Esteban Fernández, Jr. : PANCHO “EL GANCHO”. . Francisco Molina del Río,, un héroe Castrista que asesinó a la niña venezolana Magdalena Urdaneta
Por Esteban Fernández, Jr.
Los cubanos observamos la campaña que realiza la tiranía a favor de la libertad de los cinco espías que se encuentran en cárceles norteamericanas y recordamos la otra agitación que formaron hace unos años pidiendo el regreso a Cuba del niño Elián González.
Y para algunos todo esto resulta algo novedoso. Hay quienes consideran que estas campañas son inventos nuevos para formar lío y desasosiego en los Estados Unidos. Y para mantener "el espíritu combativo" en Cuba. Pero la realidad es que sólo representa "más de la misma cosa". Lo que pasa es que en el exilio hay gente con mala memoria, y otros que son muy jóvenes hasta para conocer la historia contemporánea de Cuba.
Ya a mediados de 1960 usted no podía poner la radio ni ver la televisión sin que tuviera que escuchar constantemente una gigantesca propaganda pidiendo la libertad de Francisco Molina alias "Pancho el Gancho".
Al principio del triunfo castrista las principales ciudades de los Estados Unidos estaban cundidas de fidelistas. Unos solamente portaban cartelones a favor de la revolución cubana, pero otros -como Lee H. Oswald el asesino del presidente Kennedy- eran críminales natos y eran utilizados por el recién instaurado régimen cubano en los más deleznables actos. Uno de estos tipejos, matón profesional, guapetón del barrio, vivía en New York, se llamaba Francisco Molina, y como le faltaba un brazo, y en su lugar tenía un garfio, lo llamaban "Pancho el Gancho".
Desde luego que en 1960 New York también era un hervidero de patriotas anticastristas. Durante la visita del tirano a las Naciones Unidas hubo protestas masivas. Un lugar de reunión de los exiliados era el restaurante "El Prado". Hacia allí, y por órdenes estrictas de Fidel Castro, fue un grupo de matarifes bajo la dirección de "Pancho el Gancho”, y del joven habanero de 20 años Julio Hernández, se personaron en el establecimiento y abrieron fuego contra todos los presentes. Hubo muertos y heridos, entre los caídos falleció la niñita venezolana Margarita Urdaneta. La ciudad entera se conmovió ante la muerte de la muchachita. Quizás esta fue una de las víctimas iniciales del castrismo en el exterior.
Las autoridades estadounidenses decretaron una cacería humana de enormes proporciones. Y ni cortos ni perezosos los aparatos de propaganda de la dictadura, que en esos momentos eran simplemente novatos y alumnos de los soviéticos y de los checos, comenzaron una campaña mundial a favor este vulgar asesino, y desde luego se esforzaron descomunalmente tratando de convertirlo en un inocente parroquiano del establecimiento martirizado por el imperialismo yanqui.
Al final lograron traerlo a Cuba, lo utilizaron, lo exhibieron como un héroe nacional, y antes de un año lo lanzaron al ostracismo total, lo tiraron al latón del estercolero histórico. Dicen lo que lo conocieron que al morir se sentía completamente ignorado, traicionado, y pasando mas trabajo en Cuba que un forro de catre.
Ese será el final para “Los cinco infiltrados”, como lo es ya para Eliancito, para Juan Pablo Roque y para todos los que hagan un pacto con el Diablo rojinegro.
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Tomado de http://baracuteycubano.blogspot.com
Molina, el héroe que murió lejos…
Por Luis Cino
Desde Cuba - Opinion
A inicios de los 60, casi 40 años antes del caso de la Red Avispa, el gobierno cubano orquestó una estrepitosa campaña por la liberación de un cubano preso en los Estados Unidos.
“Libertad para Molina” era la consigna que se repetía insistentemente. No se sabía a ciencia cierta quién era Molina ni cómo había ido a parar a New York. Nadie se preguntaba por qué, si tanto amaba a la revolución, no había regresado a Cuba después de enero de 1959.
Acerca de lo que realmente sucedió con Molina, sólo se sabía la versión oficial. Que Francisco Molina era víctima de una maquinación del imperialismo norteamericano contra la revolución cubana. Como hoy en el caso de los Cinco, no eran necesarias muchas explicaciones. Sólo había que repetir la consigna: Libertad para Molina.
El 22 de septiembre de 1960, una reyerta entre exilados cubanos y simpatizantes de Fidel Castro en el restaurante neoyorquino “El Prado” dejó el saldo de una víctima mortal y dos heridos. La muerta era una niña venezolana de nueve años de edad.
Nunca quedó suficientemente aclarado el trágico incidente. El gobierno cubano culpó del hecho a “gusanos pagados por la CIA”. No especificó cuán partidarios eran “los simpatizantes de la revolución”. Los mal pensados los tildaban de agentes del G2.
Uno de ellos era Francisco Molina del Río. La policía neoyorquina lo acusó de ser el autor de los disparos. Había testigos de los sucesos que afirmaban haberlo visto disparando el arma. Lo identificaban fácilmente. A Molina le
faltaba una mano.
El gobierno cubano afirmó que en el proceso declararon testigos falsos y que existieron arreglos con el fiscal. El abogado defensor, Samuel Neuburger, cuyos sus cuantiosos honorarios nadie sabe quién pagó, no pudo probarlo.
