domingo, enero 15, 2012

Zoé Valdés: PERO TODAVÍA NO HAN DICHO QUIÉN PAGA ESE DIARIO (debate sobre ciertas personas y personalidades de la Cultura Cubana )

Nota del Bloguista

Esta es la última entrega del debate sobre ciertas personas y personalidades de la Cultura Cubana y sus pasados compromisos políticos con la Revolución Castrista. Entre esas personas y personalidades políticas se encuentran: Guillermo Cabrera Infante, Jesús Díaz, Jacobo Machover y Zoé Valdés, entre otros.

La cronología de ese debate es la siguiente:
El presente artículo PERO TODAVÍA NO HAN DICHO QUIÉN PAGA ESE DIARIO, de Zoé Valdés, se refiere al sitio digital Diario de Cuba, es la respuesta al artículo:
Tres pasados, un presente de Pablo Díaz Espí ( hijo de Jesús Díaz), publicado el 13-01-2012, en el quePablo Díaz responde al artículo:
Dormir de un solo lado y bajo techo de vidrio de Zoé Valdés, publicado el enero 5, 2012, y en el que Zoé responde al artículo:
Guillermo Cabrera Infante y los fusilamientos de Jacobo Machover, publicado el 04-01-2012.

Jacobo Machover escribió el libro El sueño de la barbarie. Los intelectuales cómplices de la dictadura castrista, el cual se publicará en este año 2012. Me imagino que de contener a todos los cómplices por pensamiento, palabra, obra u omisión, tendrá tantos tomos como la Enciclopedia UTEHA. Jacobo Machover salió de Cuba en 1963 con 9 años en un carguero rumbo a Alemania del Este y desde la bahía de Cárdenas.

En una entrevista en El Imparcial Digital a Jacobo Machover se lee:

He leído que hasta finales de los años setenta reportabas para algunos medios de comunicación europeos sobre la revolución cubana y que eras un simpatizante de la misma. ¿Cómo sucedió esa transformación que hizo que hoy día seas un luchador contra la tiranía de los hermanos Castro? ¿Cómo ha sido la acogida a tu reciente libro “Cuba, memorias de un naufragio”?

Sí, yo fui simpatizante de la revolución hasta el día en que, a finales de los años 1970, volví a pisar tierra cubana, a raíz del “diálogo” establecido entre el gobierno castrista y parte del exilio. Al segundo día de mi estancia, me di cuenta por mí mismo del terror que reinaba allí y que se abatía sobre mis seres queridos. Me tomé el tiempo para intentar entender aquello y, en seguida, tomé la decisión de denunciar la mentira y la tiranía. Trabajando para periódicos y diarios franceses y españoles, tuve la oportunidad de hacerlo a todos los niveles: literarios, culturales, políticos. Entrevisté a decenas de disidentes, intelectuales críticos, expresos, para darles voz a los que no la tenían. El resultado es “Cuba: mémoires d’un naufrage” (“Cuba: memorias de un naufragio”) que acaba de salir publicado en francés por la editorial Buchet-Chastel. Son muchos años de trabajo y de encuentros, amistosos y entrañables. Es una labor que no está acabada. Para la versión en español, habrá más testimonios y le daré una óptica diferente. El libro cobrará su verdadero sentido el día en que se pueda leer en Cuba, como una memoria de la tragedia que nos ha tocado vivir
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PERO TODAVÍA NO HAN DICHO QUIÉN PAGA ESE DIARIO

Por Zoé Valdés
enero 13, 2012



De tal palo tal astilla. La misma reacción que la de su padre, no sólo no escribe por sí mismo, además tiene un equipo -quién sabe compuesto dónde y desde dónde- que le recoge los artículos para que después él venga y se sienta cómodamente a atacarme. Lo mismo hacía su padre desde las páginas de esa revistucha castrista que empezó con un discurso de Raúl Castro.

