jueves, agosto 02, 2012

Alfredo M. Cepero sobre Cuba y la muerte de Oswaldo Payá Sardiñas: LAS BRAVAS MUJERES DE LA FAMILIA PAYÁ



LAS BRAVAS MUJERES DE LA FAMILIA PAYÁ



Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com
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Los cubanos del mundo entero, tanto de dentro como de fuera de la Isla, recibimos hace diez días llenos de consternación y de dolor la noticia de la muerte de Oswaldo Payá Sardiñas. La primera reacción de quienes conocemos el expediente deplorable de los Castro en asuntos de derechos humanos fue de suspicacia y de sospechas con respecto a la versión gubernamental de la tragedia. Las muertes recientes y truculentas de Orlando Zapata, Laura Pollán y Wilman Villar, unidos al misterio y a la campaña de desinformación e intimidación desata contra sus familiares por parte del gobierno, no dejaban espacio para otra interpretación lógica de los hechos. La opinión generalizada fue y sigue siendo que Oswaldo Paya, al igual que Zapata, Pollán y Villar, fue asesinado por un gobierno que ha hecho de la violencia indiscriminada su última arma para aferrarse a un poder que se le escapa en forma vertiginosa.

Desde un principio, el gobierno dijo que el accidente había sido causado "por exceso de velocidad en una vía en reparación señalizada al efecto, la falta de atención al control del vehículo por parte del conductor y un frenazo abrupto". Una versión similar fue emitida en un principio, y retractada en parte más tarde, por la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, dirigida por Elizardo Sánchez Santa Cruz, donde se afirma que "el auto se salió de la carretera por su propia cuenta para evitar un bache".

La versión gubernamental del accidente se encontró, sin embargo, con el obstáculo de que dos de los cuatro tripulantes del auto quedaron con vida y, para complicar aún más el encubrimiento, eran extranjeros cuyo silencio sería difícil de lograr. Según versiones de prensa emitidas en el extranjero, el español Angel Carromero admitió ser el conductor y el sueco, Jens Aron Modig, viajaba como pasajero en la parte delantera. Los fallecidos, Oswaldo Payá y Harold Cepero viajaban en el asiento trasero del auto.

Ahora bien, el remedio para imponer silencio ha sido aplicado con éxito por más de medio siglo por los esbirros de la tiranía. Es altamente probable que al español le hayan informado que, de acuerdo con las leyes cubanas, el delito de homicidio vehicular conlleva una condena de hasta 10 años de privación de libertad. No tengo las más mínima idea de que le habrán dicho al sueco pero debemos asumir que hayan utilizado contra él algún tipo de amenaza o chantaje.

El hecho es que, en declaraciones publicadas por la prensa oficial cubana, se atribuye a Carromero auto incriminarse por el accidente y haber dicho que "no recordaba haber visto una señal advirtiendo sobre la construcción más adelante y no sabía cuán rápido conducía cuando dejó atrás el asfalto". El sueco Modig dijo, por su parte, a los investigadores que estaba dormido cuando sintió el frenazo y la pérdida de control y que luego "perdió el conocimiento". Una conveniente amnesia de ambos hombres probablemente inspirada por el terror de ser retenidos por la tiranía y abandonados por sus gobiernos como le ha ocurrido al judío norteamericano Alan Gross. En frase de nuestro vernáculo, el español y el sueco "se hicieron los suecos" para salvar el pellejo.

Hay, sin embargo, dos voces que ninguna intimidación o amenaza de estos engendros diabólicos ha podido callar. A escasas horas del accidente Rosa María Paya acusó a los tiranos diciendo: "Terminaron matando a mi padre". Acto seguido, su madre y ella diseminaron al mundo informes recibidos de sus amigos en Suecia. En ellos se daba cuenta de comunicaciones por textos originadas en el teléfono de Modig haciendo referencia a repetidas embestidas a la parte trasera de su vehículo por autos desconocidos. No es extraño que esas agresiones no hayan aparecido por ninguna parte en las declaraciones atribuidas por el régimen a Carromero y a Modig, ambos en todo momento bajo la custodia de la Seguridad del Estado.