El 29 de junio de 1961, Francisco Molina fue condenado a un mínimo de 20 años de prisión, que amenazaban convertirse en una cadena perpetua.
Inmediatamente, un Comité Pro Libertad para Francisco Molina organizó una ruidosa campaña internacional, pero las gestiones más importantes se movieron por debajo del tapete. Paradójicamente, los años de la Administración Kennedy eran un buen momento para esos trajines.
Molina llevaba más de dos años preso en Estados Unidos, sin apelar la sentencia y con la condena en suspenso, cuando el gobierno cubano inesperadamente otorgó clemencia a 24 ciudadanos norteamericanos que estaban encarcelados en Cuba.
El abogado norteamericano James Donovan, experto en tratos secretos con el régimen cubano desde el caso de los prisioneros de la Brigada 2506, voló a La Habana y gestionó el canje.
Los 24 norteamericanos, acompañados por Donovan, viajaron a Miami en un avión fletado por la Cruz Roja.
Molina regresó a La Habana el 23 de abríl de 1963. Lo recibieron como un héroe. Hizo pocas declaraciones. No porque estuviera muy emocionado, que lo estaba, sino porque no lo dejaron hablar mucho. Luego, no se supo más de él. Se sumergió en un anonimato disciplinado y cederista.
La niña muerta resultaba embarazosa. El rostro y el muñón de Molina no eran demasiado fotogénicos para una revolución que vivía sus años dorados y a la que le sobraban héroes.
Dicen que Molina murió lejos y espantado. No tuvo suerte. Con un poco más de paciencia, hoy hubiera sido un protagonista de tribuna y discurso en la batalla de ideas. Quién sabe. Cuentan que prefirió volver al exilio. Dicen que de lejos, el amor crece, incluso por la revolución.
Fonte: CubaNet
http:www.cubanet.org
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Tomado de http://www.aguadadepasajeros.bravepages.com/
Circuito Sur (Data de Fusilados /Asesinada)
Asesinada en Nueva York
Este es otro triste caso en que debido a la prepotencia de un esbirro comunista, gatillo alegre nacido en Cuba, una niña murió.
Data: Corría el día 22 de Septiembre de 1960, ya el Dictador de Cuba y su delegación haciendo uso de la consabida demagogia, se habían movido del sitio donde se encontraban desde su arribo a Nueva York, para el Hotel Teresa ubicado en el barrio de Harlem. El motivo de la visita del Dictador a NY, era para participar en la Asamblea General de las Naciones Unidas (En ese hotel fue donde se dio el abrazo con el tristemente celebre soviético Nikita Kruszchev, sujeto que puso a Cuba al borde de su desaparición como Isla {Crisis de los Cohetes 1962}).
Desde la llegada del Dictador de Cuba a la ciudad de los rascacielos, los cubanos que ya estaban exiliados constantemente le hacían actos de rechazo, y sus simpatizantes, por supuesto que también le hacían manifestaciones, pero pletóricos de un asqueante servilismo. Francisco Molina del Río, alias El Gancho, residente de NY y agente del gobierno comunista de Cuba, era uno de los más abyectos cipayos en esas manifestaciones a favor del Dictador.
Ese día 22 de Septiembre, alrededor de las 2:30 p.m., el testaferro agente comunista Molina el Gancho, en unión de otros simpatizantes del naciente régimen marxista, se hallaban sentados en una de las mesa del restaurante El Prado; otra de las mesas era ocupada por cubanos exiliados, los cuales intercambiaban impresiones sobre los piquetes en contra del Dictador. La tensión en dicho salón se hacia sentir, los comentarios en voz alta proveniente de uno y otro lado, así lo ratificaban. En un instante los ánimos se alteraron, y con las voces entremezcladas de: "Gusanos, comunistas, contra revolucionarios", se formó la trifulca. Empellones, golpes, patadas, el local se había convertido en un pandemonio; de pronto, Francisco Molina del Río, alias El Gancho, sacó con su mano sana una pistola, y sin más hizo varios disparos, de los cuales uno de ellos desdichadamente impactó mortalmente en la niña venezolana de 9 años de edad, Magdalena Urdaneta.
Al siguiente día, Magdalena falleció en un hospital.
En el juicio contra Francisco Molina del Río, aparte de los cubanos exiliados, varios testigos independientes (no cubanos), testificaron que Francisco Molina era el sujeto que había hecho los disparos.
A Francisco Molina del Río, Alias El gancho, lo condenaron a 20 años, pero cuando tenía cumplido dos años en prisión, fue canjeado por negociaciones hechas entre el gobierno marxista de Cuba, y los EE.UU.
3 Comments:
Todo fue mentira y propaganda del CIA. Necesitaban cojer a Francisco Molina como un "Patsy" para parar el movimiento al favor de Castro. Como toda la politica tuvieron que usara a alquien como ejemplo para parar las demostraciones para Castro.
Molina murio en Cuba, casado y con hijos y vivio una vida tranquila y fuera del asco de la politica que sige aqui en el exilio. Si no fuera por lo de Cuba ni este website existiera.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Señor Anónimo
Usted no estaba ahí. Los testigos, tanto cubanos como no cubanos, testificaron en contra de Molina. Tsl psrece que usted es de aquellas personas que si su esposa lo engaña le echa la culpa a la CIA.
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