Raúl Rivero: La soledad de la rebeldía
La soledad de la rebeldía
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Para los líderes democráticos latinoamericanos, una dictadura de más de medio siglo es la representante legítima del pueblo cubano.
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Por Raúl Rivero
Madrid
10-12-2011
Los grupos
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Para los líderes de esos países, elegidos en comicios libres y sujetos a la ley de la alternancia del poder, una dictadura totalitaria de más de medio siglo es la representante legítima del pueblo cubano.
Fieles a esa indiferencia con la gente que trabaja y lucha contra un Estado avasallador, le dan ese mismo jarabe a los activistas que se rebelan todos los días en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador.
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Lo demostraron en la ceremonia de fundación del nuevo antojo de los radicales: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Allá fueron a hacerse la foto para salir en las postales de fin de año con Hugo Chávez, Raúl Castro, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega.
A darle de beber a sus grupos de izquierda para que no les dé rabia. Y a recibir con entusiasmo y disciplina una ración de insurgencia verbal.
Los caballeros demócratas no escucharon allí el cacerolazo que le regalaron los opositores a su anfitrión a pocos metros del lugar donde se pronunciaban los discursos. Estuvieron tranquilos, atentos a la palabrería de los que persiguen a periodistas y cierran medios de prensa, los que asaltan las urnas de las elecciones y a los que ordenan a la policía y al ejército atacar a quienes los llevaron al poder.
Siguieron al pie de la letra el mensaje humilde del representante de Cuba que fue a decir que estaba dispuesto a compartir con el continente la pobreza de su país.
Pero no aclaró si ponía también al servicio de sus camaradas la experiencia represiva de su régimen que, a esa misma hora, ordenaba una oleada de arrestos masivos, golpizas y persecuciones en La Habana, Matanzas, Villa Clara y Santiago de Cuba.
Los presidentes de México, Republica Dominicana, Chile y muchos otros países estaban allí con encargos estratégicos, lejos de esos reconcomios políticos. Fueron a oír a sus colegas, a unirse y a comprenderlos como si de verdad se creyeran el cuento de que un hombre puede encarnar a una nación entera.
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