¿Errar el tiro? No, el que yerra y apunta peor es él. Creo que todo investigador tiene derecho a investigar lo que quiera, siempre que investigue y no copie flagrantemente de los libros de otros. Aparte, todo investigador tiene derecho a publicar su punto de vista en relación a los escritores y el poder, siempre y cuando se incluya a sí mismo, e incluya a aquellos escritores que sí estuvieron hasta el otro día, no sólo junto al poder, sino que además formaron parte de manera directa de ese mismo poder, participando en guerras injerencistas y en otras maniobras del mismo calibre de compromiso y de crimen. Yo no cuestiono tanto al autor del artículo como al medio que lo publica. Un medio que todavía no ha respondido a la pregunta principal: ¿quién lo paga? Pregunta sana por demás.

Yo no hablaría del escritor de marras, enfrentándolo a GCI, si no tuviera el motivo. Y el motivo es el siguiente: Su hijo heredó, del mismo modo que se hereda el poder en los regímenes totalitarios, el poder de una publicación del exilio, que se vanagloria de ser la más seria e importante, sino la única, sin serlo. Varios artículos se han publicado en contra de otros escritores del exilio, y diversas calumnias y difamaciones (penadas por la ley), entre los que me incluyo (me vienen difamando y atacando desde Cubaencuentro), no solamente como interés de estudio de las relaciones de los escritores y el poder, sino además con el objetivo de ningunearlos y deschavarlos, o de ignorarlos.

Es probable que Jesús Díaz haya pedido perdón, como también eso podría formar parte del teatro que le habrán impuesto o que se impuso él mismo, no lo sé, ni me importa. Lo que sí sé, porque lo viví en carne viva, es que no valió de nada el que haya pedido perdón o no, porque siguió siendo el mismo represor, lo llevaba en la sangre; porque desde el momento en que desde que salió publicada La nada cotidiana se dedicó a agredirme por todos los medios, por envidia, como le recordó a él, y más tarde a su hijo, un amigo periodista francés. Lo mismo que hizo en contra de otros en el ICAIC cuando fue Secretario General del PCC lo hizo conmigo, en el exilio, de manera virulenta y envidiosa; para colmo ignoró cada una de las publicaciones de mis libros, mientras publicaba en primera página y a grandes espacios publicidades de sus propios libros, siendo él el director de la publicación.

Sostuve varias discusiones al respecto con este señor, y siempre vi delante de mí a un totalitario, a alguien con quien jamás se podía tener el más mínimo diálogo. Más parecido, por cierto a Fidel Castro, que a Alfredo Guevara, quien le daba a uno la sensación de que con él se podía polemizar, como tan brillantemente demostró, a propósito, Guillermo Cabrera Infante, en Delito por bailar el chachachá.

No, yo no he querido armar ningún duelo, porque para que haya un duelo tienen que existir dos duelistas. Y ahí yo sólo veo a uno, y ya todos pueden imaginar a quién, de gran calidad, que empuñó su mejor espada en Mea Cuba donde ya desde el título anuncia su mea culpa, y por escrito, no mediante el blablablá de una entrevista.

(Guillermo Cabrera Infante y Jesús Díaz, composición publicada en Diario de Cuba, del cual Pablo Díaz Espí es director. Foto y comentario añadidos por el bloguista de Baracutey Cubano)

Unir a Guillermo Cabrera Infante y a Jesús Díaz mediante dos fotos resulta de una niñatada absurda, queriendo, desde luego, poner a uno al mismo nivel del otro. Esto me hizo recordar que cuando salió La nada cotidiana, mi agente literario hizo una fiesta en su oficina en Madrid, fue la primera Feria del Libro en el Retiro en la que participé. Mi agente tenía una lista e invitó a Jesús Díaz, yo había invitado personalmente a Guillermo Cabrera Infante. Jesús Díaz llegó primero. Cuando Miriam Gómez y GCI llegaron y vieron a JD allí no se quedaron ni dos segundos, dieron la media vuelta y se fueron, yo les caí detrás hasta la calle. GCI y MG estaban muy bravos, ellos aceptaban mi invitación porque: “Tú no tienes culpa de nada, tú has nacido con ese horror, y no eres culpable…, pero con ese tipo sí que no”. Dijo GCI. Entonces, esa noche me perdí a GCI y a MG, para sonarme de nuevo a JD. Así que lo ahora pretende unir a la cañona mediante dos fotos jamás pudo ser unido por el desprecio tan grande que con razón le tuvo GCI a JD.

