BARACUTEY CUBANO

Pablo, sí o no

Por Luis Cino Álvarez


Arroyo Naranjo, La Habana, 25 de agosto de 2011 (PD) Me place y mucho, escuchar las canciones de Pablo Milanés. Gracias a la tecnología digital, he logrado reunir en tres CD las canciones de sus primeros discos –las que no eran puro panfleto a pulso, que por suerte fueron relativamente pocas. Tengo además varios de sus discos de los últimos 20 años, los de su etapa cuasi-disidente-dentro-de-la-revolución-todo. Los oigo con bastante frecuencia.

Creo que si viviera en Miami no me perdería el concierto del 27 de agosto en el American Airline Arena. Aunque me dijeran hasta del mal que voy a morir –sabrá Dios si hasta con cierta razón- los piqueteros de Vigilia Mambisa. Pero cada cuál escucha la música que le da la gana. Le zumba el mango irse de Cuba para toparse en Miami con alguien que te diga qué se puede escuchar y qué no. Como si no hubiéramos tenido de sobra con el tiempo en que nos prohibieron -por aquello del diversionismo ideológico- no sólo a los Beatles y la música pop anglosajona, sino un poco después también a José Feliciano, Roberto Carlos y hasta al mismísimo Julio Iglesias.

Pero no piensen ni por un instante que me encaramo con agenda alguna en el tren del concierto en Miami que quieren suspender unos mientras que otros lo quieren exaltar como un acto de reafirmación patriótica y reconciliación nacional. ¡Miren que nos ponemos ridículos los cubanos cuando nos da por apasionarnos y politizar las cosas! ¡Y después no queremos que nos digan que hemos aprendido más de la cuenta con el Máximo Líder!

No pretendo agraviar ni congraciarme con nadie. Puedo entender las razones de los que están a favor y en contra del concierto. Pero que no me quieran convencer de que de ello depende el honor del exilio ni la salvación de la cubanidad o la reconciliación con besos, abrazos…y banderas, como no. Que empiecen primero por convencerse ellos mismos, a ambos bandos, de que detrás de sus posiciones extremas, de tanta exageración, no hay intereses politiqueros y bastantes dólares.

Pedía en un mensaje electrónico un tal Manolín (¿el médico de la salsa?) imaginar cuán heroico y conmovedor sería que una muchacha cubana de Miami –inmigrante por motivos económicos, para nada políticos, no faltaba más- deje por una noche de menearse con el reguetón para asistir al concierto de Pablo, en franco desafío a los manifestantes de Vigilia Mambisa que piquetearán sin falta en las afueras del teatro. La muchacha, tan solo escuche en boca del cantor “esto no puede ser no más que una canción de amor”, llamará por el Iphone a su mamá en La Habana para cantar juntas “eternamente, Yolanda…” y evocar aquellos tiempos felices a pesar del hambre, los apagones, las guaguas llenas y los chivatazos del CDR, tiempos que para ella dejaron de ser eternos porque puso 90 millas de agua salada por el medio y se limpia la conciencia con una remesa cada varios meses.

Pero igual puedo imaginar –porque alguna vez lo viví- cómo se sentirá cuando le hablan de Nueva Trova aquel tipo de Luyanó que ahora vive en Hialeah (y también envía remesa a sus viejos) y que inevitablemente recordará los despertares de madrugada en aquellos mugrientos y apestosísimos albergues de escuela al campo, que cuando no era al son de Silvio y la era paridora que “no puede más, se muere de dolor” o el mayor “seguido por un mar de negros al machete y sin encadenar”, era Pablito con aquellos versitos teleológicos de “Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló, Fidel la dignificó para andar por estas tierras”. ¡Qué horror!

Muchos no le perdonarán a Pablo Milanés su pasado reciente como cantor oficial, pero siquiera por haber compuesto “Para vivir”, merece que se le disculpe haber escrito -por encargo ya se sabe de quienes- aquella pendejada de que era mejor hundirse en el mar antes que renunciar “a la gloria que se ha vivido”.

A algunos come-candela en Miami, que supongo casualmente sean los mismos que se oponen a que el resto de sus compatriotas viajen a Cuba y envíen remesas a sus familias, les molestarán mucho los carteles de promoción del concierto de Pablo Milanés en las paradas de ómnibus. Están en todo su derecho a protestar, pero escogieron vivir en un país democrático. Sólo les queda eso: protestar, piquetear contra el concierto y confiar en que el American Airlines Arena resulte demasiado grande y Pablo Milanés y los promotores de su concierto hagan el papelazo de no conseguir llenarlo. En ese caso, no serán los únicos que hayan hecho un papelazo.

luicino2004@yahoo.com

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Comentario del Bloguista

Querida y admirada Zoé

Tengo entendido de que el American Airlines Arena es una propiedad particular y que el equipo de los Miami Heat es uno de los dueños; lo que sucede es que el Condado ha pagado subsidios y ese dinero es de los contribuyentes; tanto de los que querían que se diera el concierto como de aquellos que se oponían a que se diera.

He leido en comentarios de lectores de El Nuevo Herald que asistieron 2 000 personas; otro comentario dice que 7 000. También se dice que sev repartieron entradas gratis en los barrios Liberty City y Overtown donde muchas personas son afronorteamericanos de bajos ingresos.
Aquí expongo la capacidad del AAA pero no se cual configuración se usó. No obstante, suponiendo que hayan asistido la cifra del mayor estimado ( 7 000) y se haya usado la configuración de menor capacidad ( 12 202 lunetas), económicamente el concierto fue algo parecido al fracaso. En Washington según oí en un noticiero de una cadena en español, el teatro tenía capacidad para 1 200 personas y solamente, hasta la hora del reportaje, se habían vendido la mitad.

http://en.wikipedia.org/wiki/American_Airlines_Arena