En los días subsiguientes, Ofelia Acevedo, la viuda estoica y heroica, hizo declaraciones a la prensa internacional. Con mirada serena, voz moderada y pronunciación pausada habló con la firmeza y la determinación de los iluminados por el ideal de la libertad que defendió junto a su marido por más de veinte años. "Nadie, y dentro de Cuba mucho menos, tiene derecho a confirmar lo que ni el gobierno me ha dado a mí como versión del suceso", dijo haciendo referencia a la versión emitida por la CCDHRN. Y en tono admonitorio agregó: "Hay muchas cosas que aclarar dentro de la versión oficial...y sigo exigiendo que el gobierno cubano, que tiene a esos muchachos bajo investigación, me deje entrevistarme con ellos. Ese es mi derecho".

Los seres humanos mostramos la integridad de nuestro carácter y el coraje de nuestras convicciones en los momentos de crisis. Estas dos mujeres han sabido enfrentar la adversidad con la fortaleza comparable únicamente con la de grandes mujeres de nuestra historia patria. Heroínas como Concha Agramonte, Josefa Agüero, Bernarda Toro, Mariana Grajales, Candelaria Figueredo, María Cabrales, Amalia Simoni y Marta Abreu.

Aquellas damas de la libertad, emuladas en nuestra historia reciente por Laura Pollán, Reyna Luisa Tamayo y Gloria Amaya, fueron estímulo, sosiego y compañía de sus padres, hijos y maridos en la construcción de la nación cubana. La nación que nos fue robada el primero de enero de 1959 y que muy pronto hemos de reconstruir con el concurso de todos los cubanos para felicidad de nuestro pueblo y gloria de nuestros mártires. Estoy seguro de que el último de esos mártires, Oswaldo Payá, mira hoy complacido desde el cielo el ejemplo hermoso y edificante de su mujer y de su hija.

Por otra parte, y aunque parezca tangencial al tema central no puedo dejar de mencionar este ángulo de los acontecimientos, el valor y la integridad de Ofelia y Rosa María contrasta con el silencio cómplice y cobarde de las cancillerías de los dos jóvenes idealistas presos de la jauría castrista. Ni Madrid ni Estocolmo se han dado siguiera por enterados de la precaria situación de sus respectivos ciudadanos.

No tengo idea de los motivos para el silencio de Suecia, pero si tengo sobradas razones para especular sobre los motivos para la complicidad de España. Esos motivos se llaman Sol Meliá, Repsol y toda la caterva de explotadores españoles que maltratan y humillan a sus empleados cubanos. Como rezaba un vulgar anuncio que contaminaba hace años las ondas radiales de Miami: "Lo que importa es el cash". Los millones mal habidos de las empresas españolas en Cuba valen más que los derechos ciudadanos del infeliz de Angel Carromero, independientemente de que quien esté al timón del gobierno se llame Rajoy o Zapatero.

Volviendo al tema central de este trabajo, Ofelia y Rosa María tienen que mantenerse firmes en sus planes de realizar futuras actividades honrando la memoria del extinto líder y demandando respuesta al misterio de su muerte. De lo contrario, la inmolación de Paya podría perderse en el acontecer diario de un pueblo que lucha por sobrevivir bajo condiciones precarias. Por desgracia y para vergüenza para todos nosotros ya nadie habla de Orlando, Wilman o Laura. Por eso, las demás organizaciones opositoras deben cerrar filas junto a estas dos valientes mujeres. Y seamos francos, no solo por solidaridad en la lucha y compasión hacia las víctimas sino por la propia preservación de los opositores dentro de Cuba que han sobrevivido a Paya. Ya Guillermo Fariñas denunció que él podría ser el próximo en la lista.

En cuanto a los cubanos en su totalidad, hayamos o no compartido las ideas de Oswaldo Paya Sardiñas, tenemos que sumar nuestras voces para que se haga justicia a un cubano patriota que se inmoló por el ideal de una Cuba soberana, libre y justa. Un hombre que ya superó el umbral de la política terrenal y transitoria para entrar en el salón de los héroes inmortales de la patria.