Nadie ignora que JD hizo múltiples intentos para llevar a GCI a esa revista, y el autor de Tres Tristes Tigres jamás le contestó, ignorándolo profundamente, tal vez es lo que yo debería hacer hoy, pero juro que ésta será la última vez que les doy la oportunidad de una respuesta.

Yo no salí, desde luego, de la misma maquinaria cultural de JD, porque entre otras cosas, yo no contribuí a armar la maquinaria, mientras que él sí, él no sólo formó parte de los que la armaron, fue pieza clave de un engranaje perfecto. Tampoco he sido yo quien ha puesto a dos escritores en una balanza, ha sido DDC quien, al publicar en varias oportunidades artículos en contra de GCI, valiéndose ya sea de un libro o de un testimonio, no sólo ha difamado al escritor, ha acallado quién fue realmente Jesús Díaz, sin mirarse anteriormente ellos en los espejos que les corresponden a cada uno.

He explicado en mil ocasiones, de hecho, la respuesta que cita en ese diario la han tijereteado como han querido, y a su favor, desde luego, que envié mi primer poemario, a la edad de 19 años, a un concurso de poesía que salió anunciado en el periódico Tribuna, donde se anunciaba que el concurso tendría lugar en México, y que el jurado estaría formado por Fayad Jamís, José Emilio Pacheco, Efraín Huerta, Poli Délano, Diana Durán, y no recuerdo quién otro más. Dos años después, por Radio Costa Rica se anunciaba que el premio había sido otorgado a un tal José Valdés, sin mencionar el título del poemario, hasta que alguien me hizo notar que podría haber una equivocación en el nombre. Fue el poeta Alfonso Quijada Uría, por cierto, muy amigo de Raúl Rivero, quien me anunció por escrito que la ganadora había sido yo, y que en toda apariencia había habido una equivocación al divulgar la noticia. Me citaron al Frente Farabundo Martí, en una oficina en el Vedado, en La Habana, para darme el diploma, y allí me enteré de que la Radio Venceremos, y no los guerrilleros salvadoreños, pero una radio vinculada a ellos, junto con México, daban ese premio, tomé mi diploma y me fui. No hice ninguna gestión para que publicaran el poemario porque precisamente no me interesaba ese tipo de relación. Siete años más tarde llevé el poemario a Raúl Ruiz, editor de poesía de la única editorial estatal que existía en Cuba, que luchó para que ese libro se publicara, un libro que fue vetado por algunos poetas que hoy se encuentran en el exilio y a quienes no mencionaré, porque me han pedido disculpas y las he recibido. Carilda Oliver Labra presentó el poemario, porque ella misma presentaba un poemario esa noche, junto a Eliseo Diego, y a otros poetas, conservo la foto, una foto que aparece en el encabezamiento de este blog. Carilda fue una amiga, la conocí a través de mi segundo esposo, ella era su tía política, porque estuvo casada con el poeta Hugo Ania Mercier, tío de mi segundo esposo, fallecido en 1989.

(Jesús Díaz Espí, hijo de Jesús Díaz y Director del sitio Diario de Cuba(

Nunca he negado que trabajé por contrata en la UNESCO, durante cinco años, recortando papeles, ganaba 632 francos al mes; y no entrar por el aro significó enfrentarme cada día a los policías que hacían de diplomáticos, al mismo Alfredo Guevara, o sencillamente hacer lo que yo estimaba conveniente a través de otras personas que me ayudaron a trabajar en silencio, como fue el caso de la escritora argentina Luisa Futoransky, que conocía bien de lo que yo hablaba porque había sido corresponsal en China, el de la fotógrafa venezolana Marcela Rossiter, la ayuda de otros venezolanos, y de una escritora mexicana, así como de escritores franceses y periodistas franceses que luego me ayudaron a salir de Cuba. Con algunos de sus libros colaboré en silencio, libros en contra del castrismo.

