habana respetando su carácter original y su tradición urbana, al mismo tiempo de dotarla de los adelantos de la era contemporánea.
El trabajo ha sido financiado por las empresas de construcción y urbanización Century Partners Group y Lennar Homes. Esta asociación del grupo de trabajo con desarrolladores de tierra, atrajo algunas críticas en referencia a la independencia de un estudio financiado por constructores, ya que se espera que al abrirse la sociedad cubana, los desarrolladores y especuladores desciendan en masa sobre la ciudad, no solo para perseguir ganancias sino también para aliviar la aguda crisis habitacional que sufre Cuba.
Por otra parte, la mayoría de los comentarios han sido laudatorios hacia la asociación de desarrolladores y urbanistas para perseguir el histórico bien común de rescatar nuestra capital. “Es verdaderamente sensacional que la gente que se ocupa de desarrollar las construcciones, hagan alianza con los que estamos encargados de conceptualizarlas” declaró Quintana. “Vamos a asumir una experiencia única para el futuro de La Habana”.
Quintana quiso evitar que su ciudad, de casi 500 años, sucumbiese al desarrollo desordenado que borre su tradicional esencia. “Este es un proyecto de amor a la Patria”, dijo Quintana. “Podemos hacer de la tragedia de la destrucción una maravilla de la reconstrucción, que permita desarrollar La Habana en códigos modernos sin renunciar a su identidad de gran ciudad, a la escala humana que aún no ha perdido”.
El arquitecto Bueno opinó que “Los planificadores deberán ser sensibles a las implicaciones económicas, sociológicas y culturales de los habaneros. Queremos desarrollar un proyecto global que incluya desde las fachadas de los edificios y la planificación urbana, hasta el modo en que la ciudad armoniza con la geografía y la ecología de esta parte de la isla”.
Quintana dijo que “el proyecto está abierto a la colaboración de profesores e individuos a título personal, pero no a las instituciones del gobierno que es responsable por la destrucción de La Habana”.
Si los cubanos alcanzamos la oportunidad histórica de implementar este estudio, el resultado sería de gran beneficio para una gran ciudad y coronaría, de forma póstuma, la distinguida carrera del arquitecto Quintana.
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