Dagoberto Valdés Hernández desde Cuba: Francisco, un Papa latinoamericano
Por Dagoberto Valdés
Después de 520 años de que la fe cristiana llegara a tierras americanas, la Iglesia católica tiene un Papa latinoamericano: Su Santidad Francisco, cuyo nombre de pila es Jorge Mario Bergoglio, hasta ahora arzobispo de Buenos Aires y cardenal del título presbiteral de San Roberto Belarmino. El Papa Francisco nació en la capital de Argentina el 17 de diciembre de 1936 y entró en la Orden religiosa de la Compañía de Jesús (jesuitas) en 1958. Fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969 y consagrado obispo el 27 de junio de 1992. El Papa Juan Pablo II lo nombró cardenal el 21 de febrero de 2001.
Pude ver en directo, por Telesur, la fumata blanca y la presentación del nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia católica. Estas son mis primeras impresiones:
El nuevo Sucesor de San Pedro solo llevaba una simple sotana blanca. Se quedó sin moverse frente a la multitud que lo aclamaba. Saludó tímidamente con una sola mano y miraba y miraba. Pronto le acercaron el micrófono y pude ver un latinoamericano que comunica con serenidad y sonrisas.
Mencionó que venía de un confín del mundo, pero que trataría de ser un buen obispo de Roma, que es su primer cargo. Luego mencionó el trabajo de evangelización que emprendería y eso me hizo pensar en un papa misionero. El nombre que escogió también sorprendió: Francisco, porque es el primer sucesor de Pedro que se llama así. ¿Será por el pobre mendicante san Francisco de Asís, patrono de Italia, de Europa y de los ecologistas? ¿Será por san Francisco Javier, el más grande misionero jesuita de la historia de la Iglesia? ¿Será por San Francisco de Sales, otro misionero, patrono de los periodistas y comunicadores?
Me ha impresionado, sobre todo, algo inédito en las presentaciones papales desde el balcón central de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. El Papa, antes de impartir su primera bendición Urbi et Orbe, como es ritual y esperado, se dirigió a la gente en la plaza y en el mundo, y les pidió que se recogieran en oración para recibir primero de ellos la bendición de Dios. Vi al nuevo papa inclinarse profundamente ante su pueblo y esperar unos momentos en profunda oración. Solo después, se dispuso a darles la suya. Se colocó la estola sobre la sotana blanca pues no se puso la tradicional esclavina de púrpura y armiño y no entonó en el acostumbrado canto gregoriano, sino que con sencillez leyó el texto de la bendición apostólica en latín y extendió su mano para bendecir tres veces a Roma y al mundo. Nunca había visto a un papa pedir primero la bendición del pueblo para luego darles la suya de parte de Dios. Eso me conmovió. Fue un gesto y una señal. Luego, se quitó la estola y la besó. Pidió nuevamente el micrófono que había sido retirado y dio las gracias por la acogida y deseo a todos, con una sonrisa: "¡Buenas noches y que descansen!".
Sin más gestos significativos se retiró. Con esta ceremonia breve y sencilla terminó la presentación de un nuevo pastor de la Iglesia Universal. Y comenzó, quizá, uno de los pontificados más difíciles y complejos de la historia contemporánea. Los retos son apabullantes, la Iglesia toda espera sanación y renovación en el Espíritu, el mundo es cada vez más exigente de la Iglesia y sus pastores. El Papa Francisco tiene 76 años y es solo un ser humano con sus virtudes y defectos, pero los que tenemos fe, creemos que estará asistido por el Espíritu de Dios y el Evangelio de su Hijo Jesucristo de quien es vicario y siervo de los siervos de Dios.
Lloverán sobre él no solo las oraciones de mil doscientos millones de almas alrededor del mundo junto con las gracias de Dios, también le caerán como un chaparrón expectativas de tirios y troyanos, graves crisis en el interior de la familia eclesial, un mundo en cambio de época que espera, no obstante, el testimonio coherente, la orientación ética y la palabra liberadora y solidaria de una Iglesia que se parezca más al buen samaritano del Evangelio. Solo un hombre de fe profunda, salud de hierro y ministerio coherente, podrá guiar la frágil barca de Pedro por las singladuras del siglo XXI.
¡Ánimo, Francisco, el primer papa no tuvo ni más ni menos que tú! Él, con todas sus limitaciones, siempre contó con la amistad de Jesús de Nazaret. Y eso le bastó para entregar su vida, cabeza abajo. Quizá esa sea tu sensación en estos momentos, de hecho la inclinaste profundamente.
Muchos rogamos por ti, para que, como pediste con humildad en tu primera presentación, Dios te bendiga primero por manos de su pueblo para que tú puedas ser un servidor sencillo y misionero de ese pueblo, de la Iglesia y del mundo.
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