Tampoco he escondido jamás mi joven admiración por la figura de Alfredo Guevara cuando lo conocí, a la edad de 19 años. No fui la única que cayó engañada o engatusada en ese jamo. Para una gran cantidad de jóvenes (de diferentes generaciones) Alfredo Guevara representaba el lado menos oscuro del castrismo, se pintaba como un liberal, y jugaba con su lado ambíguo, nos hablaba de escritores que todos queríamos leer, e incluso nos prestaba libros. Lo conocí a través de Manuel Pereira (hoy en el exilio), quien era su verdadero amigo, no yo. Y aunque yo sí le brindé mi amistad, él nunca se interesó en ella, de lo que hoy me alegro enormemente. Esa admiración muy pronto se trastocó en desprecio cuando me di cuenta quién era AG, después de haber trabajado nueve años con él, y desde mucho antes. Los que conocieron mi trabajo de cuatro en el ICAIC, y mis últimos años en esa institución pueden testimoniar de mis numerosos enfrentamientos directos con Alfredo Guevara, en una época en la que todavía algunos periodistas se mataban por ser amigos suyos, entre los que se encuentran Reynaldo Escobar, y lo comprendo, Guevara sabía muy bien seducir a quienes les interesaba.

Mi salida no fue definitiva, para ello me ayudaron dos periodistas franceses, mi traductora Carmen Val Julián (de eso es testigo Marlén Rodríguez la esposa de Jorge Ferrer, que salió conmigo en el mismo avión). Mi salida fue por tres meses, supuestamente para impartir un curso sobre José Martí en la Escuela Normal Superior de París, fue un 22 de enero de 1995, lo que me daba tiempo para revisar la traducción que Carmen Val Julián tenía en una versión casi definitiva, y de esperar las reacciones del castrismo frente a la novela. La novela salió un 5 de abril del mismo año. Pasadas algunas entrevistas mías en la prensa, la embajada castrista envió a mi casa a su antiguo encargado político, antiguo creador de Pensamiento Crítico, y amigo de Jesús Díaz, Aurelio Alonso, acompañado de la periodista francesa procastrista Jeannette Habel, ambos me cuestionaron y me dieron a entender que si seguía dando entrevistas en contra del régimen jamás podría regresar a Cuba, lo que no tardó en verificarse durante la presencia de Fidel Castro en Francia, por pimera vez, cuando el Ministro de Relaciones Exteriores se manifestó en mi contra como enemiga de la revolución frente al señor Raphaël Doueb, íntimo de la señora Mitterrand, y de manera oficial; el ministro era Roberto Robaina.

¿Cómo pudo mi hija, menor de edad, salir de Cuba? Aclararé esto, aunque ha lo he aclarado por escrito en numerosas ocasiones, porque no por gusto se menciona este hecho en ese artículo acusatorio. Yo salí con un permiso de salida por la institución en la que trabajaba por contratación, el ICAIC. En los años ochenta y noventa muchos artistas salieron a través del ICAIC, es algo que nadie ignora, en lo que se llamó el exilio de terciopelo. Fue una vía de escape que no ignoraba el MININT, pero cuando querían deshacerse de un artista le daban la salida, vía invitación por carta de una institución cultural o una galería extranjera en el caso de los pintores. Yo tenía una invitación de la Escuela Normal Superior, para mí y para mi esposo, el cineasta Ricardo Vega, pero mi hija no podía salir de Cuba, y así me lo informaron. Hasta el último día, a las cuatro de la tarde, el Ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra, mantuvo secuestrado el pasaporte de mi hija, finalmente, el pasaporte fue liberado ante la promesa personal que le hice a Alfredo Guevara que regresaría terminado el período de tres meses, pero que yo no podía dejar a un bebé de un año y medio sola con mi madre, y me apoyé en que otras personas del ICAIC habían salido con sus hijos, cosa que empezaba a ocurrir ya de manera más corriente en otros organismos. ¡Y tanto! Que el mismísimo Jesús Díaz había salido para esa fecha desde hacía rato, en una beca hacia Alemania, si no me equivoco, con sus hijos, su hija y su hijo, éste último, según me aseguran, en edad militar. Así que no entiendo cómo este señor se cuestiona algo de lo que él mismo se benefició y por lo que estoy segura que no pasó tantos malos ratos como los que pasé yo, puesto que en el momento en el que tuve que hacer esa humillante promesa ya mi relación con AG era extremadamente mala y del conocimiento de todo el mundo. En el aeropuerto, al día siguiente, pese a que el pasaporte de la niña tenía el cuño del Ministerio del Interior que era el único que en aquel momento podía autorizar el viaje de menores, el oficial del aeropuerto se negaba a dejarla salir porque, según él, el aviso no estaba reflejado en su computadora, o sea, no lo habían autorizado a él directamente desde el Consejo de Estado. Tal como ocurrió lo conté, lo he contado mil veces, mi hija salió de esa manera, insisto en esto porque no voy a permitir jamás que quieran mentir sobre mi vida, y mucho menos sobre la vida de mi hija. Ahí sí que no. El mismo Guillermo Cabrera Infante salió mucho antes con sus dos hijas menores.

(Jacobo Machover)

Mi novela La nada cotidiana la terminé el 5 de agosto del 94. Tres días más tarde la mandé hacia el exterior por tres vías: A través de un cineasta francés, y a través de dos periodistas franceses de una revista del corazón, y a través de un joven del barrio que se fue en balsa, ese joven entregó el manuscrito a un amigo en Miami. Fue el manuscrito que leyó la periodista Norma Niurka, ella lo escribió en una de sus columnas. Mi editor y Carmen Val Julian hicieron un trabajo insuperable, cuando llegué en enero los tres pudimos trabajar juntos, sin descanso. La novela salió el cinco de abril de 1995. Pero ya yo había enviado con anterioridad cinco versiones del manuscrito. El manuscrito definitivo fue el que salió a través de los periodistas y del balsero. Testigo de esto hay varias personas, una de ellas no sé si todavía está en La Habana, era profesora de Filología, y creo que fue una amiga, y una de las primeras en leer la novela. A todos ellos les agradezco.

Por otro lado, en el mismo tono que hicieron otros escritores cubanos, como es el caso de mi maestro y amigo Guillermo Cabrera Infante en Mea Cuba, me mantuve callada durante mucho tiempo ante los ataques en mi contra en Cubaencuentro, estuve enferma con ello, pero me callé, ataques que se propagaron hacia otros lugares y hacia personas a los que fui observando en silencio. Una de esas personas fue Pedro Juan Gutiérrez, aunque yo fui una de las primeras que leyó sus manuscritos, me los dio a leer mi agente literario que fue posteriormente a mí quien lo representaba de diversas maneras, le di la mejor opinión de esos manuscritos porque pensé al igual que GCI, que que un periodista de Bohemia escribiera de ese modo sobre la realidad castrista valía la pena para que se supiera en el mundo lo que sucedía en Cuba, pero PJG se mantuvo siempre en esa raya a favor y sin embarrarse, y atacándome indirectamente. El resultado de que le pasaran el casette en contra mía fue cuando PJG empezó a dar entrevistas y a negar hasta lo que él mismo escribía, y por supuesto a negar puntos de vista míos y de otros escritores del exilio, la única que reparó abiertamente en ello fui yo, estoy en mi derecho de hacerlo. Un día escribiré sobre el Premio de las Américas Insulares, y lo que vi allí, lo que también vio Mayra Montero, pero seguramente no querrá expresarlo, l entiendo, y no soy quien para citar pasajes que ella y yo vivimos juntas y por separado. Por cierto, Jesús Díaz, en Le Monde, en una entrevista, quiso enfrentar a Mayra Montero contra mí, lo mismo quiso hacer otro personaje que andaba por París, sino conocer mi relación con la escritora.

Yo no sé si Pedro Juan Gutiérrez, Wendy Guerra y Leonardo Padura saben que algunas de sus palabras y manifestaciones sólo sirven al castrismo, es probable que no lo sepan, y hasta les convenga no saberlo. Allá ellos, no es mi problema, es el de ellos. Pero cuando un periodista intenta usar sus palabras, las de ellos en una solapada defensa del castrismo, en contra de las mías, como para desmentir mis propósitos, por algo será, sobre todo si ese periodista no se aclara en sus ideas relacionadas con su defensa a ultranza de lo indefendible. Leonardo Padura me ha atacado directamente antes de que yo opinara nada sobre él y sobre su obra, nada más publicar su primera novela en España.

(Alfredo Guevara)

Por otra parte, sin que venga al caso, el autor de ese artículo miserable en el peor estilo rapiñero castrista, el de su padre, menciona que yo acuso a Yoani Sánchez y a Guillermo Fariñas de esto y de lo otro. Yo fui de las primeras en apoyar a Yoani Sánchez, primero que él y su Diario juntos, ella y su marido lo saben, lo saben Raúl Rivero y otros, yo fui de las que estuvo en la entrega del Premio Ortega y Gasset; por cierto, allí había gente de la Embajada Castrista invitada, sentados, eso sí, en el gallinero, lo que me extrañó. Luego fui desencantándome de su posición política y de sus propósitos y cada día me desencanto más con pruebas reales las que contesto o no, en tono polémico, porque así se hace en este país, donde cada día vemos en la televisión programas polémicos entre políticos, así como en las columnas de los diarios, y me he desentando de ella porque cada vez que habla lo hace para alargar la vida del raulismo, y no soy la única que se ha dado cuenta de ello. No me voy a extender en el tema porque no viene al caso, y ya bastante he explicado acerca de eso. En cuanto a Guillermo Fariñas, pese a que nunca lo he apoyado, de lo que tengo todo el derecho, cuando empezaron a atacarlo en los comentarios de Periodista digital durante una de sus primeras e interminables huelgas de hambre, lo defendí a capa y a espada, tanto que hasta quitaron los comentarios en su contra. Pero donde ya no pude defenderlo más fue cuando todavía el cuerpo de Orlando Zapata Tamayo estaba caliente y él decretó una huelga de hambre para enfocar la atención hacia su persona, una huelga de hambre asistida por el gobierno, e increíblemente fuera de lugar y de todo. Pero claro, eso no tiene nada que ver con Guillermo Cabrera Infante, ni con el tema que veníamos tratando, aunque el modo de dispersarse del articulista, del tema a tratar, no es en vano, ni banal, ni forma parte de su mediocre estilo de escritura, constituye otro ataque más, en el más bajo estilo de los tísicos de alma, de los borrachos egotistas, y de aquellos que no llegaron a bailarines de ninguna historia y se tuvieron que conformar con apoyarse en la barra que en algún momento de sus vidas les tendí para que sostuvieran su maltrecho ego y se empinaran. Solo se habrían quedado sino, y solos están, y olvidados.

Yo trabajé por contrata solamente nueve años para el castrismo, todo el que trabajó en Cuba hasta el año 95 trabajaba para el castrismo, en la UNESCO y en la Revista Cine Cubano, jamás fui militante de la Juventud Comunista ni del PCC, y me di de baja del CDR y de la FMC en cuanto pude, fue una de las razones por las que Jesús Díaz decidió, como miembro del jurado, que yo no podía ganar el Premio Casa de las Américas con mi primera novela Sangre Azul, escrita a los 23 años. Me exilé a la misma edad que lo hizo Guillermo Cabrera Infante, a los 35 años, pero debido a mi juventud mucho más tarde. Creo que es la edad en la que uno ya tiene claro que no podrá jamás cambiar las cosas desde adentro. Escogí tal vez equivocadamente para algunos el exilio, no para mí, nunca me arrepentiré de haberle dado una mejor vida a mi hija, y de haberlas pasado duras, y de haber conseguido al menos un reconocimiento por mis escritos que provienen de personas muy respetables e ilustres.

Ahora, la pregunta que hice, ¿quién paga ese Diario de Cuba todavía no la han respondido?

Zoé Valdés.